jueves, 5 de enero de 2012

SU LENGUAJE ES LA ALABANZA

Personas que han resistido sufrimiento y han probado la fidelidad del Señor
son fuertes, tranquilas y pacientes. Ellas tienen la mansedumbre de Cristo.
¡Yo amo estar rodeado de estas personas! ¡Ellas alientan mi espíritu!

¡Usted pasará por su prueba y será de gran ayuda para otros si confía en el
Señor durante ese tiempo! Usted verá esto suceder en su trabajo, en su
familia, en su iglesia. ¡La gente se sentirá atraída a usted porque sabe lo
que usted ha pasado y ha testificado su victoria a través del poder único de
Dios!

Muchos creyentes que sufren nunca aprenden de ello. Como resultado, estos
individuos nunca conocen a Dios como consolador. Al escucharlos hablar, usted
pensaría que Dios fue duro, malicioso y sin cuidado. Ellos preguntan, “¿Por
qué yo?” Posteriormente ellos dudan del amor de Dios y empiezan a alejarse de
Él. Ellos gimen, se quejan y murmuran, y todo su gozo se desvanece. Pronto,
ellos serán amargados y duros de corazón.

Tengo un amigo pastor que por muchos años tuvo gran éxito en su ministerio
con gente en conflicto. Pero hoy él está bajo gran pecado, es drogadicto y se
encuentra totalmente alejado de Dios. Su esposa lo abandonó y ahora tiene como
pareja a una mujer drogadicta.

Cuando usted le pregunta qué sucedió, él le hecha la culpa a quienes lo
abandonaron: a su esposa, a Dios quien no contestó sus oraciones, a ministros
que lo decepcionaron. Él expresa, “Yo realmente intenté, pero no pude
soportarlo. Habían muchas presiones, mucha gente hipócrita. Fui juzgado
falsamente y no supe manejarlo.”

El apóstol Pablo, inclusive en los peores momentos de sufrimiento, bendijo en
el nombre del Señor. Él sabía que su Padre era lleno en misericordia y el
recurso de todo consuelo. Él nunca cuestionó a Dios o dejó que amargura
creciera en él. De hecho, ¡Pablo alabó a Dios en medio de todo!

Los mejores maestros en cualquier iglesia no son los del púlpito. Por el
contrario, éstos son aquellos sentados a su lado -gente que ha sufrido y que
aún alaba al Señor. ¡El lenguaje de aquéllos que aprenden a través del
sufrimiento es la alabanza!
 

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