viernes, 14 de enero de 2011

LA PRUEBA MÁS GRANDE DE TODAS

“Y extendió Moisés su mano sobre el mar, e hizo Jehová que el mar se
retirase por recio viento oriental toda aquella noche; y volvió el mar en
seco, y las aguas quedaron divididas” (Éxodo 14:21).

Ante los Israelitas se abrió un camino que los llevaría a la seguridad. En
este momento crucial, Dios quería que su pueblo mirase a aquellas murallas de
agua y creyese que él mantendría el agua separada hasta que ellos pudieran
llegar a salvo al otro lado. Para decirlo simplemente, Dios quería que su
pueblo tuviese una fe que declarase, “Aquél que comenzó este milagro para
nosotros, también lo terminará. Él ya nos ha demostrado que él es fiel.

“Mientras miramos hacia atrás, vemos que todos nuestros temores fueron en
vano. No debimos de haber temido cuando veíamos venir a los Egipcios. Dios
levantó un muro sobrenatural de oscuridad para protegernos de ellos, y no
debimos de haber tenido miedo al escuchar sus amenazas toda la noche. Todo ese
tiempo, Dios nos proveyó con una luz luminosa, mientras nuestros enemigos
estaban enceguecidos por la oscuridad. También temimos en vano aquellos
vientos feroces, cuando todo ese tiempo Dios estaba usándolos para abrirnos un
camino de escape.

“Vemos ahora que Dios sólo desea hacer cosas buenas para nosotros. Hemos
visto su poder y su gloria para beneficio nuestro. Y ahora estamos determinados
a no vivir más con temor. No importa si esos muros de agua se derrumban. Vivos
o muertos, le pertenecemos al Señor.”

Había una razón por la que Dios quería que Israel tuviese esa clase de fe en
este momento. Ellos iban a enfrentar un viaje a través del desierto. Ellos
soportarían privaciones, peligros y sufrimientos. Así que él dijo, “Yo
quiero que mi pueblo conozca que yo les daré sólo lo bueno. No quiero que
estén con miedo de que vayan a morir cada vez que enfrenten el peligro. Yo
quiero un pueblo que no le tenga temor a la muerte, porque ellos conocen que
soy de confiar en todas las cosas.”

Un verdadero adorador no es alguien que baila después que ha ganado la
victoria. No es la persona que canta alabanzas a Dios una vez que el enemigo ha
desaparecido. Eso es lo que los Israelitas hicieron. Cuando Dios partió el Mar
Rojo y llegaron al otro lado, ellos cantaron y bailaron, alabaron a Dios y
pregonaron su grandeza. Pero, tres días más tarde estas mismas personas
murmuraron enojados contra Dios, en Mara. ¡Estos no eran adoradores – sólo
eran gritones superficiales!

Un verdadero adorador es aquél que ha aprendido a confiar en Dios durante la
tormenta. La adoración de esta persona no está sólo en sus palabras, sino en
su manera de vivir. Su mundo está con calma en todo momento, porque su
confianza en la fidelidad de Dios es inamovible. El no está temeroso del
futuro, porque él ya no tiene temor a morir.

Mi esposa Gwen y yo vimos esta clase de fe inamovible en nuestra nieta Tiffany
de doce años de edad. Sentados junto a su cama durante sus días finales,
contemplamos en ella una paz que sobrepasó todo nuestro entendimiento. Ella me
dijo, “Abuelo, yo quiero irme a casa. He visto a Jesús, y él me dijo que
quiere que yo esté allí. Yo ya no quiero estar acá.” Tiffany había
perdido todo su miedo a la muerte y a las privaciones.

Ese es el descanso que Dios quiere para su pueblo. Es una confianza que dice
como Pablo, o como Tiffany, “Viva o muera, yo soy del Señor” Esto es lo
que hace a un verdadero adorador.

Yo oro para que todos aquellos que lean este mensaje, puedan decir en medio de
su tormenta: “Sí, puede ser que continúe enfrentando otra noche oscura,
tormentosa. Pero yo he probado que Dios es fiel. No importa lo que venga, yo
descansaré en el amor que él me tiene.”

DAVID WILKERSON

martes, 11 de enero de 2011

ORACION

“Aquí estoy Jesús, toma mis manos y ponme las esposas.
Tómame prisionero a tu voluntad y guíame donde tú quieres que yo vaya.
¡Mantenme esposado a tu poderoso brazo derecho!”

DAVID WIKERSON

viernes, 7 de enero de 2011

CÓMO SE HACE UN ADORADOR

Éxodo 14 describe un momento increíble en la historia de Israel. Los
Israelitas acababan de salir de Egipto bajo la dirección sobrenatural de Dios.
Y ahora estaban siendo perseguidos arduamente por el ejército de Faraón. Los
Israelitas fueron guiados a un valle rodeado por montañas en ambos lados, y
delante de ellos estaba el mar amenazador. Todavía no lo sabían, pero estas
personas estaban a punto de experimentar la noche más oscura, más tormentosa
de sus vidas. Ellos enfrentaron una noche de pánico y desesperación que los
probaría hasta el fin de sus límites.

Yo creo que este pasaje de las Escrituras nos muestra cómo Dios convierte a su
pueblo en adoradores. Verdaderamente, ningún otro capítulo en la Biblia
demuestra esto más fuertemente. Vea usted, los adoradores no se hacen durante
los avivamientos, o en los tiempos soleados y buenos, o en periodos de victoria
y salud. Los adoradores de Dios se hacen durante las noches tormentosas y
oscuras. Y la manera en que respondemos a nuestras tormentas determina la clase
de adoradores que somos.

Hebreos 11 nos da esta imagen de Jacob durante su vejez. “Por la fe Jacob, al
morir, bendijo a cada uno de los hijos de José y adoró apoyado sobre el
extremo de su bastón” (Hebreos 11:21). ¿Por qué se lo muestra a Jacob de
esta manera en sus últimos días?

Jacob sabía que su vida había llegado al final. Por eso lo vemos dando su
bendición a sus nietos. Así que, ¿qué hace Jacob al mirar hacia atrás, a
los eventos de su vida? El es movido a adorar. Ni una palabra dice este hombre.
Y así, mientras él se apoyaba en su bastón, maravillado ante la vida que Dios
le había dado “[él] adoró”.

Jacob adoró a Dios en ese momento porque su alma estaba tranquila. Él había
probado sin lugar a ninguna duda la fidelidad de Dios. Y ahora el patriarca
concluyó, “No importa en cuál batalla yo he estado, Dios ha demostrado que
me es fiel. El siempre ha sido fiel. Oh Señor, Dios Todopoderoso, ¡Yo te
adoro!”

David Wilkerson

lunes, 3 de enero de 2011

UN FLUJO QUE VA EN AUMENTO

En el capítulo 47 de Ezequiel, se le estaba mostrando al profeta lo siguiente:
En los últimos días, la iglesia de Jesucristo será más gloriosa, más
victoriosa, que en cualquier otra época de su historia. El verdadero cuerpo
del Señor no se va a debilitar ni va a fallar. No va a menguar en número, o
disminuir en poder o autoridad espiritual. No, su iglesia se irá en un
resplandor de poder y gloria. Y disfrutará de la revelación más plena de
Jesús que nadie antes pudo haber conocido.

Ezequiel escribe, “Y los peces, según su especie, serán tan abundantes como
los peces del Mar Grande” (Ezequiel 47:10). Esta viniendo un cuerpo de
creyentes que nadarán en las aguas ascendientes de la presencia del Señor.

Eso es lo que Dios nos está mostrando en la visión de Ezequiel de las aguas
que aumentan (ver Ezequiel 47:3-4).

Ezequiel está hablando aquí de un aumento del Espíritu Santo. En los
últimos días, habrá un aumento de la presencia de Dios entre su pueblo.

El único manantial y fundamento de este río es la cruz. Vemos una imagen
literal de esto en el siguiente verso; “Pero uno de los soldados le abrió el
costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua” (Juan 19:34).

El nivel de agua que va creciendo en el río es la imagen de Pentecostés,
cuando el Espíritu Santo fue dado a los discípulos. Junto con este don del
Espíritu, a los seguidores de Cristo se les dio la promesa de que él sería
un río de vida que brotaría desde dentro de ellos. Y ese río fluiría hacia
todo el mundo (ver Juan 7:38-39).

El río de vida llegará a su máxima altura justo antes del retorno del
Señor. Esto fue dicho en la visión dada a Ezequiel. Dios lo llevó al profeta
en un viaje fabuloso. Llevando un cordel de medir, el Señor midió 1.000 codos
lo cual mide más o menos medio kilómetro. A esa distancia, el Señor y
Ezequiel comenzaron a caminar en el agua que en ese punto llegaba de altura
hasta los tobillos.

Ezequiel testifica, “me hizo pasar por las aguas” (Ezequiel 47:3). Y el
Señor siguió animando al profeta a seguir hacia delante, a entrar más
profundamente y más lejos en el agua. Después de otros 1.000 codos, el agua
les llegó hasta las rodillas. Y seguía subiendo el nivel.

¿Ve usted lo que está sucediendo aquí? Ezequiel estaba caminando hacia el
futuro, hasta llegar a nuestro tiempo. Los Cristianos hoy día viven en los
últimos 1.000 codos del río en esta visión. Estamos en la última medida del
agua. Y Ezequiel dice que cuando él puso su pié en el borde de esta medida, el
agua estaba muy profunda para él, muy arrolladora. “Y era ya un río que yo
no podía pasar, porque las aguas habían crecido de manera que el río no se
podía pasar sino a nado” (47:5).

Yo sólo puedo imaginar el asombro de este hombre cuando el Señor le pregunta,
“Ezequiel, ¿qué es este mar que ha crecido? Si este río representa la vida
y el poder de la resurrección, ¿quiénes serán aquellos tan bendecidos de
nadar en tal gloria?” El sólo podía imaginarse lo que nosotros ahora
disfrutamos.

Tal vez usted ha disfrutado abundantemente de la presencia de Jesús. Puede ser
que usted esté exuberante por la revelación que tiene de Cristo ahora. Pero,
le digo, usted no ha visto nada en comparación al incremento que está
viniendo para los justos. Cristo va a abrir nuestros ojos y aparecerá
maravillosamente entre nosotros. El se revelará a nosotros, derramando en
nosotros la cantidad de su vida que nosotros podamos soportar sin estar
todavía en nuestros cuerpos glorificados.


DAVID WILKERSON