sábado, 4 de enero de 2014
¡NO ME DOY POR VENCIDO!
Estoy seguro que en los primeros días de su caminar con Cristo, Pablo soportó
tiempos terribles; y como muchos de nosotros, probablemente tenía la esperanza
de que si tan sólo confiaba lo suficiente en el Señor, Él lo protegería de
todo problema.
La primera vez que echaron a Pablo en la cárcel, por ejemplo, quizás clamó
para ser liberado: “Señor, abre estas rejas. ¡Sácame de aquí, por la
causa del evangelio!" De igual manera, su primer naufragio probablemente probó
su fe en forma severa. Y su primera golpiza debió haberle hecho cuestionar la
habilidad de Dios para mantener su palabra: “Señor, prometiste protegerme.
No entiendo porque estoy soportando esta horrible prueba”.
Pero las cosas siguieron empeorando para Pablo. Las Escrituras ofrecen poca
evidencia de que el apóstol encontrara alivio alguno a sus problemas.
Creo que para su segundo naufragio, Pablo debió haber pensado: “Yo sé que
el Señor habita en mí, así que debe tener alguna razón para esta prueba.
Él me ha dicho que todas las cosas les ayudan a bien a aquéllos que aman a
Dios y son llamados conforme a su propósito [Ver Romanos 8:28]. Si esta es la
forma en que Él va a producir una manifestación mayor de la vida de Cristo en
mí, que así sea. Viva o muera, mi vida está en sus manos”.
Para su tercer naufragio, probablemente Pablo dijo: ¡Mírenme, todos los
ángeles en la gloria! Mírenme, todos los viles demonios del infierno.
Mírenme, todos los hermanos y los inconversos. ¡Me voy a hundir una vez más
en las aguas oscuras y profundas y quiero que todos sepan que la muerte no
puede tenerme!. Dios me ha dicho que aún no he terminado, y no me doy por
vencido. No voy a cuestionar a mi Señor acerca del porque soy probado de esta
manera. Yo solo sé que esta situación de muerte va a terminar en gran gloria
para Él. ¡Así, que observen como mi fe sale tan pura como el oro!”
En palabras simples, nuestras situaciones de muerte pretenden poner fin a
ciertas luchas personales. Nuestro Padre nos trae a un punto en donde nos damos
cuenta que tenemos que depender de Cristo completamente, o nunca venceremos. Él
quiere que digamos: “Jesús, a menos que Tú me libres, no hay esperanza.
¡Pongo mi confianza en Ti para que lo hagas todo!”.
by David Wilkerson
[May 19, 1931 – April 27, 2011]
Estoy seguro que en los primeros días de su caminar con Cristo, Pablo soportó
tiempos terribles; y como muchos de nosotros, probablemente tenía la esperanza
de que si tan sólo confiaba lo suficiente en el Señor, Él lo protegería de
todo problema.
La primera vez que echaron a Pablo en la cárcel, por ejemplo, quizás clamó
para ser liberado: “Señor, abre estas rejas. ¡Sácame de aquí, por la
causa del evangelio!" De igual manera, su primer naufragio probablemente probó
su fe en forma severa. Y su primera golpiza debió haberle hecho cuestionar la
habilidad de Dios para mantener su palabra: “Señor, prometiste protegerme.
No entiendo porque estoy soportando esta horrible prueba”.
Pero las cosas siguieron empeorando para Pablo. Las Escrituras ofrecen poca
evidencia de que el apóstol encontrara alivio alguno a sus problemas.
Creo que para su segundo naufragio, Pablo debió haber pensado: “Yo sé que
el Señor habita en mí, así que debe tener alguna razón para esta prueba.
Él me ha dicho que todas las cosas les ayudan a bien a aquéllos que aman a
Dios y son llamados conforme a su propósito [Ver Romanos 8:28]. Si esta es la
forma en que Él va a producir una manifestación mayor de la vida de Cristo en
mí, que así sea. Viva o muera, mi vida está en sus manos”.
Para su tercer naufragio, probablemente Pablo dijo: ¡Mírenme, todos los
ángeles en la gloria! Mírenme, todos los viles demonios del infierno.
Mírenme, todos los hermanos y los inconversos. ¡Me voy a hundir una vez más
en las aguas oscuras y profundas y quiero que todos sepan que la muerte no
puede tenerme!. Dios me ha dicho que aún no he terminado, y no me doy por
vencido. No voy a cuestionar a mi Señor acerca del porque soy probado de esta
manera. Yo solo sé que esta situación de muerte va a terminar en gran gloria
para Él. ¡Así, que observen como mi fe sale tan pura como el oro!”
En palabras simples, nuestras situaciones de muerte pretenden poner fin a
ciertas luchas personales. Nuestro Padre nos trae a un punto en donde nos damos
cuenta que tenemos que depender de Cristo completamente, o nunca venceremos. Él
quiere que digamos: “Jesús, a menos que Tú me libres, no hay esperanza.
¡Pongo mi confianza en Ti para que lo hagas todo!”.
DAVID WILKERSON
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