lunes, 20 de mayo de 2013

MUÉSTRANOS TU GLORIA

Pedro y Juan estaban caminando hacia el templo cuando se encontraron con un
mendigo cojo. Al oír sus ruegos pidiendo limosna, Pedro respondió: “No
tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de
Nazaret, levántate y anda.” (Hechos 3:6).

¡El mendigo fue sanado instantáneamente! Fue un milagro que tuvo un efecto
impactante: “Y teniendo asidos a Pedro y a Juan el cojo que había sido
sanado, todo el pueblo, atónito, concurrió a ellos al pórtico que se llama
de Salomón” (3:11). Acá también vemos otra asombrosa escena de la
manifestación de la gloria de Dios.

El cojo que había sido sanado “se asió” de Pedro y de Juan. Ésta es la
figura de alguien sujetándose por su propia vida, agarrado sin ninguna
vergüenza. Es como si este hombre dijera: “¡La presencia de Dios es real!
He estado sentado en este lugar durante años, rogando que me ayuden, pero
nunca he experimentado algo como esto. ¡Él ha movido mi alma más que
cualquier cosa que haya conocido!

Dios ama un corazón que se prenda de Él, le busque y clame: “Señor, tu
gloria es demasiado grande para dejarla pasar. Me agarro de la esperanza que me
has dado; una esperanza de sanidad, de transformación, de Tu presencia en mi
vida y en mi mundo.”

“Todo el pueblo” vino a ver lo que había sucedido (3:11). Cuando Dios
revela Su Gloria en poder, la respuesta no pasará desapercibida. La grandeza
de Su poder requiere la atención de todos alrededor.

Supongamos que la sanidad milagrosa de este mendigo haya acontecido en la
iglesia donde pastoreo. No podríamos comprar suficientes sillas para recibir a
las multitudes que vendrían. No me estoy refiriendo sólo a curiosos que aman
el espectáculo. Todos anhelamos que Dios toque nuestras vidas. Tanto los
creyentes como los inconversos tienen dolor en este momento, divagan como
ovejas sin pastor, con hambre de algo real. Así que, cuando la gloria de Dios
se manifiesta, trayendo novedad de vida, ésta atrae la atención de todos, no
sólo de unos cuantos.

“Todo el pueblo [estaba] atónito” (3:11). Cuando el pueblo vio que el
mendigo fue sanado, se maravilló: “Nada de lo que conocemos se compara a
eso. ¡De cierto Dios está en este lugar!”

Déjame preguntar: ¿Quieres que tu vida esté más sumergida en Dios?
¿Quieres que Su gloria venga a tu casa, tu matrimonio, la vida de tus hijos y
transforme las  cosas de modo que todos queden atónitos? Adivina, ¡esto es lo
que Dios quiere! Él quiere que tú quedes atónito por Su gloria y seas
transformado por ella. Y Él quiere que el mundo que te rodea se sorprenda
mientras Su poder glorioso trae nueva vida a aquellas situaciones en las que
siempre hubo derrota.

GARY WILKERSON

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