miércoles, 21 de mayo de 2014
FE CONTAGIOSA
Durante demasiado tiempo en muchas iglesias evangélicas, una actitud patética
y sentimental de falsa humildad, excusaba, justificaba y animaba a los
cristianos a decir: “¡No me mires! ¡No mires al hombre, mira sólo a
Dios!” Permíteme explicarme: Es correcto, sano y bíblico mantener nuestro
enfoque, devoción y máxima confianza en Dios y sólo Dios. Los hombres serán
siempre falibles e imperfectos, ya que pueden decepcionarnos y herirnos. El
apóstol Pablo nos recuerda que tenemos los tesoros eternos y perfectos del
Reino de Dios en vasos de barro, junto con la fragilidad y las imperfecciones
humanas (Ver 2 Corintios 4:7).
Sin embargo, el tiempo de ignorar y dar la espalda a nuestra responsabilidad y
al llamado bíblico supremo de comunicar fe, amor, perdón, pureza, generosidad
y un corazón apasionado por Dios y Su casa para con nuestros hijos y seres
queridos, debe llegar a su fin. Sin arrogancia o pretensión, sino mas bien
poseyendo un sentido espiritual interior y agudo de dependencia en Dios, el
apóstol Pablo invitó apasionadamente a los creyentes jóvenes que lo
rodeaban: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Corintios
11:1). Pablo dijo más tarde a Timoteo: “Lo que has oído de mí…esto
encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros.”
(2 Timoteo 2:2).
Tenemos que empezar a vernos a nosotros mismos de esta manera. Cuando nos damos
cuenta y aceptamos el significado de nuestras vidas, de la inmensurable
posibilidad de influencia que todos llevamos dentro de nosotros, un clamor se
eleva desde la profundidad de nuestras almas hacia nuestro Dios: “¡Oh
Señor, aumenta nuestra fe!” Querido lector, permíteme decírtelo de esta
manera: ¡Cada uno de nosotros debe ser contagioso!
Déjame hacerte esta pregunta: ¿Qué comunican tus valores, pasiones y
prioridades a los que están observando tu caminar y tu hablar en tu vida
cotidiana? Déjame preguntarte de forma directa: Si me junto contigo, aprendo
de ti y te imito… ¿Que me “contagiarás”? Tú y yo sabemos que la fe, el
amor, el gozo y la pasión de algunos hombres y mujeres son comunicativos.
¡Estar cerca de ellos nos hace bien, nos inspira, nos sana y nos reconcilia
con la raza humana! Nos encanta estar cerca de ellos y damos gracias a Dios por
su fe que produce esperanza y nos impulsa hacia nuevas alturas de anhelos,
compromisos y posibilidades en Dios.
Claude Houde
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