viernes, 7 de junio de 2013
COMPASIÓN INFINITA
Una hermosa enfermera, de 19 años de edad, me detuvo después de un servicio
en una cruzada. Entre lágrimas, sollozó una penosa confesión: “Sr.
Wilkerson, soy lesbiana. Me siento tan sucia e impura. La iglesia donde solía
asistir me pidió que nunca volviera. El ministro dijo que no podía correr el
riesgo de que sedujera a otros en su congregación. Siento como si el suicidio
fuese mi única salida. Yo vivo con miedo y condenación total. ¿Será que
debo matarme para encontrar paz?”
Ella se alejaba de mí, como si se sintiera demasiado impura para estar en mi
presencia. Le pregunté si todavía amaba a Jesús. “Oh, sí”, respondió
ella. “Cada hora del día, mi corazón clama a Dios. Amo a Cristo con todo en
mí, pero estoy atada a este terrible hábito.”
Qué hermoso fue ver su cara iluminarse cuando le dije lo mucho que Dios la
amaba, incluso en sus luchas. Le dije: “No vuelvas nunca a entregarte a tu
pecado. Dios traza una línea justo donde estás. Cualquier impulso hacia Él
es contado como justicia. Cualquier movimiento al otro lado de esa línea,
lejos de Él, es pecado. Si nos acercamos a Él, Él se acerca a nosotros.
¡Sigue tu impulso espiritual! Sigue amando a Jesús a pesar de que aún no
tienes la victoria total. Acepta diariamente Su perdón. ¡Vive un día a la
vez! ¡Convéncete de que Jesús ama a los pecadores así que Él te debe amar
a ti también!”
Ella sonrió con una sonrisa de alivio y dijo: “Sr. Wilkerson, usted es el
primer ministro que me ofrece un rayo de esperanza. En lo profundo de mi
corazón yo sé que Él todavía me ama y yo sé que me va liberar de esta
esclavitud. Pero todos me han condenado tanto. Gracias por su mensaje de
esperanza y amor”.
Lector de este mensaje, ¿Estás viviendo bajo condenación? ¿Has pecado
contra el Señor? ¿Has contristado al Espíritu Santo en tu vida? ¿Estás
librando una batalla perdida con una tentación abrumadora?
Todo lo que necesitas hacer es buscar en la Palabra de Dios y descubrirás un
Dios de misericordia, amor y compasión infinita. David dijo: “JAH, si
mirares a los pecados, ¿Quién, oh Señor, podrá mantenerse? Pero en ti hay
perdón, para que seas reverenciado.” (Salmo 130:3-4).
DAVID WILKERSON
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