jueves, 13 de junio de 2013
UN MOVIMIENTO DE JESÚS VERDADERO
¿Qué hombre, mujer o niño afligido no correría a un lugar donde sus
problemas de toda la vida fuesen solucionados por Dios; donde tomasen lugar
sanidades profundas y milagrosas? Esto es verdaderamente un “movimiento de
Jesús”. Y no pasa por planificación, ingenio o eventos organizados, sino
que sucede cuando Dios se manifiesta. Dondequiera que Su gloria se manifiesta,
ya sea a través de la predicación fiel o un testimonio sencillo, la gente
correrá a experimentarlo.
El pueblo “concurrió a ellos” (Hechos 3:11). Hay un gran significado en la
palabra “concurrió”. Estas personas no estaban luchando entre sí para
adelantarse, sino que fueron como uno solo, cada uno en humildad ante el
majestuoso poder de la presencia de Dios.
La gloria de Dios tiene ese efecto. Nos unifica en sobrecogimiento. De hecho,
ese es el deseo de Dios para nosotros: dejar a un lado nuestras diferencias,
perdonar las ofensas, e ir a aquellos que necesitan nuestro perdón o que
necesitan perdonarnos.
No podemos esperar que un Dios glorioso e impresionante se mueva en medio de
nosotros, si nos aferramos a una lengua que habla perversidades, a un corazón
que guarda rencores o a un espíritu que se niega a perdonar a otros. ¿Por
qué los incrédulos correrían a una iglesia donde reinan la malicia y la
división? Los actos gloriosos de Dios unifican nuestros corazones, pero
¿Cómo podemos ser unificados si nos negamos a dejar a un lado nuestras
divisiones?
¿Por qué la gloria de Dios se manifiesta en algunas iglesias y personas pero
no en otras? Pedro provee una respuesta en la escena en el templo. Le dijo a
las maravilladas personas: “Varones israelitas…el Dios de Abraham, de Isaac
y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo
Jesús”.(Hechos 3:12-13)
Dios ha puesto toda Su majestad, gloria y poder en una sola fuente: Cristo. Su
gloria no se da a conocer en hombres inteligentes y poderosos o a través de
planes brillantes y estrategias ingeniosas. Su gloria se encuentra en una sola
fuente: Jesús.
Si queremos la gloria de Cristo en nuestras vidas y en nuestras iglesias, ésta
no va a venir a través de nuestra fuerza o esquemas. Va a venir al vaciarnos de
nosotros mismos para que Él pueda llenarnos. Debemos decir junto con Juan el
Bautista: “Es necesario que Él crezca, pero que yo mengüe.”(Juan 3:30)
GARY WILKERSON
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