jueves, 8 de marzo de 2012
AMABLE Y PACIENTE
“Antes sed bondadosos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a
otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.” (Efesios 4:32).
Si usted quiere ser misericordioso -tomar su manto para restaurar a su hermano
o hermana -usted no necesita saber detalles de cómo la persona se
“ensució.” Jesús no le preguntó a Sus discípulos, “¿Cómo se
ensuciaron ustedes los pies?” Él solamente quería quitar de ellos el polvo.
Su amor por ellos fue incondicional.
De la misma manera, aquéllos que caminan en la plenitud de Jesucristo deben de
tener una actitud de amor hacia las personas con pies sucios. No estamos para
preguntar detalles. En su lugar, nosotros debemos decir, “Déjame lavar tus
pies.”
Muy seguido cristianos quieren ahondar en todos los detalles morbosos de una
situación. Ellos vienen a un creyente que tiene pies sucios diciéndole, “Yo
quiero lavar tus pies. Pero dime, ¿qué sucedió? ¿cómo te ensuciaste?”
En cierto punto de la historia de fracaso, el curioso consolador se percata,
“¡Oh, esto es peor de lo que pensaba. Yo no puedo resolver esto.” Y
después de unos pocos detalles, él llega al límite de su endeble
misericordia humana. Él juzga a la persona como muy malvada, más allá de
ser auxiliada, y tira el manto y se aleja.
Amado, usted no puede lavar pies portando un manto de juez. Usted tiene que
quitarse sus mantos de rectitud antes de que pueda hacer cualquier limpieza.
Pablo dice que nosotros debemos de ser amables y pacientes con toda la gente:
“porque el siervo del Señor no debe ser amigo de contiendas, sino amable para
con todos, apto para enseñar, sufrido. Debe corregir con mansedumbre a los que
se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la
verdad.” (2 Timoteo 2:24-25)
Pablo está diciendo, “Tú debes ser misericordioso con todos, deseoso de
lavarles los pies. Dios tendrá misericordia de ellos y los librará de su
pecado.”
DAVID WILKERSON
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