martes, 10 de diciembre de 2013
LA DESCENDENCIA DE ABRAHAM
Hay victoria disponible para nosotros sobre todas estas cosas que atribulan
nuestras mentes. Se encuentra envuelta en un pacto que Dios hizo hace años con
Abraham y sus descendientes:
“Salvación de nuestros enemigos, y de la mano de todos los que nos
aborrecieron; para hacer misericordia con nuestros padres, y acordarse de su
santo pacto; del juramento que hizo a Abraham nuestro padre, que nos había de
conceder que, librados de nuestros enemigos, sin temor le serviríamos en
santidad y en justicia delante de él, todos nuestros días.” (Lucas
1:71-75).
El juramento de Dios a Abraham y a sus hijos es claro como el cristal: ¡Él
nos librará de todos nuestros enemigos, para que podamos vivir sin miedo -
tranquilos y en reposo - todos los días de nuestras vidas!
Amados, este pacto se aplica a cada uno de nosotros que vivimos hoy en día.
Según Pablo, todos los que han recibido a Cristo como Señor por la fe son
“descendientes de Abraham.” “…No los que son hijos según la carne son
los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados
como descendientes.”(Romanos 9:8). “Sabed, por tanto, que los que son de
fe, éstos son hijos de Abraham.” (Gálatas 3:7).
Entonces, ¿Cómo podemos reclamar la promesa de este pacto? Abraham hizo una
pregunta similar al Señor, cuando él no vio ningún alivio para su dilema.
Él preguntó: “¿Qué me darás, Señor, ya que yo no tengo ningún hijo?”
Esta fue la respuesta de Dios: “… Yo soy tu escudo, y tu galardón será
sobremanera grande” (Génesis 15:1).
El Señor le dijo: “Abraham, Yo voy a darte a Mí mismo - y eso es todo. Yo
seré tu defensor y tu gran recompensa, porque Yo soy el que soy. ¡Nunca
necesitarás temer a otro enemigo mientras vivas, porque Yo seré Dios para
ti!”
El Señor nos da una promesa tan gloriosa como esta en su nuevo pacto cuando
dice: “Y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo;”
(Hebreos 8:10). De hecho, desde el mismo principio de la creación, a través
de toda la Escritura, oímos a Dios haciendo esta súplica a la humanidad:
“¡Yo quiero ser Dios para ti!”
DAVID WILKERSON
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