miércoles, 13 de julio de 2011

EL BESO DEL PADRE

Una gran bendición llega a nosotros cuando se nos hace sentarnos en lugares
celestiales. ¿Cuál es esta bendición? Es el privilegio de la aceptación:
“Nos hizo aceptos en el Amado [Cristo]” (Efesios 1:6). La palabra griega
“acepto” significa: “altamente favorecido”. Es diferente al uso de esta
palabra en nuestro idioma, la cual representa: “recibido como aceptable”, lo
que implica algo que puede ser soportado, dando a entender una actitud de:
“puedo vivir con esto”. Sin embargo éste no es el uso que Pablo le da a
dicha palabra. La aplicación que Pablo le da a la palabra “aceptos” se
traduce así: “Dios nos ha favorecido altamente. Somos muy especiales para
Él porque estamos en nuestro lugar en Cristo”.

A causa de que Dios aceptó el sacrificio de Cristo, ahora Él ve solamente un
hombre corporal: Cristo y aquéllos que están unidos a Él por la fe. Nuestra
carne ha muerto a los ojos de Dios. ¿Cómo? Jesús se deshizo de nuestra vieja
naturaleza en la cruz. De tal manera que ahora, cuando Dios nos mira, Él sólo
ve a Cristo. A cambio, nosotros necesitamos aprender a vernos a nosotros mismos
como Dios nos ve. Eso significa no enfocarnos únicamente en nuestros pecados y
debilidades, sino en la victoria que Cristo ganó por nosotros en la cruz.

La parábola del hijo pródigo nos provee de una poderosa ilustración de la
aceptación que viene cuando se nos da una posición celestial en Cristo. Usted
conoce la historia: Un joven le pidió a su padre la herencia que le
correspondía y la derrochó al llevar una vida pecaminosa. Luego, una vez que
se fue moral, emocional y físicamente a la quiebra, pensó en su padre. El
estaba convencido de que había perdido todo su favor. Y temía que su padre
estuviera lleno de ira y odio hacia él.

Las Escrituras nos dicen que este joven quebrantado estaba lleno de dolor por
su pecado y clamó: “No soy digno. He pecado contra el cielo”. Esto
representa a aquéllos que proceden al arrepentimiento a través de una gran
pena.

El hijo pródigo se dijo a sí mismo: “Me levantaré e iré a mi padre”
(Lucas 15:18). Él estaba ejercitando la bendición de tener acceso, su
privilegio de poder acceder al padre. ¿Está comprendiendo esta escena? El
hijo pródigo se había tornado de su pecado, había dejado al mundo atrás y
ahora accedería a la puerta abierta que su padre le había prometido. Estaba
caminando en arrepentimiento y estaba apropiándose de dicho acceso.

Entonces, ¿qué pasó con el hijo pródigo? “Y cuando aún estaba lejos, lo
vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su
cuello, y le besó” (Lucas 15:20). ¡Qué escena tan hermosa! El hijo pecador
fue perdonado, abrazado y amado por su padre, sin ira ni condenación alguna.
Cuando recibió el beso de su padre, él supo que había sido aceptado.

David Wilkerson

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