lunes, 10 de febrero de 2014
SIN FE ES IMPOSIBLE OBTENER
“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no
se ve. Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos” (Hebreos
11:1-2).
Uno de los más grandes privilegios de mi vida cristiana ha sido la alegría de
estar cerca y de conocer a grandes patriarcas de la fe. Algunos de estos
gigantes son muy bien conocidos, con ministerios internacionales que llegan a
millones; pero hay otros que, aunque mucho menos conocidos, han tenido un
impacto duradero en mi fe y mi ministerio.
He sido inspirado, estimulado a realizar buenas obras, motivado y conmovido por
los testimonios de estos hombres y mujeres de fe. Uno de esos hombres con
carácter de acero templado era el Pastor Bernard Sigouin. Oh, sí que lo sé,
lo más probable es que nunca hayas oído hablar de él, pero el infierno le
temía y el cielo celebra su fe.
El Pastor Bernard estaba entre aquellos creyentes que se convirtieron al
cristianismo en los años cincuenta, cuando ardían severas persecuciones en la
provincia francesa de Quebec, que en ese momento estaba sumida en la oscuridad
espiritual. Se convirtió en creyente en una de las primeras oleadas de
quebequenses que respondieron con fe al llamado de Dios para el ministerio en
nuestra nación. Él era un pastor amado y valeroso, como también fundador y
formador de muchas iglesias en esta parte de Canadá, que aun sigue siendo
considerada una de las áreas menos evangelizadas del mundo. Tuve el honor de
servir con este amado pastor cuando entró en el otoño de su ministerio y su
vida.
El Pastor Bernard y yo nos hicimos amigos, y un año antes de su muerte yo
estaba sentado con él en un restaurante desayunando; como pastor joven me
encantaba pasar tiempo con este querido pastor. Nuestra iglesia estaba cuidando
de él y yo quería hacer algo especial, quería bendecirlo. Le dije: “Pastor
Bernard, nos gustaría hacer algo por usted y su esposa. ¿Le gustaría irse de
viaje y ver el océano o algo así?”. Yo sabía que él había pasado toda su
vida en la obra de Dios y no había hecho mucho en cuanto a actividades de
recreación.
Él agarró mi mano y mirándome directamente a los ojos me dijo: “Si quieres
hacer algo por mí, ora para que Dios me dé un año más para servirle”. Eso
era todo lo que quería.
“¡Por la fe que agradaron a Dios y por la fe obtuvieron un testimonio!”
Claude Houde
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