jueves, 16 de mayo de 2013

DETENTE Y ESCUCHA

Me pregunto si el Señor se llega a cansar de que sus hijos vengan a Su
presencia pero ni una sola vez se detengan para escuchar.  Nada es más vacío
y vano que una comunicación unidireccional. Intenta escuchar a alguien unas
cuantas horas sin poder tú decir una sola palabra. Te quedas con un
sentimiento de soledad. La persona que “descargó todo su interior” se
aleja sintiéndose mejor, pero el pobre oidor queda vacío.

¿Cuántas veces hemos dejado al Señor en el lugar secreto, solo y vacío?
Corremos a Su presencia, exclamando: “¡Te alabo, Jesús!¡Te amo, Jesús!
Toma, aquí tienes mi lista de compras y mis tarjetas de sanidad. Amén”.
¿Cuántas veces habrá estado Él dispuesto y ansioso de abrir su propio
corazón para hablarnos, cuando de pronto, ya no había nadie?

Si oramos durante una hora, hablamos durante una hora. Si oramos durante varias
horas, hablamos durante varias horas. Si oramos toda la noche, hablamos toda la
noche; millones de voces hablando y alabando. He dedicado toda una vida de
predicación, tratando de hacer que la gente ore. Ahora entiendo que ése no ha
sido el problema. El verdadero problema ha sido dejar solo, vacío, al Salvador
en el lugar secreto de oración, sin haber podido decirnos una sola palabra.

Dejamos ese lugar de oración habiendo descargado nuestros corazones. Le
contamos de nuestras esperanzas, nuestros sueños y nuestros deseos. Dejamos
ese lugar santo de oración con una mente satisfecha. Sin embargo, nuestro
Señor seguía ahí, esperando con gran anticipación, anhelando compartir en
dicha comunión. Creo que nuestro Señor dice: “Sí, sí, gracias por tu
alabanza. La acepto. Estoy tan contento de que te hayas tomado el tiempo de
encerrarte conmigo. He oído tu petición y el Padre te concederá el deseo de
tu corazón. Pero por favor, ¡espera! No te vayas justo ahora. Quiero
compartir contigo algunas cosas. Mi corazón anhela descargarse contigo. He
guardado tus lágrimas. He calmado tu mente atribulada. Ahora, ¡déjame
hablar! Déjame decirte lo que está en Mi corazón”.

Nuestro Señor Jesús quiere hablar. Él quiere hablarnos de lo que está
quebrantando Su corazón en nuestra generación. Él quiere hablar a cada uno
de sus hijos acerca del plan precioso que Él tiene para todos los que en Él
confían y revelarles verdades gloriosas. Él quiere darnos instrucción para
nosotros y ayuda para criar a nuestros hijos; soluciones para nuestros
problemas; nuevos ministerios y campañas de evangelismo que salvarán a los
perdidos; palabras específicas concerniente a trabajos, carreras, casas,
compañeros en la vida; verdades acerca del cielo, del infierno y de las
calamidades venideras. Principalmente, Él quiere hablarnos acerca de cuánto
Él ama y cuida a los suyos.

“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la
puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (Apocalipsis 3:20).

DAVID WILKERSON

No hay comentarios: