jueves, 11 de agosto de 2011

TRAYENDO A CRISTO A SU CRISIS


En Daniel 3, el rey Nabucodonosor erigió una estatua grande, de oro, de
noventa metros de altura y convocó a todos los líderes de su vasto imperio a
una ceremonia de dedicación. Una vez que éstos llegaron, Nabucodonosor
ordenó que todos se postraran en adoración ante la imagen y aquel que
desafiara la orden debía morir.

Tres de los amigos de Daniel, Sadrac, Mesac y Abed-Nego rehusaron arrodillarse.
Estos hombres, junto con Daniel, habían sido llevados cautivos de Jerusalén.
No era raro en aquellos días castigar a quienes violaban los decretos del rey
arrojándolos en un horno ardiente. (ver Jeremías 29:22).
Cuando los guardias trajeron a los tres hombres hebreos ante el rey, él les
gritó "¡Aja! ¿Con que se niegan a arrodillarse ante mi imagen? Voy a darles
una oportunidad más. Si no se inclinan en esta ocasión, los lanzaré en el
horno de fuego ardiente". (Daniel 3:14-15).

Finalmente, los tres hebreos fueron lanzados al horno. Pero el rey quedó
perplejo; no hubo ningún destello repentino de cuerpos asados, ni olor a carne
quemada. El observó detenidamente el fuego y se sorprendió de lo que vio.

Los tres hombres hebreos estaban caminando por encima de las brasas. El fuego
había quemado sólo las cuerdas que los ataban y ahora sus manos estaban
levantadas alabando a Dios. Nabucodonosor se dirigió a uno de sus
colaboradores y dijo: "¿Cuántos hombres tiramos ahí dentro?"

"Tres, oh rey," fue la respuesta.

“¡Pero yo veo cuatro! Y ninguno de ellos está en llamas. Ninguno está
herido. Y uno de ellos tiene la apariencia del Hijo de Dios " (véase Daniel
3:24-25).

Jesús entró en la crisis de estos hombres por una razón ¡y solamente por
una razón! Él vino para consolarlos y rescatarlos porque los amaba. El mismo
Señor de la gloria se comprometió con ellos en su momento de crisis ¡porque
ellos estaban totalmente comprometidos con Él!


DAVID WILKERSON

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