Todo seguidor de Jesús tiene cierto tipo de hambre en su corazón. Es un celo
apasionado de ser santo delante de Dios, libre de pecado, victorioso sobre la
carne, puro y sin mancha delante del Señor.
De hecho, el Espíritu Santo coloca este deseo en el corazón de cada ser
humano, un deseo innato de vivir rectamente. La gente de todas las religiones,
e incluso los que no tienen religión, son movidos a vivir bien, hacer lo
recto, amar a los demás, ser la mejor persona que puedan ser. Algunos,
obviamente, huyen de ese deseo y hacen lo contrario, pero todavía son
conscientes de un profundo deseo de hacer lo correcto.
Por supuesto, ninguno de nosotros estamos a la altura de este deseo, debido a
nuestra naturaleza pecaminosa. Para los no creyentes, el espíritu de este
mundo puede oscurecer la mente a cualquier sentido de rectitud. Para los
creyentes, el fracaso al tratar de vivir de una manera que honre a Dios puede
destrozar el espíritu.
Este deseo de vivir rectamente está detrás del significado de la palabra
justicia. Significa estar en una posición correcta con Dios (vivir por los
motivos, emociones y comportamiento correctos) y establecer la alineación
correcta con Sus propósitos.
Para ser verdaderamente justos, tenemos que saber lo que es y no es. ¿Es la
justicia el comportamiento correcto? No, usted puede hacer lo correcto teniendo
un motivo incorrecto. Algunos cristianos hacen las cosas correctas, pero están
motivados por un espíritu farisaico. Su comportamiento externo está bien,
pero por dentro son "huesos de muerto." Por lo tanto, ¿Es la justicia el deseo
o la voluntad de ser correcto? No, muchas personas buscan la justicia con gran
pasión pero no logran alcanzarla.
La Biblia describe nuestra justicia en dos palabras: justificación y
santificación. Como cristianos, necesitamos ambas en nuestras vidas. El primer
término indica nuestra posición correcta con Dios. El segundo se refiere a
nuestro caminar con Dios, nuestra relación continua con Él.
Si no estamos justificados, no podemos ser justos. Podemos hacer buenas obras y
pasar horas en oración, pero estas cosas no nos harán justos. Eso se debe a
que la justificación está asociada con hacer las cosas con justicia. Para que
esto suceda, la ira de Dios contra el pecado tiene que ser abordada. Se tiene
que pagar una pena por nuestros pecados para que Dios los perdone.
Todos sabemos que Jesús hizo este pago (o propiciación) por nuestros pecados.
Su sacrificio en la cruz apagó la ira santa de Dios hacia nuestro pecado.
Nuestro Salvador ha cumplido con todos los requisitos para que seamos
plenamente aceptados por el Señor y estemos en una posición correcta con Él
de una vez por todas.
GARY WILKERSON
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