martes, 3 de junio de 2014
DIOS NO ESTABA ENOJADO CON JONÁS
“Si mirares a los pecados, ¿quién, oh Señor, podrá mantenerse?” (Salmos
130:3).
Muchos cristianos luchan como David. Cuando el temor santo y justo de Dios es
implantado en su alma, Su terrible majestad acampa sobre ellos. Ríos de Su ley
señalan directamente a su corazón, y comienzan a languidecer en agonía. Como
David, claman, Señor, ¿quién puede estar delante de ti? ¿Quién puede
soportar tu santidad?
Jonás hizo la misma pregunta. Él estaba literalmente en el fondo del océano,
sin poder escapar de su dilema. También él clamó: “Me echaste a lo
profundo, en medio de los mares, y me rodeó la corriente; todas tus ondas y
tus olas pasaron sobre mí…descendí a los cimientos” (Jonás 2:3, 6).
¿Quién lanzó a Jonás a aquella profundidad de tinieblas? ¡Fue Dios!
Ciertamente, fue el Padre celestial quien llevó al profeta al mismo fondo y
preparó un gran pez para que se lo tragara.
Dios no estaba enojado con Jonás, entonces, ¿por qué permitió que esto le
sucediera a él? ¡Porque Él quería detener a su siervo de huir de Su
voluntad! Él quería que Jonás siguiera Su plan, para que fuera bendecido. En
resumen, ¡Dios llevó a Jonás a las profundidades para restaurarlo!
Jonás 2:2 nos dice exactamente lo que Dios buscaba: “Invoqué en mi angustia
a Jehová, y él me oyó; desde el seno del Seol clamé, y mi voz oíste”. El
Señor estaba esperando que Jonás se volviera a Él, que clamara sólo a Él.
“Entonces dije: Desechado soy de delante de tus ojos; mas aún veré tu santo
templo” (versículo 4). “Cuando mi alma desfallecía en mí, me acordé de
Jehová” (versículo 7).
En la actualidad, el Señor hace lo mismo con nosotros: Él permite que nos
hundamos en la desesperación de nuestro pecado hasta que no tengamos otra
opción que recurrir a Él. Y finalmente, desde el vientre de nuestro infierno,
clamamos: ¡Oh Señor, por favor escúchame! No tengo esperanzas. ¡Tienes que
liberarme!”
Quizás has llegado al fondo de tu pecado. Simplemente, parece que no puedes
obtener la victoria sobre ese pecado que te asedia. Y ahora el Señor ha
permitido que desciendas a las profundidades. Sin embargo, todo es con un
propósito. Él está esperando que, como Jonás, tú puedas “mirar otra vez
a Él”.
Tenlo por seguro, que cuando Jonás clamó al Señor, Dios lo libró
rápidamente:” Y mandó Jehová al pez, y vomitó a Jonás en tierra”
(versículo 10). Dios le dijo al pez: “¡Basta ya! Ahora, vomítalo. ¡Mi
siervo me ha invocado y Yo le voy a contestar!”
DAVID WILKERSON
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