viernes, 8 de julio de 2011

LAS MENTIRAS DEL ENEMIGO

En nuestros momentos de prueba y tentación, Satanás viene a nosotros
trayéndonos mentiras como: “Estás completamente cercado y no tienes salida.
Siervos más fuertes que tú han caído en circunstancias menos difíciles.
Ahora te toca caera tí. Eres un fracaso, de otra manera no estarías pasando
por esto. Algo está mal en tu vida y Dios está descontento contigo”.

En medio de su prueba, Ezequías reconoció su incapacidad. Este rey se dio
cuenta de que no tenía la fuerza para detener las voces de ira en su contra,
voces de desánimo, de amenazas y de mentiras. El sabía que no podía librarse
de esta batalla, así que buscó al Señor para que lo ayudara. Y Dios le
respondió enviándole al profeta Isaías con este mensaje: “El Señor ha
oído tu clamor. Ahora, dile a Satanás que está a tu puerta: ‘Eres tú el
que caerá. Por el mismo camino por donde viniste, te irás. ”

Ezequías por poco cayó en el truco del enemigo. El hecho es que si no nos
ponemos de pie para enfrentar las mentiras de Satanás, si en nuestra hora de
crisis no nos agarramos de nuestra fe e inclinamos hacia la oración, si no
obtenemos fuerzas de las promesas de liberación que Dios nos ha dado, el
diablo se reirá de nuestra débil e inconstante fe e intensificará sus
ataques contra nosotros.

Ezequías cobró valor por la palabra que recibió y fue capaz de decirle con
firmeza a Senaquerib: “Rey Diablo, tú no has blasfemado mi nombre, sino el
de Dios mismo. Mi Señor me librará. ¡Y porque blasfemaste Su Nombre,
enfrentarás su ira!”

La Biblia nos dice que esa misma noche, Dios libró sobrenaturalmente a
Ezequías y a Judá: “Y aconteció que aquella misma noche salió el ángel
de Jehová, y mató en el campamento de los asirios a ciento ochenta y cinco
mil; y cuando se levantaron por la mañana, he aquí que todo era cuerpos de
muertos.” (2 Reyes 19:35)

Hoy, los creyentes no están de pie sólo sobre una promesa sino sobre la
sangre derramada de Jesucristo. Y en esa sangre tenemos victoria sobre todo
pecado, tentación y batalla que alguna vez enfrentemos. Quizás recientemente
usted ha recibido una carta del diablo. Permítame preguntarle: “¿Cree usted
que Dios tiene el anticipado conocimiento respecto a cada una de sus pruebas,
cada uno de sus torpes movimientos, cada una de sus dudas y temores? Si es
así, usted cuenta con el ejemplo de David, el cual oró: “Este pobre clamó
y el Señor lo libró”. ¿Se atreverá usted a hacer lo mismo?


David Wilkerson

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