viernes, 14 de febrero de 2014
DIOS ESTÁ BUSCANDO A UN HOMBRE
Israel, en los días del profeta Ezequiel era lascivo y orgulloso. Los hombres
cometían abominaciones con las esposas de sus vecinos e incluso contaminaban a
sus nueras. Los profetas que alguna vez fueron santos, se convirtieron en
apóstatas y ya no discernían entre lo santo y lo profano. Los líderes de la
nación se volvieron lobos voraces, buscando ganancias deshonestas, derramando
sangre, hablando mentiras e imponiendo cargas a los pobres.
Israel se olvidó de los caminos de Dios y la nación se hizo tan débil,
mundana y sin poder que Dios hizo de ellos el hazmerreír del mundo secular.
Él dijo: "Te he dado en oprobio a las naciones, y en escarnio a todas las
tierras" (Ezequiel 22:4).
¡Qué acusación más severa! Dios le estaba diciendo a Israel: "¡Ustedes han
despreciado tanto las cosas santas, entregándose por completo a la lujuria, que
voy a tener que quitar su testimonio!"
Ezequiel era un hombre mayor en aquél entonces, pronto para partir de la
escena. Así que, ¿cómo trató Dios con esta situación? Le dijo a Ezequiel:
"Y busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha
delante de mí, a favor de la tierra, para que yo no la destruyese; y no lo
hallé" (versículo 30).
¡Imagínatelo! El destino de Israel descansaba en que Dios pudiera hallar un
solo hombre confiable, justo. Sin embargo, Él le dijo a Ezequiel: "No
encontré ninguno. Por lo tanto, he derramado sobre ellos mi ira" (versículos
30-31).
Dios le dijo lo mismo al profeta Jeremías: "Recorred las calles de
Jerusalén…buscad…si halláis hombre, si hay alguno que haga justicia, que
busque verdad; y yo la perdonaré"(Jeremías 5:1). Él le dijo al profeta: "Voy
a perdonar a la nación entera si pudiera encontrar tan solo a un hombre que se
ponga de pie en la brecha. ¡Todo lo que necesito es sólo un alma que esté
totalmente rendida a Mi voluntad!"
Amados, hoy escuchamos un “Babel” de voces en la iglesia clamando por
formas más relevantes y contemporáneas de alcanzar el mundo. Y se están
ensayando muchos programas extraños y carnales. Sin embargo, en mis muchos
años de ministerio, he visto estos tipos de programas venir e irse. Se apoyan
totalmente en apaciguar la carne, no teniendo nada que ver con la cruz. Las
multitudes que atraen viven vidas vacías, insatisfechas y nunca han sido
expuestas al Evangelio de separación del mundo y de sus deseos. El mundo se
burla de estos programas, tildándolos de mera necedad.
DAVID WILKERSON
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