miércoles, 8 de mayo de 2013

SIN TENER DAVID ESPADA EN SU MANO

“Así venció David al filisteo con honda y piedra; e hirió al filisteo y lo
mató, sin tener David espada en su mano… Y cuando los filisteos vieron a su
paladín muerto, huyeron. Levantándose luego los de Israel y los de Judá,
gritaron, y siguieron a los filisteos hasta llegar al valle, y hasta las
puertas de Ecrón. Y cayeron los heridos de los filisteos por el camino…”
(1 Samuel 17:50-52).

Cuando David mató a Goliat, hubo un giro tan dramático que Israel hizo huir a
los filisteos que tropezaban. Lo más importante en este pasaje es esta corta
frase: “sin tener David espada en su mano”. Dios demostró su fidelidad a
través de la confianza de David – y esto llenó de fe a cada soldado
israelita. Toda la burla y la vergüenza se fueron y la confianza de los
israelitas volvió, una confianza en que su Dios pelearía por ellos.

El profundo efecto de ver el poder de Dios obrando a favor de nosotros es que
nuestra confianza es renovada para enfrentar el combate. La batalla es de
Cristo, quien nos hace el llamado: “Vengan, vean mi mano victoriosa. “¡He
cortado la cabeza de tu acusador!” Ahora estamos en capacidad de seguir
adelante, diciendo: “Señor, tú no me has abandonado. Tú has permitido todo
esto, cada revés, incluso las burlas. Y lo hiciste con misericordia, para que
yo pueda creerte”.

Aun así, muchos nos preguntamos: “¿Cuándo se moverá el Señor a favor
mío?” La respuesta a ello es que ¡Jesús ya lo hizo! Tu victoria fue
establecida hace 2,000 años en la cruz. Su triunfo en la cruz es la misma
victoria que hace huir a todos los gigantes en nuestras vidas. Puede ser que tu
matrimonio esté sufriendo, pero Cristo ha derrotado las potestades de las
tinieblas preparadas en contra de ti y de tu esposa. Quizás tu economía no
está en orden, pero tu Señor te ha preparado un futuro y una esperanza. Puede
ser que tus hijos no sigan la vida piadosa en la que tú los guiaste, pero
Jesús ha comprado su salvación. Podemos tener batallas en  muchos frentes,
pero Cristo ha asegurado nuestra victoria.

¿Estás ahora dispuesto a ver a tus enemigos derrotados? Piensa en todas las
voces acusadoras que oyes. Puedes responderle a todas ellas: “Éste es tu
final, demonio, La victoria de Jesús te ha enviado a volar lejos. Mi victoria
ya fue sellada y ganada. Cuando Él lo desee, mi Héroe manifestará esa
victoria y el mundo lo contemplará en toda Su gloria. Todos sabrán que la
batalla no se gana con lanza y espada, sino con el Señor”.


Gary Wilkerson
 

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