jueves, 19 de junio de 2014
PECADO OCULTO
Mientras los hijos de Israel acampaban en el Monte Sinaí, repentinamente
fueron cubiertos por una gran oscuridad y una increíble llama de fuego. Desde
el interior de esa llamarada, Dios habló: “Estas palabras habló Jehová a
toda vuestra congregación en el monte, de en medio del fuego, de la nube y de
la oscuridad, a gran voz” (Deuteronomio 5:22).
Mientras todo esto estaba pasando, los israelitas estaban perplejos de terror.
Ellos estaban convencidos de que morirían antes de que la voz del Señor
dejara de hablar. Finalmente, la voz se detuvo; los relámpagos pararon y el
temblor terminó. Y después de poco tiempo, el sol comenzó a brillar.
Mientras la gente miraba a su alrededor, ellos vieron que todos estaban vivos.
¡Ellos habían oído la voz real y audible de Dios y vivieron!
Evidentemente, tan pronto como esta increíble manifestación terminó, los
ancianos y líderes de cada tribu convocaron a una reunión. Uno pensaría que
ésta sería la más grandiosa reunión de alabanza en la historia de la
humanidad, sin embargo, esta reunión no era una de alabanza, de ninguna
manera. Increíblemente, los ancianos le dijeron a Moisés: “No podemos
manejar este tipo de experiencia. No queremos volver a oír la asombrosa voz de
Dios. Si Él nos vuelve a hablar otra vez de esta manera, moriremos. De ahora en
adelante, queremos escuchar Sus palabras a través de la voz de un hombre”.
Su respuesta es totalmente desconcertante. ¿Por qué alguien reaccionaría de
esta manera a tal glorioso milagro de Dios? Yo puedo decirles porqué: Porque
los israelitas tenían pecados ocultos en sus corazones. Ellos eran idólatras
a escondidas.
Increíblemente, esta gente aún se aferraba a sus pequeños ídolos de oro que
había traído con ellos de Egipto. El apóstol Esteban dijo que estos ídolos
eran: "Figuras que os hicisteis para adorarlas..." (Hechos 7:43). Los
Israelitas los habían tallado en la semejanza de los gigantes becerros de oro
que los egipcios adoraban. Ellos clamaban: “Tú nos libraste de Egipto. Tú
eres nuestro Dios". Y ahora, en el desierto, ellos todavía no habían dejado
su horrible idolatría.
Esteban llamó a esta gente: “La congregación en el desierto" (versículo
38). Él estaba sorprendido de que incluso después de que el Señor les había
hablado audiblemente, sus corazones estaban todavía en la idolatría de Egipto.
Él dijo de ellos: "…nuestros padres no quisieron obedecer…y en sus
corazones se volvieron a Egipto” (versículo 39).
Tú puedes ver porqué la voz de Dios hizo temblar a este pueblo. La razón por
la cual ellos pensaron que morirían era porque estuvieron en la presencia de un
Dios santo y todopoderoso, no de un ídolo tallado y sin vida. Su Espíritu
había impactado sus almas y sus conciencias los estaban convenciendo de
pecado.
DAVID WILKERSON
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