viernes, 3 de enero de 2014
LEVÁNTATE, VETE A SAREPTA
El profeta Elías fue enviado por Dios a profetizar que vendría una hambruna a
la tierra. Ese no es un ministerio que te haría muy popular, pero Elías fue
obediente al Señor. El Señor lo protegió y lo envió a un lugar al lado de
un arroyo llamado Querit. Este es un hermoso nombre para un arroyo, aunque no
sabemos si era tan hermoso como su nombre. Sin embargo, después de un tiempo
el arroyo se secó (Ver 1 Reyes 17:3-7). Las personas pueden pasar una cantidad
considerable de tiempo sin comer, pero después de unos pocos días sin agua, la
vida no puede ser sostenida. Así que me imagino que Elías se preocupó cuando
su suministro de agua se secó.
La palabra del Señor vino a él, diciendo: “Levántate, vete a Sarepta…yo
he dado orden allí a una mujer viuda que te sustente” (Versículos 8-9).
Elías, que al parecer tenía muy poca provisión, confió y obedeció a Dios,
y más aún estaba siendo enviado a una viuda pobre. “Entonces él se
levantó y se fue a Sarepta. Y cuando llegó a la puerta de la ciudad, he aquí
una mujer viuda que estaba allí recogiendo leña” (Versículo 10).
Elías le pidió un vaso de agua y un bocado de pan, y ella respondió: “Vive
Jehová tu Dios, que no tengo pan cocido; solamente un puñado de harina tengo
en la tinaja, y un poco de aceite en una vasija” (Versículo 12).
La viuda estaba respondiendo de lo profundo de su dolor. Ella y su hijo se
estaban muriendo de hambre y Elías viene y le dice: “Dios me ha enviado
aquí para que me sustentes”. Ella mira sus recursos y piensa: “¡Es
imposible!”, y entonces le dijo a Elías: “Ahora recogía dos leños, para
entrar y prepararlo para mí y para mi hijo, para que lo comamos, y nos dejemos
morir” (Versículo 12).
La respuesta de Elías fue bastante extraña: “No tengas temor; ve, haz como
has dicho” (Versículo 13).
¿Por qué diría eso? Porque él sabía que Dios no iba a abandonar a esta
mujer y su hijo. Él sabía que mientras ella obedeciera a Dios y bendijera a
otros a través de lo poco que tenía, ella misma sería bendecida. Cuanto más
daba, Dios aumentaba aun más lo que tenía (Ver versículos 14-16).
Obedece a Dios y verás las ventanas de los cielos abiertas. Dios no retendrá
su mano, Él anhela derramar sus bendiciones sobre ti, para mostrarte Su favor.
GARY WILKERSON
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