El evangelio de Jesucristo no se trata solamente de evangelismo sino que de
santificación. El poder que nos salva es el mismo poder que nos guarda y
necesitamos ocuparnos en eso con temor y temblor. Necesitamos aprender el
manejo de las armas de nuestra milicia y comenzar a crecer y madurar.
Digo todo esto, pero también tengo buenas noticias para ti: ¡Hay un poder
disponible, una obra del Espíritu que es profunda, gloriosa y dinámica!
Cuando el Espíritu de Dios entra a los corazones de los creyentes que se
mantienen firmes en su fundamento y fe, crecen en madurez. Una liberación de
poder que los sana por dentro viene a ellos y cierra la puerta al exterior. Me
encanta lo que Nehemías (el cual es una figura del Espíritu Santo) le dice a
los que tratan de lograr la entrada a Jerusalén:
“Y les amonesté y les dije: ¿Por qué os quedáis vosotros delante del
muro? Si lo hacéis otra vez, os echaré mano. (Nehemías 13:21)
¡Me imagino a Jesús estando en pie a la puerta de mi vida! Cuando Satanás
viene para zarandearme, Jesús está de pie entre mí y el enemigo, y le dice:
“Te lo advertí una vez: ¡Retrocede! Estás en el lugar equivocado.
Comenzaste algo que no puedes terminar. Estas lidiando con alguien más grande
que tu”.
Me imagino el poder de Dios en la pared de mi vida. Por dentro estoy limpio,
pero oigo esas cosas que reclaman en el exterior gritando: “No puedes
mantenerte limpio”.
Pero yo puedo mantenerme limpio porque tengo a Jesús en la pared de mi vida
diciendo: “¿Quién te crees que eres, Satanás? ¿Qué tienes que ver con mi
hijo, mi hija, quienes están cubiertos por la sangre del Cordero, limpiados,
santificados y hechos santos? ¿Quién eres tú para decir estas cosas viles?
“En todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos
amó”. (Romanos 8:37)
¡Jesús ha hecho que todos seamos vencedores en Él!
GARY WILKERSON
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