lunes, 31 de marzo de 2014

UN TESTIMONIO DIGNO DE GLORIA

Vivimos en una época en la que las predicciones bíblicas se han vuelto realidades visibles. Pablo escribió que en los últimos días vendrían tiempos peligrosos en la Tierra (ver 2 Timoteo 3:1). Ahora mismo, están ocurriendo cosas que no podíamos haber imaginado hace unos años. Jesús predijo que los hombres se volverían amadores de sí mismos, amadores del dinero, aborrecedores y arrogantes. Hoy en día, los líderes de nuestra nación no pueden ponerse de acuerdo sobre los principios comunes más elementales. Si alguien tiene la osadía de mencionar el pecado, es llamado intolerante y es rechazado. A medida que la Palabra de Dios es movida al margen de la cultura, el pecado prevalece más y más. Los pastores sienten el bombardeo espiritual. Semana tras semana, me entero de que otro matrimonio puede estar cayéndose a pedazos. Unos niños se cortaron su propia piel por su propio odio. Las drogas se han extendido más que nunca. Y cada día hay menos voces de ayuda, ya que cada mes 1,500 pastores dejan el ministerio. Como Cuerpo de Cristo, no podemos estar dormidos ante estas cosas. El Antiguo Testamento habla de los hijos de Isacar, un grupo que tenía conocimiento de los tiempos y habilidad para tratar con el mundo (ver 1 Crónicas 12:32). ¿Puede decirse lo mismo del cuerpo de Cristo hoy? Si discernimos los tiempos, sabemos que éste no es un momento para medias tintas. La única forma que nosotros tenemos de "tratar con el mundo" es no permitiendo que la iglesia sea “lo de siempre”. Jesús dijo de ciertos espíritus demoníacos: "Este género no sale sino con oración y ayuno" (Mateo 17:21). En estos momentos, nuestras oraciones deben ser fervientes porque sin un cambio espiritual, el panorama se ve demasiado sombrío. En medio de la oscuridad, Jesús nos llama a ser luz. Y éste es nuestro mensaje para tal hora: "Mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo" (1 Juan 4:4). Dios ha hecho obras impresionantes en la vida de Su pueblo y cada uno de nosotros es llamado a proclamar Su gloria a través de un testimonio digno de gloria. ¿Cómo es un testimonio digno de gloria? A este tipo de gloria (jactancia) me estoy refiriendo: "Mas el que se gloría, gloríese en el Señor" (2 Corintios 10:17). Para jactarnos como Pablo describe, tenemos que tener una jactancia digna de la gloria de Dios. GARY WILKERSON

viernes, 28 de marzo de 2014

AYUDANTES EN ORACIÓN

Pablo estaba tan consciente de su necesidad por las oraciones de los santos, que rogaba por “ayudantes en oración” por todas partes. Le rogó a los romanos: “Pero os ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que me ayudéis orando por mí a Dios, para que sea librado” (Romanos 15:30-31). Y le pidió a los tesalonicenses: “Hermanos, orad por nosotros.” (1 Tesalonicenses 5:25). En griego, la palabra “ayudéis” aquí significa “luchar conmigo como compañero en oración; pelear por mí en oración”. Pablo no estaba pidiendo una mención rápida ante el trono. Él estaba rogando: “Pelea por mí en oración, Haz batalla espiritual tanto por mí, como por la causa del evangelio.” Cuando Pablo estaba en la prisión, listo para entregar su vida, les rogó a los filipenses que oraran por él: “Porque sé que por vuestra oración y la suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi liberación” (Filipenses 1:19). Pablo sabía que era un hombre fichado, que las huestes de Satanás estaban empeñadas en destruirlo, y así es con cada verdadero ministro del evangelio. Cada pastor, predicador y evangelista necesita ayudantes en oración que intercedan por él continuamente. Les aseguro que yo no estaría escribiéndoles hoy si no fuera por los ayudantes en oración que han estado a mi lado a través de los años. Fui recordado de esto recientemente mientras estuve en Europa para conducir unas conferencias de ministros y cruzadas nocturnas. Todo el tiempo, el Espíritu de Dios me hizo saber que estaba siendo sostenido por las oraciones de multitudes de personas. En Niza, Francia, los norteamericanos no son muy queridos, en particular los evangelistas norteamericanos. Todos se preocupaban por la cruzada evangelística nocturna, pensando: “¿Se podrá llevar a cabo?”. Francia está desenfrenada con escepticismo, ateísmo, gnosticismo e incredulidad. Y la clase de reunión que planeamos nunca se había intentado antes. Cuando llegó la hora, sin embargo, miles se habían reunido. Pero fue entonces cuando comencé a sentirme icapaz. No sabía qué predicar, porque ningún mensaje de los que tenia preparados parecía apropiado. Mi intérprete y yo habíamos revisado algunas notas de antemano, pero no estaba seguro si eran apropiadas para la reunión. Le advertí: “No estoy seguro de lo que voy a decir.” Cuando pasé al podio, no obstante, el Espíritu cayó sobre mí poderosamente. Sentí las oraciones de miles de santos respaldándome, y mientras comenzaba a hablar, el Espíritu Santo llenó mi boca. Prediqué por cuarenta minutos, y durante todo ese tiempo se podía escuchar un alfiler caer al suelo. Cuando terminé, simplemente dije: “Si necesitas a Jesús, por favor pasa al frente”, y cientos de personas se pusieron en pie de un salto en respuesta. DAVID WILKERSON

jueves, 27 de marzo de 2014

NO CON ORACIONES A MEDIAS

Como siervos del Señor, estamos en peligro constante del enemigo. Nuestro amor por Jesús es una amenaza a todo el infierno y no podemos tomar ninguna obra santa sin que Satanás ponga toda clase de lazos y trampas para nosotros. Recientemente, una consejera matrimonial me llamó: “Dondequiera que miro en nuestra iglesia, las parejas se están separando”, me dijo. “Literalmente, es una plaga en el cuerpo de Cristo ahora mismo”. Escucho toda clase de razonas por el descontrol en hogares cristianos: incompatibilidad, falta de comunicación, pérdida de afecto, infidelidad. Pero en realidad, es algo que va mas allá de eso. Detrás de todo, es un ataque del infierno contra los santos de Dios. La causa de los hogares rotos entre inconversos no es un misterio. Pero entre los justos, tal descontrol tiene una causa. Piénsalo, ¿Cómo pueden perder la autoridad en sus hogares los cristianos dedicados que han estado escuchando predicación santa por años? Ellos conocen muy bien el juramento de Dios en su pacto de ser su fortaleza. Ellos saben que Él promete destruir cada poder satánico que venga contra ellos. Así que, ¿Por qué el diablo está prevaleciendo? ¿Por qué sus matrimonios están bajo constante amenaza? Creo que es porque al menos un integrante de la pareja ha abierto la puerta al engaño satánico. Quizás ambos han permitido algo de liviandad en sus vidas, o se han vuelto espiritualmente flojos. Y ahora un demonio enfurecido ha obtenido una fortaleza en sus corazones y hogar. Si estás bajo ataque como este, debes preguntar lo que los discípulos preguntaron: “Maestro, ¿Por qué no pudimos echar fuera esos demonios?” Jesús respondió que ciertas ataduras satánicas no responderán a la imposición de manos o una sola oración a medias. Estas fortalezas están arraigadas tan profundamente, que la única forma de echarlas fuera es a través de oración y ayuno continuo. Sin embargo, la iglesia de hoy está en un adormecimiento en relación al poder de la oración. Un velo ha caído sobre los ojos de millones. Y ahora, cada vez que confrontan problemas, el último a quien van es a Jesús. Han abandonado el aposento secreto, y a cambio, se han vuelto a la sicología, consejeros, libros, amigos; a todo, menos al Señor. Si dices que tu matrimonio está arruinado y quieres que sea sanado, tengo que preguntarte ¿Cuánto tiempo pasas a solas con Dios? ¿Cuántas veces has apagado el televisor por una hora para solamente sentarte ante Jesús y descargar tu alma? ¿Cuántas comidas has dejado para ayunar por tu matrimonio? “La oración eficaz del justo puede mucho.”(Santiago 5:16) DAVID WILKERSON

miércoles, 26 de marzo de 2014

IMITAD SU FE

“Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe. Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Hebreos 13:7-8). A menudo se me llenan los ojos de lágrimas cuando medito sobre este pasaje y sus repercusiones. Me dirijo solemnemente a cada padre, pastor, cristiano maduro y persona en una posición de influencia que esté leyendo estas palabras. ¿Te das cuenta de que este pasaje afirma que el pueblo de Dios (nuestros hijos, familia, amigos y toda alma preciosa que nuestro Señor pone en nuestro camino) debe ser capaz de observar nuestra fe y confianza en Dios a través de todas las pruebas y tormentas, nuestros valores más profundos, nuestra pasión, nuestras reacciones, nuestras decisiones y prioridades reales y, literalmente, imitar nuestra fe? Este principio inmutable y extraordinario significa que mi vida debe llegar a ser un testimonio, una proclamación e irrefutable prueba de que Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre. ¡Dios quiere que mi fe y mi confianza en Él le supliquen a todo aquel que está observando mi vida - y se sienta tentado a alejarse – a creer que Dios es fiel, Él nunca cambia, y el que confía en Él nunca será decepcionado! Dios quiere que tus hijos y los míos testifiquen a sus amigos que fue “observando a mis padres vivir su fe, día tras día, a través de las terribles tragedias y pruebas de la vida, a través de cada dolor y conflicto, que decidí vivir para Dios. La fe de mis padres me demostró que Dios está vivo y es el mismo ayer, hoy y siempre”. Es de suma importancia para cada creyente darse cuenta de que posee una esfera de influencia que es exclusivamente suya. Cada uno de nosotros tenemos contacto con gente que podemos sensibilizar o influenciar, una obra para completar o un propósito que cumplir que nadie más puede hacer. ¡Querido lector, las personas que Dios predestinó a ser influenciadas por ti -el destino eterno que has sido llamado a cumplir- ni siquiera el más grande hombre de Dios en el mundo puede hacerlo! Es tu fe la que debe producir el fruto de confianza en Dios en las personas que te rodean. CLAUDE

martes, 25 de marzo de 2014

ÉL NO NOS CONDENA

El acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche" (Apocalipsis 12:10). Las acusaciones de Satanás son una de las cosas con las que Jesús vino a tratar como nuestro Pacto Viviente. Dios no envió una teología para aplastar las mentiras de Satanás, ¡Él envió a Jesús! La profecía más antigua en Génesis declaró que Satanás heriría el calcañar del Mesías, pero Jesús aplastaría la cabeza del diablo (ver Génesis 3:15). Hace dos mil años, Jesús trajo esa realidad a nuestras vidas. De vez en cuando me despierto en medio de la noche con una ansiedad incierta. Es como si hubiera hecho algo malo, pero no sé qué. Ese sentir viene del acusador. Él susurra: "Tú no sirves, no vales, eres una carga para los demás. Mira tu pasado, ¿cuántas veces lo has arruinado? Nunca cambiarás". Nuestra relación con esa voz comenzó en el huerto del Edén, pero cuando Jesús vino, Él declaró: "Eso termina ahora mismo", añadiendo una asombrosa tranquilidad: "No penséis que yo voy a acusaros delante del Padre" (Juan 5:45). Jesús le dijo a la mujer sorprendida en adulterio: "Ni yo te condeno; vete, y no peques más" (Juan 8:11). ¡Es absolutamente esencial que nosotros construyamos sobre el firme fundamento de la certeza de que Dios no nos acusa! Este fundamento no se basa en leyes, acusaciones o desengaños, sino en la gloriosa acción de gracia de Dios mismo. Cuando Él oye una acusación contra nosotros, le dice a Jesús: "Aplástala". En ese momento, oiremos la voz del Espíritu Santo diciendo: "No oigas esa mentira, pues ya fue destruida en la cruz. Dios no te acusa, porque Su Hijo te ha hecho libre". Vamos a pecar, la Biblia lo indica claramente. Pero cuando lo hacemos, la voz que oiremos, será la del Espíritu Santo. Él nos da convicción por nuestras transgresiones, sin embargo, es una convicción esperanzadora, una que conduce a un arrepentimiento gozoso y no a una pérdida de esperanza. Se nos ha dado a Jesús y en nuestro tiempo de desánimo, oiremos Su voz por encima de todas los demás: "Ni yo te condeno". Que Dios te provea de Su gracia para edificar sobre ese fundamento ¡y regocíjate! GARY WILKERSON

viernes, 21 de marzo de 2014

¡ETERNAMENTE SUYO!

Quizás piensas, ¿cuántas veces te perdonará el Señor por cometer el mismo pecado una y otra vez? Puedes estar seguro de que Su increíble perdón es ilimitado. Cada vez que pecas, puedes ir a Jesús y encontrar liberación. Sin embargo, el perdón del Señor no es tonto ni ciego. Es cierto que nuestro Padre celestial nos perdona, pero en cierto punto, nos castiga para que no sigamos en ese pecado. Cuando mis cuatro hijos estaban creciendo, tuve que castigarlos por portarse mal. Los llamaba a mi habitación para pegarles y comenzaban a llorar, gritando: “¡No, papi, lo siento! ¡Por favor, perdóname!” Yo los perdonaba, pero eso no me detenía de aplicarles la correa. Yo sabía que si no lo hacía, iba a perder significado para ellos, se convertiría en una broma en lugar de una fuente de disciplina. De igual manera, la ley de Dios existe para recordarnos Sus normas santas, Sus caminos ¡y que Él hace lo que dice! Déjame dejarte con una palabra de esperanza. Si estás en las profundidades ahora mismo por tu pecado, anímate. Él te está castigando a causa de Su tierno amor. ¡Él quiere que sepas lo que es temerle! Exactamente, ¿qué significa temer al Señor? Significa poder decir: “Sé que mi Padre me ama. Le pertenezco con total seguridad y sé que Él nunca me abandonará. El siente mi dolor cada vez que lucho y es paciente conmigo mientras lucho contra el pecado. Él siempre está listo para perdonarme cada vez que le invoco, pero también sé que nunca va a permitir que continúe desobedeciendo Su Palabra. Mi Padre celestial no impedirá mi corrección ¡porque Él me ama profundamente!” Ese es el punto de todo. Dios quiere que aceptemos Su perdón para que Le temamos. “Pero en ti hay perdón, para que seas reverenciado” (Salmo 130:4). Una vez que temamos al Señor, querremos más que sólo obedecerle. Querremos agradarle, poner una sonrisa en Su rostro. ¡Ese es el resultado bendito del temor santo de Dios! DAVID WILKERSON

lunes, 17 de marzo de 2014

EL SEÑOR, JUSTICIA NUESTRA

“En aquellos días y en aquel tiempo haré brotar a David un Renuevo de justicia, y hará juicio y justicia en la tierra” (Jeremías 33:15). ¿A qué “días” se está refiriendo Dios aquí? Él está hablando del tiempo cuando se cumpliría la visión, y el “Renuevo de justicia” que él menciona, ¡no es otro que el Señor Jesucristo! Amados, Dios ha cumplido esta visión a través de la muerte y la resurrección de Su Hijo Jesucristo. Él ha establecido Su iglesia, y el nombre de esta iglesia no es ni bautista, ni pentecostal, ni ningún otro nombre sino: “Jehová, justicia nuestra” (Versículo 16). Pero la noticia más maravillosa de todas es que Dios dice de esta iglesia: “Y me será a mí por nombre de gozo, de alabanza y de gloria, entre todas las naciones de la tierra, que habrán oído todo el bien que yo les hago; y temerán y temblarán de todo el bien y de toda la paz que yo les haré” (Versículo 9). El significado literal de esta última frase es: “Ellos se estremecerán y se asombrarán, sobrecogidos y llenos de temor de Dios”. Dios estaba diciendo: “¡Voy a hacer algo tan asombroso, tan claramente lleno de Mi paz y verdad abundante, que Mi pueblo temblará con temor!”. Pero, ¿Qué causará este temor y temblor? ¿Será un mensaje duro de juicio? ¿Predicación legalista? ¿Una expresión de la ira de Dios? ¡No! Todo el temor y el temblor vendrán por la revelación de la bondad de Dios y por la expresión de Su bendición inmerecida, dándole a su pueblo paz y reposo abundante. Cuando el Señor prometió ser la justicia de su pueblo por fe, ¿Acaso repentinamente los israelitas comenzaron a caminar descuidadamente, bajando sus estándares de santidad? No, de ninguna manera. En vez de eso, ¡Su promesa de paz y reposo les hizo temblar de temor! DAVID WILKERSON Vemos un cuadro de este temblor santo en Marcos 4. Cuando una tormenta amenazaba las vidas de los discípulos, Jesús reprendió al viento y el mar diciendo: "Calla, enmudece” (Marcos 4:39). ¿Cómo reaccionaron los discípulos frente a esto? Las Escrituras dicen: “Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?” (Versículo 31). ¿Por qué estos hombres “temieron con gran temor”? Fue porque Él calmó la tormenta, trayendo paz y calma. Es decir, temblaron al ver la bondad que Cristo mostró a sus seguidores infieles, no merecedores de ella.

viernes, 14 de marzo de 2014

CLAMA A SU NOMBRE

“Estoy debilitado y molido en gran manera; gimo a causa de la conmoción de mi corazón. Señor, delante de ti están todos mis deseos, y mi suspiro no te es oculto.” (Salmo 38:8-9) ¿Te encuentras tan desesperado como lo estaba David? ¿Te has encerrado con el Señor, te has postrado y has gemido ante Él? Una oración aburrida, callada y floja no logrará nada. Si no estás descargando tu corazón ante Dios, realmente no quieres sanidad, ¡quieres rendirte! Tienes que clamar a toda voz, como David, “¡Señor, escucha mi súplica! ¡No te dejaré hasta que me contestes!” Déjame ilustrarte la clase de desesperación que David experimentó. Suponte que vas camino a casa y al doblar la esquina de tu calle, ves carros de bomberos estacionados frente a tu casa. Humo negro está saliendo de las ventanas y todo el lugar está a punto de encenderse en llamas. Y tú sabes que tu cónyuge e hijos están atrapados adentro. Dime, ¿cuán tranquilo y calmado estarías en ese momento? ¿Cuánto tiempo estarías sin hacer nada, esperando que el fuego se apague por sí solo? ¿Te sentarías ahí calladamente orando: “Jesús, espero que tú apagues el fuego”? ¡No! ¡Si tuvieras algo amor en tu corazón, correrías a tu casa a través del humo y tratarías de hacer algo! Si tu matrimonio está en problemas, entonces tu hogar se está quemando y tu relación está sufriendo. Si permites que este fuego continúe, vas a perderlo todo. Entonces, ¿tienes temor de Dios por tu matrimonio? ¿Te sientes cargado con culpabilidad y condenación por el rol que has cumplido en su desintegración? Si es así, no trates de calmar tu conciencia. Dios te está mandando Su palabra fuerte porque te ama. Él te está advirtiendo en forma misericordiosa, tratando de despertarte antes que te autodestruyas. Así que corre a Él y ora diligentemente. Toda sanidad comienza al llamar Su Nombre con urgencia. DAVID WILKERSON

jueves, 13 de marzo de 2014

LA BENDITA PRESENCIA DE CRISTO

Cristo pronunció las bienaventuranzas a un cuerpo de creyentes dividido y sin esperanza: “Bienaventurados vosotros los quebrantados, que lloran, que son pobres de espíritu. Son benditos, no porque hayan hecho nada para ganárselo, sino porque yo estoy con vosotros” (Ver Mateo 5:2-11). ¡Qué revelación! Somos bendecidos simplemente porque Jesús está con nosotros. La bendición de Emanuel, “Dios con nosotros” (Mateo 1:23), adquiere un nuevo significado a la luz de la profecía de Isaías: “Te daré por pacto al pueblo, para que restaures la tierra, para que heredes asoladas heredades” (Isaías 49:8). La bendición de la presencia de Cristo iba a silenciar todas nuestras voces acusadoras. Este silenciamiento ocurrió literalmente en el caso de la mujer sorprendida en adulterio (Juan 8:1-11). Los líderes religiosos la llevaron a Jesús exigiéndole que Él también la acuse, pero secretamente tenían otra razón para traerla ante Jesús: ¡Querían acusarlo! ¿Alguna vez has oído cristianos acusar a Dios de algo? Lo escucho de las personas todo el tiempo en mi consejería pastoral: “Dios no está obrando en mi vida. Oro fielmente, pero Él no responde. He hecho todo lo que puedo, pero todavía no me ha liberado”. Esto es exactamente lo que Satanás quiere que hagamos: Acusar a Dios en nuestros corazones. Esto crea un ciclo sin fin de esclavitud. Jesús respondió a la mujer adúltera y a los que la acusaban: “Se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella” (Juan 8:7). Dios ya no era el que estaba siendo acusado. Jesús había vuelto el centro de atención hacia donde pertenecía, hacia el propio pecado de ellos; y ellos respondieron “[saliendo] uno a uno” (Juan 8:9). Tenga en cuenta lo que dijo Jesús entonces a la mujer: “¿Dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó?” (Juan 8:10). Esto es exactamente lo que Jesús nos dice hoy: “¿Dónde están tus acusadores? ¿Dónde están las voces que dicen: 'Tú eres pecador sin esperanza, un fracaso'? ¡Se han ido! Yo soy tu justicia ahora y he silenciado a todos tus acusadores”. Cuando esas voces sigan gritando en nuestros oídos, vamos a escuchar otra voz por encima de todas ellas: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen” (Juan 10:27). La voz de Cristo nos dirá: “He silenciado a tus acusadores”. Su verdad atraviesa todo clamor y estrépito con su paz, que sobrepasa todo entendimiento. Gary Wilkerson

miércoles, 12 de marzo de 2014

¡AYUDAME, SEÑOR!

David Jeremiah, mi viejo amigo de Shadow Mountain Community Church cerca de San Diego, ha predicado varias veces en el Brooklyn Tabernacle. Inmediatamente después de que se le diagnosticara un cáncer, nos llamó pidiendo que oráramos por é1. Varios meses después regresó para visitarnos durante una reunión de encuentro del ministerio que hicimos en la zona de la arena del Madison Square Garden. Luego predicó en uno de nuestros servicios de1 día domingo. La congregación entera estaba feliz de ver a este maravilloso hermano cristiano por el cual todos habíamos intercedido. Conmovido por el amor y la actitud de agradecimiento que produjo su aparición, David luego hizo un comentario al respecto desde el púlpito: “Llamé aquí en cuanto supe de mi enfermedad porque conocía el énfasis que ponen en la oración. De hecho, alguien me acaba de saludar en el vestíbulo y dijo: ‘Pastor Jeremiah, verdaderamente clamamos a Dios por usted'. Por eso fue que los llamé. Sabía que sus oraciones no serían un mero ejercicio mecánico sino un verdadero clamor a Dios con pasión por mi necesidad. Y Dios me ayudó a superar la dura prueba”. Ese es el significado literal de la palabra hebrea que se usó innumerables veces en el Antiguo Testamento cuando el pueblo invocaba a Dios. Significa clamar, implorar pidiendo ayuda. Esta es la esencia de la oración verdadera que toca a Dios. Charles Spurgeon una vez comentó que “el mejor estilo de oración es aquel que sólo se puede definir con la palabra clamor”. ¿Acaso no es eso lo que Dios nos invita a hacer a lo largo de la Biblia? “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces” (Jeremías 33:3). Dios no está distante. No está desconectado. El nos dice continuamente a través de los siglos: “Yo te ayudaré, de veras lo haré. Cuando no sepas adónde recurrir, recurre a Mí. Cuando estés listo para levantar tus manos, levántalas a Mí. Acompáñalas de tu voz, también, y Yo vendré y te ayudaré”. JIM CYMBALA

martes, 11 de marzo de 2014

LA REVELACIÓN DE LA GLORIA DE DIOS

Una vez que recibimos la revelación de la gloria de Dios, no podemos seguir con nuestra pasada manera de tratar a los demás. Todo eso debe cambiar. "Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo" (Efesios 4:31-32). Dios nos está diciendo a través de Pablo: "Ustedes han visto Mi gloria y conocen Mi naturaleza y carácter, que soy misericordioso, pronto para perdonar. ¡Ahora, Yo quiero que ustedes expresen a otros lo que Yo soy! " A pesar de que Moisés tuvo esta revelación de la gloria de Dios, en un punto, no la representó correctamente ante el pueblo. Perdió la paciencia con Israel a causa de la desobediencia de ellos y golpeó airadamente una roca con su vara, como si dijera: "¡Ustedes son un montón de rebeldes de dura cerviz!" Dios no lo tomó amablemente en absoluto. Una vez que Él te revela Su gloria, Su benignidad, Su bondad, Su gracia y Su misericordia, Su paciencia no soportará que tú tergiverses Su gloria a los demás. Moisés había representado incorrectamente dicha gloria a Israel, y, como resultado, Moisés, una de las figuras más humildes y piadosas del Antiguo Testamento, fue privado de la plenitud de Dios. ¡No se le permitió entrar en la Tierra Prometida! Encontramos otra ilustración de esto en una de las parábolas de Jesús. Él habla de un siervo al que le había sido perdonada una gran deuda por su amo. El amo demostró una increíble bondad, gracia y perdón a este hombre. Sin embargo, tan pronto como este siervo fue perdonado, halló a un hombre que le tenía una pequeña deuda y comenzó a asfixiar al deudor hasta que le pagara. El mismo que había experimentado un gran amor y perdón no mostró misericordia a cambio. Jesús está diciendo en esta parábola: "¡Estás representando incorrectamente el amor del Padre! Él te ha tocado con Su increíble gloria a través de Su bondad y del perdón de tus pecados. Sin embargo, ahora que has visto Su gloria, la estás tergiversando ante el mundo". Esto se resume en el mandamiento de Pablo: "Sean misericordiosos con los demás, así como Él ha sido misericordioso con ustedes". DAVID WILKERSON

lunes, 10 de marzo de 2014

LA PLENITUD DE LA GLORIA DE DIOS

El resplandor que emanaba del rostro y el corazón de Moisés fue el resultado de haber visto sólo un poco de la plenitud de la naturaleza de Dios (Éxodo 34:29). Aun así, cuando los israelitas vieron el cambio en el rostro de Moisés, supieron que él había tenido una experiencia sobrenatural. Su hermana, su hermano y los demás, exclamaron: "Este hombre ha estado cara a cara con Dios. Él ha ido más allá" (ver Éxodo 34:29-35). Hoy tenemos algo mucho más glorioso lo que el mismo Moisés tenía. En realidad tocamos y llevamos la gloria de Dios. "Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida" (1 Juan 1:1). Juan está diciendo acá: “Dios nos reveló a nosotros, la plenitud de Su Gloria en Cristo. Vimos Su gloria personificada en un hombre y hablamos con Él. ¡Inclusive, Le tocamos!” Hoy no sólo vemos la plenitud de la gloria de Dios, sino que ahora habita en nosotros. Su gloria resplandece en nuestros corazones: "Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo" (2 Corintios 4:6). Pablo está diciendo aquí: "Jesucristo, Dios hecho carne, personifica todo lo que Dios es. Y, como sabemos que Dios es bondad, amor, misericordia, gracia y paciencia, también podemos estar seguros de que ésta es la naturaleza de Cristo. Puesto que Jesús vive en nuestros corazones, sabemos que la gloria de Dios no está simplemente en algún lugar del cosmos. No, ¡la plenitud de Su gloria está en nosotros, a través de la presencia de Cristo!" "Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres" (Tito 2:11). ¿Quién es esta gracia? ¡Es Jesucristo, lleno de misericordia, bondad, amor! "Enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente" (versículo 12). Pablo nos está diciendo: "Esta gracia que habita en ti, es la revelación de la bondad de Cristo. Y si tú permaneces en Él, ¡Su revelación te enseñará a vivir una vida santa! " DAVID WILKERSON

viernes, 7 de marzo de 2014

MÁS Y MÁS COMO JESÚS

"Y al mirar los hijos de Israel el rostro de Moisés, veían que la piel de su rostro era resplandeciente; y volvía Moisés a poner el velo sobre su rostro, hasta que entraba a hablar con Dios" (Éxodo 34:35). El rostro de una persona es la expresión externa de lo que está en su corazón. Cuando la revelación de la gloria de Dios se hizo real a Moisés, ¡su misma mirada cambió! Pablo testificó: "Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mí, para que yo le predicase..." (Gálatas 1:15-16). Pablo estaba diciendo: "Tengo dentro de mí mucho más que algo de doctrina que alguien planteó, más que un simple conocimiento intelectual de Cristo. Tengo una revelación de quién es Cristo, una revelación de Su gracia, misericordia y amor. Y esta revelación se ha convertido en la fuente misma de todo lo que soy y hago. ¡Es la esencia misma de mi vida!" La revelación de la gloria de Dios es, en verdad, maravillosa. Sin embargo, muchos han convertido esa misma revelación en una licencia para pecar. Judas describe a las personas que "convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo" (Judas 4). Según Pablo, estas personas pecan "para que la gracia abunde" (Romanos 6:1). Ellos están diciendo, en esencia: "Si Dios ama el expresarse a través de la misericordia y el perdón, entonces yo voy a darle todas las oportunidades. Voy a pecar y dejar que me siga amando, para que la gracia fluya. ¡Qué testimonio al mundo será eso! Seré el objetivo de todo ese amor que desciende del cielo". Tales personas son fáciles de detectar. Su semblante los delata. Isaías habló de israelitas que "han sido contra Jehová para irritar los ojos de su majestad. La apariencia de sus rostros testifica contra ellos" (Isaías 3:8-9). El profeta estaba diciendo: "Sus pecados testifican contra ustedes en su propia apariencia. Lo que está en sus corazones va a revelarse en sus rostros". Por otro lado, incluso el más duro de los pecadores puede decir que has "estado con Jesús" ¿Cómo se dan cuenta? ¡Ellos te ven como alguien distinto! Dicen: "Tú eres diferente. Te conduces con una humilde seguridad y nada de ti parece oculto. No tienes secretos y no pareces llevar ningún rencor o amargura. Si no fuera así, lo sabría. ¡Tu vida es un libro abierto!" El pecado, sin embargo, lleva cierta apariencia. Ninguna sonrisa lo puede encubrir y su voz tiene el sonido del vacío, el eco de un metal que resuena, de un címbalo que retiñe. Aquellos que se han apropiado de la gloria de Dios están siendo cambiados todos los días. ¡Su semblante se está volviendo más y más como el de Jesús! DAVID WILKERSON

jueves, 6 de marzo de 2014

PORQUE EL SEÑOR AL QUE AMA

En ocasiones, a lo largo de años en el ministerio, he sido sobrecogido por enemigos que se levantaron contra mí. En aquellos momentos, sentía la disciplina del Señor como una vara en mi espalda. Recuerdo un periodo en particular, cuando yo estaba siendo calumniado por todos los lados. Otros ministros me preguntaban: "David, estoy oyendo cosas cuestionables acerca de ti. ¿Son ciertas? Todo este asunto acerca de ti, ¿viene del diablo o es Dios tratando de hablarte?" Incluso esa pregunta me ofendía y el dolor emocional de todo esto me aplastó totalmente. Quedé exhausto físicamente por la batalla en curso y apenas podía enfrentar el ir a la iglesia a predicar. Una mañana mi esposa literalmente tuvo que levantarme de mi silla en mi estudio. A mitad de camino a la iglesia, yo le dije que no podía seguir adelante. Ya no podía enfrentarme a otra persona en nuestros servicios, que se preguntara si yo era un farsante. Finalmente clamé: "Señor, ¿qué he hecho para merecer esto? ¿Cuál es mi pecado?" Entonces Dios me condujo a esta oración de Jeremías: "Castígame, oh Jehová, mas con juicio; no con tu furor, para que no me aniquiles" (Jeremías 10:24). Estas palabras de Jeremías se volvieron mi oración diaria durante ese tiempo severo de prueba: "Señor, castígame y júzgame si debes. Pero por favor, ¡no lo hagas en ira! Si oigo una palabra airada más, me destruirá. Por favor, no me reduzcas a polvo, Señor. ¡Ya estoy por los suelos!" Cuando terminé de orar, el Señor me respondió: "David, si elijo corregirte, es porque te amo. Esta prueba, para nada es acerca de Mi juicio. Yo soy misericordioso y amoroso para contigo, así que ¡quédate quieto y mira Mi gloria!" Este conocimiento de Su gloria me llevó a través de todo, hasta un lugar de descanso total y Dios me reivindicó por todos lados. Amado, una vez que tienes esta revelación de la gloria de Dios, nunca más tendrás temor de que Él te vaya a corregir en ira. Él lleva su vara en una mano tierna y amorosa. Él te va a disciplinar, pero sólo en compasión de gracia. Él nunca te hará daño ni te echará a un costado. ¿No debiera esto hacer que nuestros corazones se derritan ante Él en adoración? "Porque Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere" (Proverbios 3:12). DAVID WILKERSON

miércoles, 5 de marzo de 2014

JESÚS ES EL PACTO

Isaías se refería a Jesús cuando profetizó estas palabras: "Así dijo Jehová: En tiempo aceptable te oí, y en el día de salvación te ayudé; y te guardaré, y te daré POR PACTO AL PUEBLO, para que restaures la tierra, para que heredes asoladas heredades" (Isaías 49:8, énfasis mío). Como iglesia de Jesucristo, celebramos el anuncio profético de Isaías cada Navidad. El profeta declara que Dios está a punto de enviar a Su Hijo como la respuesta a cada clamor y oración. Pero este versículo implica más de lo que usualmente asociamos con la historia del bebé en el pesebre. Se nos dice que Jesús fue enviado en forma humana para revelar el pacto de Dios con el hombre: "Te daré por pacto al pueblo". Cuando Dios nos dio Su Nuevo Pacto, Él no estableció un nuevo sistema con un conjunto nuevo de reglas. En lugar de ello, Él nos envió a una persona: Jesús, como El Pacto. El Antiguo Pacto era un conjunto de reglas basado en condiciones. Éste declaraba: "Si tú haces esto o aquéllo, entonces Dios te dará vida. Pero si no lo haces, te perderás la bendición de Dios". Por supuesto, el pueblo nunca alcanzaba el estándar de Dios. No fueron capaces de guardar Su ley, la cual era santa y pura, y, como resultado, sus vidas eran acosadas por la culpa, la vergüenza y la desesperación. En algún momento, decidimos que el Antiguo Pacto de Dios debía ser modificado. Pero Jesús no vino para modificar un Pacto: Él vino como El Pacto. Él no vino a mostrarnos las bendiciones de la gracia: Él es la bendición de la gracia. A lo largo de la historia de la iglesia, hombres como Lutero y Wesley han enfatizado cuán importante es para el pueblo de Dios entender el Nuevo Pacto. Ellos lo vieron como una cuestión de dividir correctamente la Palabra de Dios, entendiendo lo que es la ley y lo que es la gracia. Si no somos capaces de comprender esta materia, dijeron ellos, estamos condenados a una vida de desesperación. Lutero y Wesley sabían que esto era verdad porque ellos mismos habían experimentado dicha desesperación. Esta es la diferencia: Bajo el Nuevo Pacto, la ley de Dios ya no era una norma externa por la cual luchar. En cambio, Su ley sería escrita en nuestros corazones a través del Espíritu Santo: "…el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado" (Romanos 5:5). Somos llenos del Espíritu Santo, la vida misma de Dios, para ayudarnos a obedecer Su Santa Palabra. Cristo nos amó y se entregó por nosotros para que podamos tener esta novedad de vida. GARY WILKERSON