“Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o
caliente! Pero por cuanto eres tibio y no frío ni caliente, te vomitaré de mi
boca.” (Apocalipsis 3:15-16).
Jesús le está hablando a la iglesia de Laodicea -la iglesia que había
llegado a ser famosa internacionalmente. Laodicea es incluso una palabra que se
encuentra en el diccionario y que sigfnica tibio o indiferente. Tibio está en
medio de lo frío y lo caliente. Jesús no dice que a Él le gustaría que
fuéramos calientes, tibios o fríos. No, Él dice que preferiría que
fuéramos fríos o calientes en lugar de tibios.
Cuando Jesús habla de ser calientes, Él está hablando acerca de estar
llenos de celo, de pasión, y con un corazón ardiente por Dios. Él está
hablando de que tengamos algo en nosotros que nos lleve a actuar. Por esta
razón Jesús dice, “Yo conozco tus obras.” Él no dice, “Yo conozco tus
pensamientos -yo conozco tus emociones.” Él dice, “Yo conozco tus
obras,” porque cuando tú ves las obras de alguien, tú tienes una
revelación del corazón de esa persona.
Muchos de nosotros no se dan cuenta qué tan lejos está la tibieza del
corazón de Dios. Dicho estado es despreciable ante Jesús pues este habla de
alguien que presume ser de Él, se refiere a gente que toma el nombre de Jesús
y que cita las Escrituras pero que se comporta como el mundo.
Una persona tibia es alguien que dice ser cristiana pero hace las mismas cosas
que alguien totalmente frío: aún se embriaga, fornica, menciona el nombre de
Dios en vano, engaña, miente
- y aún se considera cristiano. Esta persona llega a ser un mal testimonio de
Cristo.
Jesús prefiere un testimonio honesto que diga, “Yo no soy salvo y me
gusta,” en lugar de, “Yo presumo de ser salvo pero no me gusta.” Jesús
le dice a los tibios, “ ¡Yo conozco tus obras!”
Gary Wilkerson
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