jueves, 20 de diciembre de 2012

DE PIE ANTE UN DIOS SANTO

« ¿Con qué me presentaré ante el Señor? ¿Cómo adoraré al Dios

Altísimo? ¿Debo presentarme ante él con holocaustos, o con becerros de un

año? ¿Le agradará al Señor recibir millares de carneros, o diez mil ríos

de aceite? ¿Debo darle mi primogénito a cambio de mi rebelión? ¿Le daré el

fruto de mis entrañas por los pecados que he cometido?» (Miqueas 6:6-7).



En este pasaje los israelitas estaban haciendo una buena pregunta: "¿Cómo

puede un humano acercarse a un Dios santo ¿Cómo podemos agradarle y ser

aceptados por Él. ¿Qué clase de sacrificio quiere de nosotros? ¿Nuestra

sangre, nuestros cuerpos, nuestros hijos?"



La respuesta de Dios aparece a lo largo de las Escrituras: "No quiero tus

sacrificios, tus buenas obras, tus promesas ni tus acciones morales. Ninguna de

estas cosas carnales es aceptable delante de mis ojos, nada puede agradarme o

deleitarme excepto Mi Hijo y que todos los que están reunidos en Él."



Piense en la persona más Íntegra que conoce, incluso esa persona no es

aceptada en la presencia de Dios fuera de Cristo. Todas las obras buenas de esa

persona, su naturaleza amable y su generosidad son trapos de inmundicia a los

ojos de Dios.



Entonces, ¿cómo seremos aceptados por Dios? Pablo escribe: "Él nos hizo

aceptos en el Amado" (Efesios 1:6). Nuestras buenas obras vienen como resultado

de estar en Él.



Si usted ha entregado completamente su corazón a Jesús, es probable que haya

expresado las mismas preguntas que Israel preguntó: "Oh, Dios, ¿cómo puedo

complacerte ¿Cómo puedo ser un deleite para ti? He hecho promesas y he

tratado de dar lo mejor de mí, pero cada vez que pienso que estoy progresando,

doy dos pasos hacia atrás. ¿Debería leer más de la Biblia? ¿Debería pasar

más tiempo en oración? ¿Debo testificar más? Señor, ¿qué quieres de

mí?"



Dios nos responde como lo hizo a Israel: "Yo no quiero ninguno de tus

sacrificios o buenas obras. Yo sólo reconozco la obra de mi hijo quien me

deleita y me complace. Te elegí desde antes de la fundación del mundo para

casarte con Mi Hijo. Te he cortejado y te he convencido, y a través de mi

Espíritu te traje a Él. ¡Yo no puedo odiar a mi propio cuerpo!"   DAVID WILKERSON

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