miércoles, 19 de junio de 2013

UN REMANENTE

En cada generación existe un remanente que corre hacia Jesús con pasión y gratitud. Yo creo que el leproso samaritano corrió de regreso a Jesús porque no estaba atado a formas o ritos (ver Lucas 17:11-19). Él no tenía que “desaprender” nada. Como vemos, los otros nueve habían sido criados de manera ortodoxa, sus mentes habían sido enseñadas desde su niñez en los rituales y las ceremonias, y seguían aun atados por su tradición. Pero cuando el samaritano vio todo el sistema religioso, exclamó: “¡De ninguna manera!”. Él fue testigo de la falsedad de los líderes religiosos y de los domingueros. Él vio a los fariseos robando a las viudas y llevándose sus casas. Vio sacerdotes sobornando y siendo sobornados. Él vio los templos llenos de cambistas, que cambiaban la casa de Dios en una cueva de ladrones. Vio escribas dando leyes para otros, que ellos mismos ni intentaban cumplir. Él vio todos los exteriores blanqueados, las falsas caretas, la doble vida y se dijo a sí mismo: “Esto es un ciego guiando a otro ciego y no es para mí. Yo quiero aquello que es real”. Mientras él iba al pueblo con los otros nueve, de vuelta al sacerdote, a la iglesia, a la sociedad y a la buena vida, se detuvo y pensó: “¡Un momento! Yo recuerdo cómo era cuando lo tenía todo, dinero, prestigio y seguridad. ¡Yo era un miserable! Todos los que se llamaban “mis amigos” me rechazaron al primer síntoma de una posible lepra. Estaba vacío, atado a hábitos pecaminosos, lleno de odio y de amargura. Vivía un infierno, ¿por qué volvería a eso?”. De pronto, algo en su corazón comenzó a arder: “Mírenme, estoy limpio. Jesús me sanó. La iglesia puede esperar; mi familia, mi carrera pueden esperar. ¡Me voy con Jesús! ¡Quiero llegar a conocer a Aquél que me sanó!” Él llegó a la misma conclusión que llega todo pueblo remanente: “No hay nada allá afuera que yo quiera. ¡Todo es vanidad! ¡Iré a Jesús y Él será mi realidad! DAVID WILKERSON

martes, 18 de junio de 2013

UN NUEVO MUNDO ESTÁ EN CAMINO

La Biblia dice que en los últimos días aparecerán burladores, que harán escarnio del mensaje de que Jesucristo regresará para establecer un nuevo reino. Los burladores dirán: “¿Dónde está Jesús? No veo ninguna evidencia de Su retorno. ¡Todo está igual que al principio!” Si fuéramos a intentar convencer a estos burladores de que Jesús vendrá a purificar la Tierra con fuego y va a establecer un reino de justicia eterna, nos llamarían dementes. Muchos ridiculizan la idea misma de una segunda venida de Cristo. Sin embargo, sin pestañear, ¡estos burladores se dan vuelta y proclaman que “un nuevo orden mundial” está en camino! Tales burladores han comprado una mentira del infierno. Satanás siempre fabrica una imitación justo antes de la llegada del original. Como puedes ver, él sabe que el Rey Jesús está a punto de volver y que Su nuevo mundo está a las puertas. El diablo quiere mantener a sus propios hijos engañados al promover un mundo de fantasías, con falsas esperanzas. Así que ahora, él ha inventado una doctrina nueva, demoniaca de una Nueva Era venidera ¡para impedir que la gente acepte la realidad de un Cristo que volverá! Esta reciente falsificación de la Nueva Era apareció por primera vez durante la era de Acuario. La onceava constelación se movería a un reino final de Nueva Era, el cual sería llamado “nuevo orden mundial”. Los seguidores de la Nueva Era dicen que este nuevo orden mundial está a punto de amanecer. Ellos predicen que una calamidad catastrófica ocurrirá y un nuevo orden mundial se levantará del caos, marcando el comienzo de una sociedad de amor, de entendimiento y de paz mundial. Todas las enfermedades serán curadas. Las guerras cesarán. Ya no habrá pobreza. Y el único Cristo que existirá, será una “conciencia de Cristo”, es decir, un concepto mundial de hermandad. El amor hacia uno mismo será el rey y el placer será el objetivo de todos. Tengo malas noticias para estos burladores de la Nueva Era. Lo siento, pero el diablo los ha engañado. No existe tal cosa como un mundo de fantasía al que él está llevando a la humanidad en estos últimos días. ¡Oh! Sí vendrá un nuevo mundo, de acuerdo, pero no es un “nuevo orden mundial” o una Nueva Era. Más bien y muy pronto, todos los reinos de este mundo serán de nuestro Señor y todos Sus enemigos serán puestos por estrado de Sus pies, Cristo volverá para establecer Su reino santo, y los burladores no tendrán parte alguna en él: “Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 Pedro 3:13). DAVID WILKERSON

lunes, 17 de junio de 2013

MÁS DE CRISTO

“Ve…al sacerdote…para testimonio a ellos” (Lucas 5:14). Durante los años venideros, los diez leprosos que fueron sanados pudieron haber tenido un testimonio poderoso, al pasar su vida hablando de cómo con una sola Palabra Jesús los sanó: “¡Yo era un leproso! Estaba solo y sin esperanza, sucio, perdido, muriendo. Entonces vino Jesús y me limpió. Llevo veinticinco años de estar sano ¡y alabo Su nombre!”. Todo esto suena maravilloso. Pero el problema era que ellos estarían hablando sobre un Hombre que no conocían, dando testimonio del poder de un Salvador del cual no sabían nada. Sólo lo vieron a lo lejos. Ellos podrían decirte cómo se veía Jesús, cómo hablaba, cómo caminaba, pero nunca se acercaron a Él ni a Su corazón. Una de las mayores tristezas que he tenido en todos mis años de ministerio ha sido el ser testigo del agotamiento de es adictos y ex alcohólicos que fueron liberados milagrosamente de un vida de terrible pecado y crimen. Muchos de ellos fueron llamados por Dios para predicar, pero las iglesias y los pastores insistían en pedirles que vayan a dar sus testimonios espectaculares. Ellos eran presionados y alentados a dar los detalles más escabrosos de su pasado. Ahora, años después, muchos de estos ex adictos me cuentan la misma historia: “Hace quince años yo era un proxeneta. Vivía con prostitutas y fui a la cárcel veinte veces. Un día alguien me habló acerca de Jesús y ¡fui lavado y sanado!”. Amados, ¡cientos de tales preciosos convertidos están ahora consumidos, se han apartado y han naufragado! No tienen el carácter de Cristo, ni relación con Dios, porque están viviendo en una experiencia única del pasado. Nunca regresaron a Jesús, nunca llegaron a conocerle o a acercarse a Su corazón. Muchos preguntan por qué la iglesia Times Square no trae a los convertidos de las campañas evangelísticas para que testifiquen cada semana. Es cierto, estos hombres y mujeres tienen algunos de los testimonios más increíbles que pudiéramos haber oído. Pero queremos más para ellos que terminar con un testimonio viejo y gastado. Queremos que prosigan en Jesús, que sean capaces de ponerse de pie y hablar de un caminar fresco y diario con Él, ¡hablar de lo que Él está haciendo por ellos ahora! ¡Queremos que ellos tengan más de Cristo! DAVID WILKERSON

viernes, 14 de junio de 2013

LLEGAR A CONOCER A JESÚS

Después de su encuentro con los diez leprosos (ver Lucas 17:11-19), Jesús y los apóstoles probablemente comieron algo y estaban lejos del pueblo. De pronto, oyeron un bullicio detrás de ellos y cuando miraron atrás, vieron a un hombre correr hacia ellos, que ¡gritaba y agitaba sus brazos! Uno de sus discípulos dijo: “¡Es uno de los diez leprosos del pueblo!” A medida que se acercaba, le oyeron gritar: “¡Gloria a Jesús! ¡Alabado seas!”. ¡Era el leproso samaritano! Cuando vino a Jesús, ¡se postró a sus pies y prorrumpió en alabanza y gratitud! Desde su interior derramó adoración para el Hijo del Dios viviente: “¡Tú eres el Hijo de Dios, Gloria!”. Jesús lo miró y dijo: “¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están?” (Lucas 17:17). Él preguntaba: “¿Por qué sólo tú? ¿Dónde están tus amigos, los otros que sané?”. Amados, ¡ésa es la pregunta que Jesús sigue haciendo hoy! De las muchas multitudes que Él ha sanado y limpiado, ¡tan sólo un remanente es atraído de vuelta a Él! Así que, ¿Dónde están los demás? Están en el mismo lugar donde dieron a parar los nueve leprosos: perdidos en la iglesia, absorbidos por la religión. Yo creo en las estadísticas bíblicas. Y si la estadística de esta historia en el evangelio de Lucas es precisa, noventa por ciento de los que son tocados por Jesús terminan regresando a alguna iglesia muerta, seca. Nunca se acercan a Jesús, porque se extravían en la religión. Los nueve leprosos estaban ansiosos por continuar sus vidas, de vuelta a sus familias. Ellos decían: “Quiero recuperar mi dignidad. ¡Quiero ir a la sinagoga otra vez y estudiar acerca del Mesías venidero!”. Quizás tú dices: “¿Qué hay de malo con eso? ¿No debe un hombre proveer para su casa? ¿Acaso David no habla de meditar en la profundidad de Dios? ¿No se supone que los cristianos deben estar motivados a trabajar diligentemente, a hacer exactamente lo que los nueve leprosos hicieron? ¿Y no les dijo Jesús que vayan directamente al sacerdote?”. Sí, todo eso es cierto, ¡pero nada tiene sentido si primero no llegas a conocer a Jesús! DAVID WILKERSON

jueves, 13 de junio de 2013

UN MOVIMIENTO DE JESÚS VERDADERO

¿Qué hombre, mujer o niño afligido no correría a un lugar donde sus problemas de toda la vida fuesen solucionados por Dios; donde tomasen lugar sanidades profundas y milagrosas? Esto es verdaderamente un “movimiento de Jesús”. Y no pasa por planificación, ingenio o eventos organizados, sino que sucede cuando Dios se manifiesta. Dondequiera que Su gloria se manifiesta, ya sea a través de la predicación fiel o un testimonio sencillo, la gente correrá a experimentarlo. El pueblo “concurrió a ellos” (Hechos 3:11). Hay un gran significado en la palabra “concurrió”. Estas personas no estaban luchando entre sí para adelantarse, sino que fueron como uno solo, cada uno en humildad ante el majestuoso poder de la presencia de Dios. La gloria de Dios tiene ese efecto. Nos unifica en sobrecogimiento. De hecho, ese es el deseo de Dios para nosotros: dejar a un lado nuestras diferencias, perdonar las ofensas, e ir a aquellos que necesitan nuestro perdón o que necesitan perdonarnos. No podemos esperar que un Dios glorioso e impresionante se mueva en medio de nosotros, si nos aferramos a una lengua que habla perversidades, a un corazón que guarda rencores o a un espíritu que se niega a perdonar a otros. ¿Por qué los incrédulos correrían a una iglesia donde reinan la malicia y la división? Los actos gloriosos de Dios unifican nuestros corazones, pero ¿Cómo podemos ser unificados si nos negamos a dejar a un lado nuestras divisiones? ¿Por qué la gloria de Dios se manifiesta en algunas iglesias y personas pero no en otras? Pedro provee una respuesta en la escena en el templo. Le dijo a las maravilladas personas: “Varones israelitas…el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús”.(Hechos 3:12-13) Dios ha puesto toda Su majestad, gloria y poder en una sola fuente: Cristo. Su gloria no se da a conocer en hombres inteligentes y poderosos o a través de planes brillantes y estrategias ingeniosas. Su gloria se encuentra en una sola fuente: Jesús. Si queremos la gloria de Cristo en nuestras vidas y en nuestras iglesias, ésta no va a venir a través de nuestra fuerza o esquemas. Va a venir al vaciarnos de nosotros mismos para que Él pueda llenarnos. Debemos decir junto con Juan el Bautista: “Es necesario que Él crezca, pero que yo mengüe.”(Juan 3:30) GARY WILKERSON

miércoles, 12 de junio de 2013

ESTE POBRE CLAMÓ

En el primer verso del Salmo 51, leemos que David apela a las misericordias tiernas y perdonadoras de Dios: “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones”. David sabía qué hacer: “Este pobre clamó, y le oyó Jehová, y lo libró de todas sus angustias” (Salmos 34:6). “Claman los justos, y Jehová oye, Y los libra de todas sus angustias” (Salmos 34:17). Amado, ésta es tu victoria sobre el pecado: La confianza absoluta de que no importa cuán doloroso haya sido tu pecado o tu caída, tú sirves a un Señor que está listo para perdonar, ansioso para sanar y posee más misericordia hacia ti que la que puedas necesitar. El diablo viene a ti y te dice: “¡No! Si tú te sueltas tan fácilmente, caerás de vuelta al pecado”. Él te hará sentir miserable, indigno de levantar tus manos para alabar a Dios o aun de leer Su Palabra. Pero, he aquí tu arma: Clama como David, con todo tu corazón. Anda a Dios y dile: “Señor, Tú me amas. Sé que estás listo para perdonarme. ¡Lo confieso!”. En ese mismo instante, has arreglado cuentas con Dios. No tienes que pagar por tu pecado. Dios te ama tanto que dio a Su Hijo, quien ya pagó por ello. Un abogado misericordioso y amoroso anhela ayudarte y librarte: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1 Juan 2:1). Mi pequeña nieta quería caminar encima de un muro bajo de concreto. Mientras la sostenía por detrás, ella trató de sacudirse de mi mano. La dejé ir y eventualmente se cayó (sin herirse). Cuando cayó, no la sermoneé diciendo: “Mira lo que has hecho ¡Ya no eres mía!”. El Señor me dijo: “David, tú le das tanto amor a esta niña, pero no me permites a mí, amarte de la misma manera. Te llenas de orgullo por tus hijos, ¡pero no dejas que yo haga lo mismo en favor tuyo!”. ¡La Biblia dice que Dios se complace en Sus hijos! DAVID WILKERSON

martes, 11 de junio de 2013

LLENOS DE LA GLORIA DE DIOS

“¿Cómo puedo ser lleno de la gloria de Dios?” Muchos en el Antiguo Testamento hicieron dicha pregunta y aun Moisés tuvo este clamor. La versión “King James” (en inglés) muestra la angustia de Moisés con mayor claridad: “Te ruego que me muestres tu gloria”. Este “ruego” implica una súplica, un gemir dentro del alma, una expresión de necesidad que simplemente debe ser saciada. A Dios le debe de haber agradado la petición de Moisés, porque Él aceptó revelarle Su gloria. Le instruyó a Moisés a ocultarse detrás de una roca y asomarse brevemente mientras Él pasaba, pues Él sabía que ni siquiera Moisés podría soportar el brillo de Su gloria. Así que Moisés contempló un rayo de la gloria de Dios, sin embargo dicho rayo de gloria le impactó poderosamente. A la mayoría de nosotros se nos ha enseñado que después de que Moisés descendió, éste tuvo que ponerse un velo sobre su rostro debido a su brillo excesivo. Sin embargo, la Escritura literalmente dice: “Y cuando acabó Moisés de hablar con ellos, puso un velo sobre su rostro” (Éxodo 34:33). Fue después de terminar de hablar con el pueblo que Moisés cubrió su rostro. ¿De qué se trata esto? Pablo lo explica en Segunda de Corintios: “Moisés… ponía un velo sobre su rostro, para que los hijos de Israel no fijaran la vista en el fin de aquello que había de ser abolido” (2 Corintios 3:13). La osada declaración de Pablo de que una forma de la gloria de Dios tendría un final se refería a la gloria en el rostro de Moisés. Incluso la brillante gloria de la presencia de Dios eventualmente se opacaría. Aun así, Pablo dice que existe un tipo de gloria de Dios que nunca se opaca. “Porque si lo que perece tuvo gloria, mucho más glorioso será lo que permanece” (3:11). Acá, Pablo se refiere a la gloria de Dios personificada sólo en Jesucristo. “Así que, teniendo tal esperanza, usamos de mucha franqueza; y no como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro” (3:12-13). A causa de la gloria de Cristo, se nos ha dado una osadía tal ¡que ni el mismo Moisés recibió! Pablo explica: “Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará. Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (3:16-18). En Cristo, tenemos dentro de nosotros una gloria que no se apaga. Nuestra confianza excede aun a la de Moisés, debido a que proviene del Espíritu de Cristo mismo. La gloria del Señor estaba en él a causa del tiempo que pasaba en la presencia del Señor, pero es diferente para nosotros. A causa de Jesús, la gloria de Dios en nosotros nunca deja de operar. Nos transforma continuamente “de gloria en gloria”. ¡Tenemos una gloria que no pasa, no cambia y no se opaca! GARY WILKERSON

lunes, 10 de junio de 2013

LA CARRERA FATAL

La palabra carrera indica competencia y en Hebreos 12:1 al pueblo de Dios se le compara con corredores en una carrera de larga distancia. Hoy, la carrera se ha corrompido y el premio se ha vuelto carnal. Si pudiéramos pasar tan sólo unos minutos en cielo, nunca más volveríamos a competir en una carrera carnal. ¡Si sólo pudiéramos experimentar un breve caminar en las puertas de la ciudad de Dios, bebiendo de su paz, de su belleza, del esplendor celestial; si oyéramos los grandes coros de ángeles cantando las glorias del Señor; si camináramos entre los patriarcas, los mártires, los apóstoles, los que salieron de la gran tribulación; si visitáramos a nuestros seres queridos que ya partieron; si sintiéramos el brillo de la luz santa de Dios; y más que todo, si vislumbráramos el rostro del resucitado Cordero de Dios y sintiéramos la gloria, el calor y el sentido de seguridad brillando desde Su presencia! ¿Volveríamos alguna vez a esta Tierra a retomar esta carrera fatal otra vez? ¡Nunca! Tú y yo viviríamos sólo para el Señor, rechazando al mundo y todos sus placeres y cosas carnales. ¡Correríamos Su carrera! Si pudiéramos pasar sólo unos minutos en el infierno, nunca seríamos los mismos. ¡Imagina lo que se sentiría ser absorbido por ese negro horno de fuego y tinieblas eternas; para súbitamente ser echados a un mundo demoníaco de impiedad, maldición, odio, lujuria y corrupción; para oír los gemidos de los condenados por la eternidad y fuéramos testigos de su terror, su crujir de dientes, su compañerismo con los hacedores de maldad, los que crucificaron al Señor Jesús; para oír los incesables sonidos de desesperanza, las inútiles oraciones de los condenados, levantando sus puños contra la justicia de Dios, maldiciendo el día en que nacieron; para sentir lo que significa estar perdidos, privados de Dios, de la verdad, del amor, de la paz y de toda comodidad! ¿Cómo podrías regresar a la Tierra después de tu corta visita al infierno y ser otra vez el mismo? ¿Volverías para seguir siendo negligente con la Palabra de Dios, con Su casa, con Su amor? ¿Regresarías a tus búsquedas egoístas de acumular oro y plata y luego orar para obtener aun más? Lo dudo. No, tú y yo viviríamos cada hora como si fuera nuestra última hora. ¿Quieres dejar de correr en vano y de dar golpes al aire? ¡Fija tu rostro y tu corazón para buscar al Señor como nunca antes! DAVID WILKERSON

viernes, 7 de junio de 2013

COMPASIÓN INFINITA

Una hermosa enfermera, de 19 años de edad, me detuvo después de un servicio en una cruzada. Entre lágrimas, sollozó una penosa confesión: “Sr. Wilkerson, soy lesbiana. Me siento tan sucia e impura. La iglesia donde solía asistir me pidió que nunca volviera. El ministro dijo que no podía correr el riesgo de que sedujera a otros en su congregación. Siento como si el suicidio fuese mi única salida. Yo vivo con miedo y condenación total. ¿Será que debo matarme para encontrar paz?” Ella se alejaba de mí, como si se sintiera demasiado impura para estar en mi presencia. Le pregunté si todavía amaba a Jesús. “Oh, sí”, respondió ella. “Cada hora del día, mi corazón clama a Dios. Amo a Cristo con todo en mí, pero estoy atada a este terrible hábito.” Qué hermoso fue ver su cara iluminarse cuando le dije lo mucho que Dios la amaba, incluso en sus luchas. Le dije: “No vuelvas nunca a entregarte a tu pecado. Dios traza una línea justo donde estás. Cualquier impulso hacia Él es contado como justicia. Cualquier movimiento al otro lado de esa línea, lejos de Él, es pecado. Si nos acercamos a Él, Él se acerca a nosotros. ¡Sigue tu impulso espiritual! Sigue amando a Jesús a pesar de que aún no tienes la victoria total. Acepta diariamente Su perdón. ¡Vive un día a la vez! ¡Convéncete de que Jesús ama a los pecadores así que Él te debe amar a ti también!” Ella sonrió con una sonrisa de alivio y dijo: “Sr. Wilkerson, usted es el primer ministro que me ofrece un rayo de esperanza. En lo profundo de mi corazón yo sé que Él todavía me ama y yo sé que me va liberar de esta esclavitud. Pero todos me han condenado tanto. Gracias por su mensaje de esperanza y amor”. Lector de este mensaje, ¿Estás viviendo bajo condenación? ¿Has pecado contra el Señor? ¿Has contristado al Espíritu Santo en tu vida? ¿Estás librando una batalla perdida con una tentación abrumadora? Todo lo que necesitas hacer es buscar en la Palabra de Dios y descubrirás un Dios de misericordia, amor y compasión infinita. David dijo: “JAH, si mirares a los pecados, ¿Quién, oh Señor, podrá mantenerse? Pero en ti hay perdón, para que seas reverenciado.” (Salmo 130:3-4). DAVID WILKERSON

jueves, 6 de junio de 2013

SU MISERICORDIA

Hemos de predicar sobre la misericordia del Señor a toda la humanidad. David dijo: “He publicado tu fidelidad y tu salvación; no oculté tu misericordia y tu verdad en grande asamblea.” (Salmo 40:10). David no sólo se apropió de este maravilloso mensaje para sí mismo, él sabía que era sumamente necesario para toda la congregación y para un mundo que sufre. David estaba agradecido de Dios por tan grande amor, porque estaba rodeado de sus propios fracasos: “Me han alcanzado mis maldades” (Salmo 40:12). No importa cuán gravemente la gente haya pecado, Dios aun los ama. Por eso envió a Su Hijo. ¡Y eso es lo que deberíamos estar predicando al mundo! ¿Puedes decir con David: “No oculté tu misericordia en grande asamblea”? Tal vez uno de los versículos más citados y cantados en toda la Palabra de Dios es éste: “Porque mejor es tu misericordia que la vida; mis labios te alabarán.” (Salmo 63:3). Te puedes preguntar, “¿Qué quiere decir con que Su misericordia es mejor que la vida?” ¡La vida es corta! Se desvanece como la hierba, que está aquí una temporada y luego desaparece. Sin embargo, su misericordia perdurará para siempre. En mil millones de años a partir de ahora, Jesús será tan tierno y cariñoso con nosotros como lo es ahora. Pueden quitarte la vida, pero no pueden quitarte Su misericordia. La mayor proclamación de Su misericordia es la alabanza gozosa. Detente y piensa por un momento: Dios no está enojado contigo. Si estás listo para renunciar a tus pecados, puedes ser perdonado y restaurado en este mismo momento. La Palabra dice que nada puede interponerse entre el Señor y nosotros: ni pecado, ni culpa, ni pensamientos condenatorios. Puedes decir: “Mi vida es una bendición para el Señor, y puedo regocijarme y alabar a Dios. ¡Estoy limpio, libre, perdonado, justificado, santificado y redimido!" Si realmente entendieras lo tierno Él es hacia ti, lo paciente, lo cariñoso, lo dispuesto a perdonar y bendecir, no serías capaz de contenerte. ¡Gritarías y lo alabarías hasta quedar sin voz! Amado, Jesús viene, y estamos listos para irnos. Tienes un Padre tierno y amoroso que se preocupa por ti. Él ha guardado cada lágrima que has derramado. Él ha visto cada necesidad y sabe cada pensamiento, y ¡Él te ama! DAVID WILKERSON

miércoles, 5 de junio de 2013

SERVICIO

El orgullo es repelido ante la idea del servicio. Hoy, todos quieren ser cualquier cosa menos siervos. Un popular juego de niños en Estados Unidos se llama “Los Amos del Universo”. Pero esto también se está volviendo la teología de muchos cristianos. Mencionamos esta escritura: “Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo” (Gálatas 4:7). Lo que realmente Pablo está diciendo es que un hijo al que se le ha enseñado correctamente, sabe que legalmente es el hijo del rey con todos los derechos, pero ama tanto a su padre que elige el rol del siervo. Pablo dijo también que él era “siervo de Jesucristo” (Romanos 1:1) y Santiago se llamó a sí mismo “siervo de Dios y del Señor Jesucristo” (Santiago 1:1). Un siervo no tiene voluntad propia; la palabra de su señor es su voluntad. La cruz representa la muerte de todos mis planes, ideas, deseos, esperanzas y sueños. Y principalmente, significa la muerte absoluta de mi propia voluntad. Ésta es la verdadera humildad. “…se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:8). Él le había dicho a Sus discípulos: “Mi comida (el cumplimiento de mi vida) es que haga la voluntad del que me envió” (Juan 4:34). En otras palabras, “Renuncio a tomar acción con mis propias manos. ¡Esperaré hasta oír cada instrucción de Mi Padre!”. Juan escribió: “…como él es, así somos nosotros en este” (1 Juan 4:17). Todo verdadero Cristiano debe estar dispuesto a decir: “Yo quiero verdaderamente hacer Su voluntad”. Pero aquí es precisamente donde erramos. Fijamos nuestros corazones en algo que queremos, algo que se ve bien, que suena lógico, pero no es la voluntad de Dios. Ayunamos, oramos e intercedemos, derramamos un mar de lágrimas, lo reclamamos, citamos la Biblia y hacemos que otros estén de acuerdo con nosotros. Una de las mayores trampas para los cristianos es una “buena idea” que no está en la mente de Dios, una “buena estrategia” que no es de Dios, un “plan bien elaborado” que no es Suyo. ¿Puede tu deseo sobrevivir a la cruz? ¿Puedes alejarte de ello y morir a ello? Debes ser capaz de decir con honestidad: “Señor, quizás no es el diablo el que me está deteniendo, sino Tú. Si esto no es Tu voluntad, me podría destruir. Me rindo ante la cruz. ¡Hazlo a tu manera, Señor! DAVID WILKERSON

martes, 4 de junio de 2013

ÉL NO AMENAZABA

Aquí hay una verdad asombrosa relacionada con el sufrimiento de Cristo: “Cuando era maldecido, no replicaba con una maldición; padeciendo, no amenazaba” (1 Pedro 2:23). ¡Qué tremenda declaración!: “padeciendo, no amenazaba”. Ni una sola vez se defendió de los que le maltrataban. Él no castigó ni se vengó de nadie. ¡Qué distinto a nosotros! Nosotros amenazamos cuando el sufrimiento se vuelve insoportable, nos defendemos, constantemente protegemos nuestros derechos y reputación, y lo peor de todo, amenazamos a Dios. Es una cosa muy sutil, y la mayoría de nosotros no somos conscientes de lo que estamos haciendo. Cuando nuestras oraciones no son respondidas, cuando los problemas y desastres golpean de nuestras vidas, cuando parece que el Señor nos ha decepcionado y terminamos solos y heridos, nos alejamos de Dios. Descuidamos la oración y la lectura de la Biblia. Todavía le amamos, pero dejamos nuestro celo. Empezamos a distanciarnos y nuestra fe se apaga, se vuelve inactiva. Todas esas respuestas son amenazas contra el Señor. Cada vez que retrocedemos en la búsqueda del Señor con todo nuestro corazón, lo estamos amenazando. Es una manera sutil de decir: “Señor, hice lo mejor que pude y Tú me decepcionaste.” El Señor tiene infinita paciencia con aquellos de nosotros que sufren. Espera con amor hasta que regresemos a Su tierno cuidado. Pero esto puede convertirse en una forma de vida, una amenaza a la fidelidad de Dios, si nos negamos a despertar y renovar nuestra fe y esperanza en Él. Algunos se desilusionan tanto, que ceden a sus deseos y pasiones. Se entregan a sus deseos porque la batalla parece tan imposible, que es su manera de decir: “¿De qué sirve? Le pido a Dios que me ayude, que me libre, pero la ayuda nunca llega. Todavía tengo esta cosa en mí, después de todas mis lágrimas y oraciones.” Finalmente todo se reduce a esto: “Tengo el derecho de hacerlo, porque he sido herido profundamente.” Es una amenaza a Dios, una manera de vengarse de Él por no responder la oración a tiempo. ¡Amados, hay esperanza! ¡El Señor de los Ejércitos está con nosotros! Sólo Él es nuestro guardador, no dejará que sus hijos resbalen o caigan. Él nos sostiene en la palma de su mano. Hagamos lo que Cristo hizo. Él “se encomendaba al que juzga justamente” (1 Pedro 2:23). "Encomendarse" es poner tu vida completamente en sus manos. Renunciar a tu lucha, dejar de tratar de lograr algo en tu propia fuerza, y encomendar el cuidado de tu cuerpo y alma al Señor de los Ejércitos! DAVID WILKERSON

lunes, 3 de junio de 2013

CONSIDERA LOS FRACASOS

¿Consideras que Moisés era un fracaso? ¡Difícilmente! Él fue a Israel lo
que Washington y Lincoln juntos fueron para América y aun más. Pero mira de
cerca la vida de este gran legislador. Su carrera comenzó con un asesinato,
seguido de cuarenta años escondiéndose de la justicia.

Moisés era un hombre con temor e incredulidad. Cuando Dios lo llamó para
sacar a los israelitas de la esclavitud, él suplicó: “nunca he sido hombre
de fácil palabra…porque soy tardo en el habla”  (Éxodo 4:10). Toda su
vida Moisés deseó entrar en la Tierra Prometida, pero sus fracasos le
impidieron entrar. Aun así, en Hebreos 3:1-2, Dios compara la fidelidad de
Moisés con la de Cristo. Los fracasos de Moisés no le impidieron entrar al
Salón de los Campeones de Dios.

Generalmente pensamos en Jacob como el gran guerrero de oración que luchó con
el ángel del Señor y prevaleció. Sin embargo, la vida de este hombre estaba
llena de evidente fracaso. Cuando joven Jacob engañó a su padre ciego con el
fin de robar la herencia de su hermano. Despreciaba a su esposa Lea mientras
alimentaba un gran amor secreto por su hermana, Raquel. Él no aceptaba su
responsabilidad como esposo.

Aquí tenemos a un hombre atrapado en una telaraña de engaño, robo,
infidelidad y poligamia. Sin embargo, todavía adoramos al Dios de Abraham, de
Isaac y de Jacob.

El Rey David, un poderoso guerrero y cantante de salmos, se deleitaba en la ley
del Señor, y se presentaba como un hombre justo que no se encontraría entre
pecadores. Sin embargo, que chocantes son las debilidades de este gran hombre.
Tomando a Betsabé de su esposo Urías, envió a ese hombre inocente a la
muerte al ponerlo en la primera línea de batalla de su ejército. El profeta
Natán declaró que este doble pecado les dio una gran oportunidad a los
enemigos del Señor para blasfemar.

Imagina al gran rey de pie junto al ataúd de su hijo ilegítimo muerto, una
esposa robada a su lado, y un mundo lleno de enemigos que maldecían a Dios a
causa de sus pecados tan notorios. Sin embargo, Dios llamó a David “un
varón conforme a su corazón” (1 Samuel 13:14).

Si estás desanimado por tus fracasos, tengo buenas noticias para ti. Nadie
está más cerca del reino de Dios que el hombre o la mujer que puede mirar la
derrota a los ojos, enfrentarla, y pasar a una vida de paz y victoria. A pesar
del fracaso, ¡Sigue avanzando! Es frecuentemente después de un fracaso que un
hombre hace su obra más importante para Dios.
DAVID WILKERSON