jueves, 27 de febrero de 2014
LA REVELACIÓN DE LA GLORIA DE DIOS
Las escrituras dicen claramente que es posible que un verdadero seguidor de
Jesús vea y comprenda la gloria de Dios. Ciertamente, nuestro Señor revela Su
gloria a todo aquel que la pide y busca diligentemente. Yo creo que la
revelación de la gloria de Dios equipará a Su pueblo para los días
venideros. Pablo declara que esa revelación “tiene poder para
sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados”. (Hechos 20:32)
Contrario a la creencia de algunos cristianos, la gloria de Dios no es algún
tipo de manifestación física. No es un sentir eufórico que se apodera de ti,
ni tampoco es un aura sobrenatural o una luz angelical que estalla.
Sencillamente, ¡la gloria de Dios es una revelación de su naturaleza y
atributos!
Cuando oramos: “Señor, muéstrame Tu gloria”, en realidad estamos orando
lo siguiente: “Padre, revélame quién eres”. Y si el Señor nos da una
revelación de Su gloria, es una revelación de cómo Él quiere que nosotros
le conozcamos.
La experiencia de Moisés con la gloria de Dios demuestra esta verdad. El
Señor envió a Moisés a libertar a Israel sin haberle dado una plena
revelación de quién era el Dios de Israel. El Señor sólo le dijo: “Ve, y
diles que YO SOY te envió”. Pero no le dio explicación de quien era “YO
SOY”.
Creo que esa es la razón por la cual Moisés clamó: “Te ruego que me
muestres tu gloria” (Éxodo 33:18). Moisés tenía hambre y sed consumidoras
por conocer quién era el YO SOY, por conocer Su naturaleza y carácter.
El Señor contestó la oración de Moisés. Primero, le dijo que se escondiera
en la hendidura de una peña. Sin embargo, mientras Moisés esperaba que
apareciera la gloria de Dios, no escuchó truenos, no vio relámpagos, ni
sintió temblor de tierra. Más bien, la gloria de Dios se manifestó en una
revelación sencilla: “Y pasando Jehová por delante de él, proclamó:
¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y
grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que
perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado” (Éxodo 34:6-7).
DAVID WILKERSON
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