jueves, 4 de abril de 2013

CONVENCIDOS Y CONDENADOS

No somos salvos por la ley, pero por la ley estamos convencidos y condenados a
causa de nuestro pecado. "Porque por la ley es el conocimiento del pecado"
(Romanos 3:20).

La ley fue enviado "para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el
juicio de Dios" (Romanos 3:19). "La ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a
Cristo, para que fuésemos justificados por la fe" (Gálatas 3:24).

"La ley es santa... justa y buena ¿lo que es bueno, se convirtió en muerte
para mí? ¡De ninguna manera!  Más bien el pecado, para demostrar que es
pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que por
medio del mandamiento llegara a ser extremadamente pecaminoso." (Romanos
7:12-13).

Pablo estaba diciendo, "Yo no podía confesar mis pecados hasta que supe que
eran pecado. Yo no podía buscar la santidad de Dios hasta que vi lo lejos que
estaba de Él. La ley dio en el blanco conmigo destruyendo mi indiferencia
acerca del pecado. Cuando vi la santidad de Dios por Sus mandamientos, el
pecado se hizo completamente pecaminoso para mí."

Esa es la convicción que te lleva directamente a los brazos de Cristo,
clamando: "¡Misericordia, Señor, no puedo salvarme a mí mismo, no puedo
cumplir tu ley. He visto el pecado de mi corazón!"

La fe ha sido definida como "la huida de un condenado pecador arrepentido,
hacia la misericordia de Dios en Cristo Jesús." Sólo la persona que ha sido
convicta por sus pecados según la ley de Dios "escapa hacia Cristo" en busca
de refugio.

En el día de Pentecostés, Pedro se levantó y ofreció a la multitud el
evangelio de la gracia de Dios. Pero primero, las puso bajo la luz
resplandeciente de la ley, los señaló con el dedo y les dijo: "y ustedes lo
aprehendieron y lo mataron por medio de hombres inicuos, crucificándolo"
(Hechos 2:23). El corazón de la gente fue compungido, completamente convictos
por la Palabra de Dios se pusieron a gritar: "¿qué debemos hacer?"
(Versículo 37).

A Adán se le dio el evangelio de la gracia, después de que sus "ojos fueron
abiertos" (Génesis 3:7). ¡Fue sólo después de haber visto su lamentable
condición y las consecuencias de su pecado que Dios le trajo el mensaje de
misericordia y de esperanza!
DAVID WILKERSON

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