miércoles, 5 de junio de 2013

SERVICIO

El orgullo es repelido ante la idea del servicio. Hoy, todos quieren ser cualquier cosa menos siervos. Un popular juego de niños en Estados Unidos se llama “Los Amos del Universo”. Pero esto también se está volviendo la teología de muchos cristianos. Mencionamos esta escritura: “Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo” (Gálatas 4:7). Lo que realmente Pablo está diciendo es que un hijo al que se le ha enseñado correctamente, sabe que legalmente es el hijo del rey con todos los derechos, pero ama tanto a su padre que elige el rol del siervo. Pablo dijo también que él era “siervo de Jesucristo” (Romanos 1:1) y Santiago se llamó a sí mismo “siervo de Dios y del Señor Jesucristo” (Santiago 1:1). Un siervo no tiene voluntad propia; la palabra de su señor es su voluntad. La cruz representa la muerte de todos mis planes, ideas, deseos, esperanzas y sueños. Y principalmente, significa la muerte absoluta de mi propia voluntad. Ésta es la verdadera humildad. “…se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:8). Él le había dicho a Sus discípulos: “Mi comida (el cumplimiento de mi vida) es que haga la voluntad del que me envió” (Juan 4:34). En otras palabras, “Renuncio a tomar acción con mis propias manos. ¡Esperaré hasta oír cada instrucción de Mi Padre!”. Juan escribió: “…como él es, así somos nosotros en este” (1 Juan 4:17). Todo verdadero Cristiano debe estar dispuesto a decir: “Yo quiero verdaderamente hacer Su voluntad”. Pero aquí es precisamente donde erramos. Fijamos nuestros corazones en algo que queremos, algo que se ve bien, que suena lógico, pero no es la voluntad de Dios. Ayunamos, oramos e intercedemos, derramamos un mar de lágrimas, lo reclamamos, citamos la Biblia y hacemos que otros estén de acuerdo con nosotros. Una de las mayores trampas para los cristianos es una “buena idea” que no está en la mente de Dios, una “buena estrategia” que no es de Dios, un “plan bien elaborado” que no es Suyo. ¿Puede tu deseo sobrevivir a la cruz? ¿Puedes alejarte de ello y morir a ello? Debes ser capaz de decir con honestidad: “Señor, quizás no es el diablo el que me está deteniendo, sino Tú. Si esto no es Tu voluntad, me podría destruir. Me rindo ante la cruz. ¡Hazlo a tu manera, Señor! DAVID WILKERSON

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