"A fin de que en su presencia nadie pueda jactarse." (1 Corintios 1:29). Este
versículo no es sólo una verdad del Nuevo Testamento fue cierto en los días
de Moisés también. Moisés no pudo liberar al pueblo de Dios por su propia
fuerza. Él tuvo que ser enseñado, una vez y para siempre, que la obra de Dios
no se realiza a través de la capacidad humana, sino por la confianza y
dependencia total del Señor.
Eso es cierto para todos los cristianos de hoy. Es necesario quitar de una vez
todo lo que la carne intenta para llevarnos a Dios. En efecto, Dios nos dice
como lo hizo con Moisés: "Sólo hay un fundamento sobre el que puedes
acercarte a mí, y es tierra santa. ¡No puedes tener confianza en la carne
porque ninguna carne estará de pie en mi presencia!"
Al hablar con Moisés, Dios puso énfasis en los zapatos (ver Éxodo 3:5)
porque nuestros pies son dos de las partes más sensibles de nuestro cuerpo.
¿Y qué son los zapatos, sino una protección de nuestra carne? Ellos nos
protegen de la intemperie, de las piedras, de las serpientes, de la suciedad,
del polvo y del pavimento caliente.
¿Nota lo que Dios le estaba diciendo a Moisés aquí? Él estaba usando algo
cotidiano, ordinario para enseñar una lección espiritual, tal como Jesús lo
hizo más tarde cuando usó las monedas, las perlas, los camellos y las
semillas de mostaza. Dios estaba diciendo: "Moisés, te pones traje de
protección para preservar tu carne de una lesión. Pero ninguna protección
carnal será capaz de preservarte cuando te envíe a Egipto, ese antro de
iniquidad, para hacer frente a un duro dictador. Estarás en una situación en
la que solamente Yo podré librarte. Así que, a menos que dejes de lado toda
confianza en tu carne, tu mansedumbre, celo y humildad, no serás capaz de
hacer lo que te estoy pidiendo que hagas. Todas tus habilidades no tendrán
ningún valor a menos que Yo las santifique".
En efecto, Moisés enfrentó todo tipo de pruebas y dificultades mientras
conducía a unos tres millones de personas en el desierto. Sin supermercados,
centros comerciales ni siquiera un pozo de agua, él tuvo que depender
enteramente de Dios para todo.
Moisés ya había tratado de actuar como un libertador en el poder de la carne.
Cuarenta años antes, había tomado la espada en la mano y mató a un cruel
egipcio conductor de esclavos. Y ahora Dios estaba diciendo: "Moisés, tu celo
tiene que ser santificado o te destruirá. ¿Estás dispuesto a deponer tu
espada y poner toda tu confianza en mí?"
DAVID WILKERSON
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