El Espíritu Santo ha venido para conducirnos a una vida de oración. "El
Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad porque no sabemos lo que hemos de
pedir como conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos
indecibles" (Romanos 8:26).
Considere lo que Pablo dice sobre el papel del Espíritu Santo en nuestra vida
de oración. ¡Estamos tan confundidos acerca de la oración y la hacemos
parecer tan complicada! Vaya a cualquier librería cristiana y usted
encontrará un sin número de libros sobre el tema repletos de fórmulas
detalladas sobre cómo debemos orar.
Estas múltiples teorías pueden aumentar todo tipo de preguntas acerca de la
oración:
* ¿Cuándo la oración se convierte en intercesión?
* ¿Se mide la intercesión por el fervor, la intensidad o la cantidad de
tiempo que paso de rodillas?
* He sido enseñado a orar conforme a la voluntad de Dios, pero ¿cómo puedo
saber su voluntad?
* ¿Y cómo le hago para orar? ¿Cuentan las oraciones mentales?
* ¿Exactamente, para qué oro?
Tal confusión puede ser tan abrumadora que puede causar que muchos eviten
orar.
Nunca ha habido un tiempo en que las oraciones del pueblo de Dios sean más
necesarias que ahora. Vivimos en un mundo enloquecido. Los acontecimientos
mundiales empeoran: conspiraciones para robar la paz de la gente, las
sociedades buscan por todas partes una fuente de consuelo pero no lo encuentran
en la psicoterapia, en la religión muerta, en diferentes causas o incluso en la
caridad.
La Biblia nos ha dicho: "El mundo no conoce a Cristo y no lo recibe. Pero
vosotros le conocéis "(Juan 14:17).
Una de nuestras mayores preocupaciones debiera ser mantener una vida de
oración. Cuando descuidamos la oración, entristecemos al Espíritu de Dios.
Sí, es posible que nosotros agraviemos al Espíritu Santo. Pablo escribe lo
mismo cuando dice: "Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios" (Efesios
4:30).
En efecto, el Espíritu comparte el dolor de Dios a causa de la incredulidad de
su pueblo y la falta de oración. Consideremos sólo algunas maneras poderosas
en que el Espíritu Santo juega un rol en nuestras oraciones:
* A través de la oración el Espíritu Santo manifiesta la presencia de
Cristo en nosotros.
* A través de la oración del Espíritu sella las promesas de Dios en
nuestros corazones.
* A través de la oración el Consolador nos habla de esperanza.
* A través de la oración el Espíritu libera sus ríos de consuelo, paz y
descanso en nuestras almas.
David Wilkerson
jueves, 28 de julio de 2011
miércoles, 27 de julio de 2011
EL CONSOLADOR HA VENIDO
Jesús llama al Espíritu Santo, "el Consolador". Una cosa es conocer al
Espíritu Santo como nuestro consolador y otra, es saber cómo él nos
consuela. Al comprender el cómo podremos distinguir el consuelo que proviene
de la carne de aquél que procede del Espíritu.
Considere al hermano que es vencido por la soledad. El ora por el consuelo del
Espíritu Santo y espera que el consuelo venga en forma de una sensación. De
hecho, se lo imagina como una especie de aliento repentino del cielo, como un
sedante espiritual a su alma.Este sentimiento de paz en realidad puede llegar a
él, pero a la mañana siguiente ya no está. Como resultado de ello, empieza a
creer que el Espíritu Santo rechazó su petición. ¡No, nunca! El Espíritu
Santo no nos consuela manipulando nuestros sentimientos. Su forma de consolar
es infinitamente diferente y se describe claramente en las Escrituras. No
importa cuál sea el problema, prueba o necesidad, su ministerio como El
Consolador se logra manifestando la verdad: "Cuando él [el Espíritu Santo]
venga, él os guiará a toda verdad" (Juan 16:13).
El hecho es que nuestro consuelo emana con base en lo que sabemos y no en lo
que sentimos. ¡Sólo la verdad prevalece sobre los sentimientos! Y el
ministerio de consuelo del Espíritu Santo comienza con esta verdad
fundamental: Dios no está enojado con usted. Él le ama.
"La esperanza no nos defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en
nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado" (Romanos 5:5).
Aquí, el significado griego es incluso más fuerte que el sugerido en la
traducción, pues señala que el amor de Dios es "derramado a borbotones" en
nuestros corazones a través del Espíritu Santo.
Una carga insoportable puede ser causada por miedo, vergüenza, tristeza,
aflicciones, tentaciones, o desaliento. Sin embargo, no importa cuál sea la
causa, el consuelo es necesario.
De repente, usted escucha una voz que hace eco en cada rincón de su alma, es
la voz del Espíritu Santo declarándole, "Nada puede separarnos del amor de
Dios."
Esta verdad -una vez que usted ha creído- rápidamente se convierte en un
torrente de agua viva que derriba todo obstáculo. "Mas el Consolador, el
Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará
todas las cosas y os recordará todo lo que yo os he dicho" (Juan 14:26, las
cursivas son mías).
DAVID WILKERSON
Espíritu Santo como nuestro consolador y otra, es saber cómo él nos
consuela. Al comprender el cómo podremos distinguir el consuelo que proviene
de la carne de aquél que procede del Espíritu.
Considere al hermano que es vencido por la soledad. El ora por el consuelo del
Espíritu Santo y espera que el consuelo venga en forma de una sensación. De
hecho, se lo imagina como una especie de aliento repentino del cielo, como un
sedante espiritual a su alma.Este sentimiento de paz en realidad puede llegar a
él, pero a la mañana siguiente ya no está. Como resultado de ello, empieza a
creer que el Espíritu Santo rechazó su petición. ¡No, nunca! El Espíritu
Santo no nos consuela manipulando nuestros sentimientos. Su forma de consolar
es infinitamente diferente y se describe claramente en las Escrituras. No
importa cuál sea el problema, prueba o necesidad, su ministerio como El
Consolador se logra manifestando la verdad: "Cuando él [el Espíritu Santo]
venga, él os guiará a toda verdad" (Juan 16:13).
El hecho es que nuestro consuelo emana con base en lo que sabemos y no en lo
que sentimos. ¡Sólo la verdad prevalece sobre los sentimientos! Y el
ministerio de consuelo del Espíritu Santo comienza con esta verdad
fundamental: Dios no está enojado con usted. Él le ama.
"La esperanza no nos defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en
nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado" (Romanos 5:5).
Aquí, el significado griego es incluso más fuerte que el sugerido en la
traducción, pues señala que el amor de Dios es "derramado a borbotones" en
nuestros corazones a través del Espíritu Santo.
Una carga insoportable puede ser causada por miedo, vergüenza, tristeza,
aflicciones, tentaciones, o desaliento. Sin embargo, no importa cuál sea la
causa, el consuelo es necesario.
De repente, usted escucha una voz que hace eco en cada rincón de su alma, es
la voz del Espíritu Santo declarándole, "Nada puede separarnos del amor de
Dios."
Esta verdad -una vez que usted ha creído- rápidamente se convierte en un
torrente de agua viva que derriba todo obstáculo. "Mas el Consolador, el
Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará
todas las cosas y os recordará todo lo que yo os he dicho" (Juan 14:26, las
cursivas son mías).
DAVID WILKERSON
martes, 26 de julio de 2011
EN CAMINO A LA VICTORIA
La tremenda decepción espiritual que acontece después de una experiencia
espiritual de suprema bendición, es común entre todos los seguidores de
Jesús. Nosotros le llamamos a estas experiencias "períodos de sequía", los
cuales se asemejan a sumergirse en una profunda oscuridad espiritual, a una
inmersión en grandes pruebas después de haber conocido un toque especial de
Dios.
Podemos encontrar en la Biblia tales períodos de sequía esparciéndose como
una plaga en la vida de hombres y mujeres de Dios. Dichos períodos “bajos en
el espíritu” acontecen principalmente en aquellos a quienes Dios tiene la
intención de usar. De hecho, son comunes entre todos los que Él entrena para
llevarlos más profundamente y más lejos en Sus caminos.
Al mirar hacia atrás y observar su propia experiencia de sequía, usted se
puede preguntar si previo a ese período en su vida precedió una renovación
en su Espíritu. Tal vez había experimentado un despertar fresco, una
ferviente oración que le pedía al Señor: "Tócame, Jesús. Me siento tibio.
Yo sé que mi servicio para ti no está progresando como debiera. Como nunca
antes tengo hambre de ti. Anhelo tener un celo especial para hacer tu obra:
orar por los enfermos, salvar a los perdidos, llevar esperanza a los
desesperanzados. Renuévame, Señor. Yo quiero ser usado para tu Reino en una
mayor medida".
Debido a que usted se comprometió en serio con Dios, sus oraciones empezaron a
obtener respuesta y usted comenzó a escuchar la voz de Dios con claridad. La
intimidad con Él era maravillosa, su celo fue en aumento, y se dio cuenta del
fuerte mover de Dios en su vida.
Pero un día, usted se despertó y el cielo parecía ser de bronce. Se sintió
derribado sin saber por qué. La oración parecía ser un estado de agonía y
no oyó más la voz de Dios como antes. Sus sentimientos parecían estar
muertos, su espíritu seco y vacío. Tenía que vivir sólo por fe.
Amado, si esto le ha sucedido no se asuste y no se rinda. Sé de este tipo de
caída personal. En un instante pasamos de estar en la cima de la montaña al
abismo más profundo. Pedro habló de manera específica al respecto y
aconsejó no pensar que alguna cosa extraña estaba pasando: "No penséis ni os
sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa
extraña os aconteciese. Al contrario, gozaos por cuanto sois participantes de
los padecimientos de Cristo"(1 Pedro 4:12-13).
El Señor permite nuestros períodos de sequía porque Él esta obrando en
algún área de nuestras vidas. Por lo tanto regocíjese y alábele a pesar de
que no sienta hacerlo.
DAVID WILKERSON
espiritual de suprema bendición, es común entre todos los seguidores de
Jesús. Nosotros le llamamos a estas experiencias "períodos de sequía", los
cuales se asemejan a sumergirse en una profunda oscuridad espiritual, a una
inmersión en grandes pruebas después de haber conocido un toque especial de
Dios.
Podemos encontrar en la Biblia tales períodos de sequía esparciéndose como
una plaga en la vida de hombres y mujeres de Dios. Dichos períodos “bajos en
el espíritu” acontecen principalmente en aquellos a quienes Dios tiene la
intención de usar. De hecho, son comunes entre todos los que Él entrena para
llevarlos más profundamente y más lejos en Sus caminos.
Al mirar hacia atrás y observar su propia experiencia de sequía, usted se
puede preguntar si previo a ese período en su vida precedió una renovación
en su Espíritu. Tal vez había experimentado un despertar fresco, una
ferviente oración que le pedía al Señor: "Tócame, Jesús. Me siento tibio.
Yo sé que mi servicio para ti no está progresando como debiera. Como nunca
antes tengo hambre de ti. Anhelo tener un celo especial para hacer tu obra:
orar por los enfermos, salvar a los perdidos, llevar esperanza a los
desesperanzados. Renuévame, Señor. Yo quiero ser usado para tu Reino en una
mayor medida".
Debido a que usted se comprometió en serio con Dios, sus oraciones empezaron a
obtener respuesta y usted comenzó a escuchar la voz de Dios con claridad. La
intimidad con Él era maravillosa, su celo fue en aumento, y se dio cuenta del
fuerte mover de Dios en su vida.
Pero un día, usted se despertó y el cielo parecía ser de bronce. Se sintió
derribado sin saber por qué. La oración parecía ser un estado de agonía y
no oyó más la voz de Dios como antes. Sus sentimientos parecían estar
muertos, su espíritu seco y vacío. Tenía que vivir sólo por fe.
Amado, si esto le ha sucedido no se asuste y no se rinda. Sé de este tipo de
caída personal. En un instante pasamos de estar en la cima de la montaña al
abismo más profundo. Pedro habló de manera específica al respecto y
aconsejó no pensar que alguna cosa extraña estaba pasando: "No penséis ni os
sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa
extraña os aconteciese. Al contrario, gozaos por cuanto sois participantes de
los padecimientos de Cristo"(1 Pedro 4:12-13).
El Señor permite nuestros períodos de sequía porque Él esta obrando en
algún área de nuestras vidas. Por lo tanto regocíjese y alábele a pesar de
que no sienta hacerlo.
DAVID WILKERSON
lunes, 25 de julio de 2011
LA PAZ Y EL ESPIRITU SANTO
¿A quiénes les concede Jesús su paz? Usted pensará: “Yo no soy digno de
vivir en la paz de Cristo, tengo demasiadas luchas en mi vida, mi fe es tan
débil.”
Haríamos bien en considerar a aquellos primeros hombres que recibieron la paz
de Jesús. Ninguno de ellos era digno y ninguno tenía el derecho de recibirla.
Piense en Pedro. Jesús estaba a punto de conceder su paz a un ministro del
evangelio que pronto iba a estar maldiciendo. Pedro era celoso en su amor por
Cristo, pero también lo iba a negar.
Luego tenemos a Santiago y a su hermano Juan, hombres con un espíritu
competitivo, siempre buscando el reconocimiento. Pidieron sentarse a la derecha
e izquierda de Jesús, cuando ascendiera a su trono en gloria.
Los otros discípulos no eran más justos. Se enfurecieron contra Santiago y
Juan, cuando éstos trataron de sobresalir. Luego está Tomás, un hombre de
Dios que se había rendido a la duda. Tanta fe les hacía falta a todos los
discípulos, que Jesús se asombraba y preocupaba. Es más, en la hora más
crítica de Cristo, todos lo abandonaron y huyeron. Aun después de la
Resurrección, cuando la frase “¡Jesús ha resucitado!”se esparció por
doquier, los discípulos fueron tardos para creer.
Pero aun hay más. También eran hombres confundidos. No entendían los caminos
del Señor. Sus parábolas los confundían. Después de la Crucifixión
perdieron todo sentido de unidad, dispersándose en todas las direcciones.
¡Qué cuadro! Estos hombres estaban llenos de temores, incredulidad,
división, lamento, confusión, competencia, orgullo. Sin embargo, fue a estos
mismos siervos afligidos que Jesús dijo: “Les voy a dar mi paz”.
Los discípulos no fueron escogidos por ser buenos o justos; eso está claro.
Tampoco era porque tenían talento o habilidades. Eran pescadores y obreros,
mansos y humildes. Cristo llamó y eligió a los discípulos porque vio algo en
sus corazones. A medida que miraba en ellos, sabía que cada uno se sometería
al Espíritu Santo.
En este punto, todo lo que tenían los discípulos era una promesa de paz por
parte de Cristo. La plenitud de dicha paz les sería dada en el Pentecostés.
Ahí es cuando el Espíritu Santo vendría y moraría en ellos. La paz de
Cristo que recibimos, proviene del Espíritu Santo. Esta paz viene a nosotros a
medida que el Espíritu nos revela a Cristo. Cuanto más anhelemos de Jesús, el
Espíritu nos mostrará más de Él, y tendremos más de la paz de Cristo.
DAVID WILKERSON
vivir en la paz de Cristo, tengo demasiadas luchas en mi vida, mi fe es tan
débil.”
Haríamos bien en considerar a aquellos primeros hombres que recibieron la paz
de Jesús. Ninguno de ellos era digno y ninguno tenía el derecho de recibirla.
Piense en Pedro. Jesús estaba a punto de conceder su paz a un ministro del
evangelio que pronto iba a estar maldiciendo. Pedro era celoso en su amor por
Cristo, pero también lo iba a negar.
Luego tenemos a Santiago y a su hermano Juan, hombres con un espíritu
competitivo, siempre buscando el reconocimiento. Pidieron sentarse a la derecha
e izquierda de Jesús, cuando ascendiera a su trono en gloria.
Los otros discípulos no eran más justos. Se enfurecieron contra Santiago y
Juan, cuando éstos trataron de sobresalir. Luego está Tomás, un hombre de
Dios que se había rendido a la duda. Tanta fe les hacía falta a todos los
discípulos, que Jesús se asombraba y preocupaba. Es más, en la hora más
crítica de Cristo, todos lo abandonaron y huyeron. Aun después de la
Resurrección, cuando la frase “¡Jesús ha resucitado!”se esparció por
doquier, los discípulos fueron tardos para creer.
Pero aun hay más. También eran hombres confundidos. No entendían los caminos
del Señor. Sus parábolas los confundían. Después de la Crucifixión
perdieron todo sentido de unidad, dispersándose en todas las direcciones.
¡Qué cuadro! Estos hombres estaban llenos de temores, incredulidad,
división, lamento, confusión, competencia, orgullo. Sin embargo, fue a estos
mismos siervos afligidos que Jesús dijo: “Les voy a dar mi paz”.
Los discípulos no fueron escogidos por ser buenos o justos; eso está claro.
Tampoco era porque tenían talento o habilidades. Eran pescadores y obreros,
mansos y humildes. Cristo llamó y eligió a los discípulos porque vio algo en
sus corazones. A medida que miraba en ellos, sabía que cada uno se sometería
al Espíritu Santo.
En este punto, todo lo que tenían los discípulos era una promesa de paz por
parte de Cristo. La plenitud de dicha paz les sería dada en el Pentecostés.
Ahí es cuando el Espíritu Santo vendría y moraría en ellos. La paz de
Cristo que recibimos, proviene del Espíritu Santo. Esta paz viene a nosotros a
medida que el Espíritu nos revela a Cristo. Cuanto más anhelemos de Jesús, el
Espíritu nos mostrará más de Él, y tendremos más de la paz de Cristo.
DAVID WILKERSON
miércoles, 20 de julio de 2011
LA GRAN PREOCUPACIÓN DE DIOS
En medio de esta global “agitación de todas las cosas”, ¿en qué está
enfocada la preocupación de Dios? ¿Será en los eventos del Medio Oriente?
No. La Biblia nos dice que La mirada de Dios está puesta sobre sus hijos.
“He aquí el ojo de Jehová sobre los que le temen, sobre los que esperan en
su misericordia” (Salmos 33:18).
Nuestro Señor es consciente de todo lo que se mueve en la Tierra, de todo lo
que respira. Aun así, su mirada está primordial mente enfocada en el bienestar
de sus hijos. Él ha fijado sus ojos en los dolores y necesidades de cada
miembro de su cuerpo espiritual. Dicho de una forma simple, cualquier cosa que
nos afecte, le preocupa a Él.
Para demostrarlo, Jesús dijo: “Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas
el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y
el cuerpo en el infierno” (Mateo 10:28). Incluso, en medio de las grandes
guerras mundiales, el primer enfoque de Dios no está en los tiranos. Su
enfoque está en cada circunstancia que sucede en las vidas de sus hijos.
Cristo dijo en el versículo siguiente: “¿No se venden dos pajaritos por un
cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre” (Mateo
10:29). En los días de Cristo, estos pajaritos eran la carne de los pobres y
se vendían a dos por un centavo. Sin embargo, Jesús dijo que ninguna de ellos
caía a tierra sin que lo supiera nuestro Padre.
El uso que le da Jesús al verbo “caer” en este versículo, va más allá
de la muerte de un ave. El significado arameo es “posarse sobre la tierra”,
en otras palabras, “caer”, aquí indica hasta el mínimo sobresalto que un
pequeño pajarillo hace.
Con esto Cristo nos está diciendo: “La mirada de tu Padre está puesta sobre
el pajarillo, no sólo cuando muere, sino cuando se posa en tierra. A medida que
el pajarillo aprende a volar, cae del nido y comienza a brincar sobre la tierra.
Y Dios ve hasta la lucha más pequeña que éste tiene. Él se preocupa de cada
detalle de su vida.”
Luego, Jesús añade: “Así que, no temáis; más valéis vosotros que muchos
pajarillos” (Mateo 10:31). De hecho, Él está diciendo: “Pues aun vuestros
cabellos están todos contados” (Mateo 10:30). En otras palabras, Aquél que
creó y contó cada estrella, que monitorio cada acto del Imperio Romano, que
guarda a las galaxias en sus órbitas, tiene sus ojos fijados en ti. Y, Jesús
pregunta: “¿No valéis vosotros mucho más que ellos?”
enfocada la preocupación de Dios? ¿Será en los eventos del Medio Oriente?
No. La Biblia nos dice que La mirada de Dios está puesta sobre sus hijos.
“He aquí el ojo de Jehová sobre los que le temen, sobre los que esperan en
su misericordia” (Salmos 33:18).
Nuestro Señor es consciente de todo lo que se mueve en la Tierra, de todo lo
que respira. Aun así, su mirada está primordial mente enfocada en el bienestar
de sus hijos. Él ha fijado sus ojos en los dolores y necesidades de cada
miembro de su cuerpo espiritual. Dicho de una forma simple, cualquier cosa que
nos afecte, le preocupa a Él.
Para demostrarlo, Jesús dijo: “Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas
el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y
el cuerpo en el infierno” (Mateo 10:28). Incluso, en medio de las grandes
guerras mundiales, el primer enfoque de Dios no está en los tiranos. Su
enfoque está en cada circunstancia que sucede en las vidas de sus hijos.
Cristo dijo en el versículo siguiente: “¿No se venden dos pajaritos por un
cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre” (Mateo
10:29). En los días de Cristo, estos pajaritos eran la carne de los pobres y
se vendían a dos por un centavo. Sin embargo, Jesús dijo que ninguna de ellos
caía a tierra sin que lo supiera nuestro Padre.
El uso que le da Jesús al verbo “caer” en este versículo, va más allá
de la muerte de un ave. El significado arameo es “posarse sobre la tierra”,
en otras palabras, “caer”, aquí indica hasta el mínimo sobresalto que un
pequeño pajarillo hace.
Con esto Cristo nos está diciendo: “La mirada de tu Padre está puesta sobre
el pajarillo, no sólo cuando muere, sino cuando se posa en tierra. A medida que
el pajarillo aprende a volar, cae del nido y comienza a brincar sobre la tierra.
Y Dios ve hasta la lucha más pequeña que éste tiene. Él se preocupa de cada
detalle de su vida.”
Luego, Jesús añade: “Así que, no temáis; más valéis vosotros que muchos
pajarillos” (Mateo 10:31). De hecho, Él está diciendo: “Pues aun vuestros
cabellos están todos contados” (Mateo 10:30). En otras palabras, Aquél que
creó y contó cada estrella, que monitorio cada acto del Imperio Romano, que
guarda a las galaxias en sus órbitas, tiene sus ojos fijados en ti. Y, Jesús
pregunta: “¿No valéis vosotros mucho más que ellos?”
lunes, 18 de julio de 2011
¡ASOMBROSA PAZ!
Jesús nos da más de una razón por la cual necesitamos su paz. Cristo les
dijo a sus discípulos, en Juan 14:30: “Viene el príncipe de este mundo”.
¿Cuál era el contexto de esta declaración? Él acababa de decirle a los
doce: “No hablaré ya mucho con vosotros”. Luego, explicó el por qué:
“Porque viene el príncipe de este mundo”.
Jesús sabía que Satanás estaba ocupado en aquella misma hora. El diablo ya
había enlistado a Judas para que lo traicionara. Y Cristo sabía que la
jerarquía religiosa en Jerusalén estaba siendo fortalecida por los
principados del infierno. Él también era conciente de que una multitud
inspirada por el diablo vendría muy pronto para llevarlo prisionero. Ahí es
cuando Jesús les dice a los discípulos: “Satanás, el maligno, viene. Así
que ya no les seguiré hablando más.”
Jesús sabía que necesitaba tener un tiempo con el Padre para prepararse para
la dificultad que enfrentaría. Él estaba a punto de ser puesto en manos de
hombres malvados, tal como Él mismo lo había dicho. Y sabía que Satanás
estaba haciendo todo lo posible para estremecer su paz. El diablo habría de
acosarlo e intentaría desalentarlo. Todo esto con el propósito de quebrantar
la fe de Cristo en el Padre, de hacer cualquier cosa con tal de que Él no
fuera a la Cruz.
Puede ser que usted se encuentre confundido, pensando: “Todo terminó, no lo
voy a lograr”. Pero Jesús dice: “Yo sé lo que estás pasando. Ven y bebe
de mi paz”.
Ahora mismo, usted puede estar atravesando el tiempo mas difícil que haya
enfrentado. Su vida puede estar en juego y todo parece carecer de esperanza.
Pareciera no haber escapatoria para usted y cada puerta que usted abre lo llena
de más tensión, confusión y cansancio.
No importa lo que usted esté pasando. Su vida puede parecer haber sido
devastada por un tornado. Usted puede estar soportando pruebas que hacen que
otros lo vean como un Job moderno. Pero en medio de sus pruebas, cuando clame
al Espíritu Santo para que lo bautice en la paz de Cristo, Él lo hará.
La gente lo señalará y dirá: “El mundo de aquel hombre se ha hecho
pedazos, sin embargo él ha determinado confiar en la Palabra de Dios, viva o
muera. ¿Cómo puede hacerlo? ¿Cómo puede continuar? El debiera haberse
rendido hace mucho tiempo, pero no lo ha hecho. Y a lo largo de todo, no ha
cedido ninguno de sus principios. ¡Qué asombrosa paz! Está más allá del
entendimiento”.
David Wilkerson
dijo a sus discípulos, en Juan 14:30: “Viene el príncipe de este mundo”.
¿Cuál era el contexto de esta declaración? Él acababa de decirle a los
doce: “No hablaré ya mucho con vosotros”. Luego, explicó el por qué:
“Porque viene el príncipe de este mundo”.
Jesús sabía que Satanás estaba ocupado en aquella misma hora. El diablo ya
había enlistado a Judas para que lo traicionara. Y Cristo sabía que la
jerarquía religiosa en Jerusalén estaba siendo fortalecida por los
principados del infierno. Él también era conciente de que una multitud
inspirada por el diablo vendría muy pronto para llevarlo prisionero. Ahí es
cuando Jesús les dice a los discípulos: “Satanás, el maligno, viene. Así
que ya no les seguiré hablando más.”
Jesús sabía que necesitaba tener un tiempo con el Padre para prepararse para
la dificultad que enfrentaría. Él estaba a punto de ser puesto en manos de
hombres malvados, tal como Él mismo lo había dicho. Y sabía que Satanás
estaba haciendo todo lo posible para estremecer su paz. El diablo habría de
acosarlo e intentaría desalentarlo. Todo esto con el propósito de quebrantar
la fe de Cristo en el Padre, de hacer cualquier cosa con tal de que Él no
fuera a la Cruz.
Puede ser que usted se encuentre confundido, pensando: “Todo terminó, no lo
voy a lograr”. Pero Jesús dice: “Yo sé lo que estás pasando. Ven y bebe
de mi paz”.
Ahora mismo, usted puede estar atravesando el tiempo mas difícil que haya
enfrentado. Su vida puede estar en juego y todo parece carecer de esperanza.
Pareciera no haber escapatoria para usted y cada puerta que usted abre lo llena
de más tensión, confusión y cansancio.
No importa lo que usted esté pasando. Su vida puede parecer haber sido
devastada por un tornado. Usted puede estar soportando pruebas que hacen que
otros lo vean como un Job moderno. Pero en medio de sus pruebas, cuando clame
al Espíritu Santo para que lo bautice en la paz de Cristo, Él lo hará.
La gente lo señalará y dirá: “El mundo de aquel hombre se ha hecho
pedazos, sin embargo él ha determinado confiar en la Palabra de Dios, viva o
muera. ¿Cómo puede hacerlo? ¿Cómo puede continuar? El debiera haberse
rendido hace mucho tiempo, pero no lo ha hecho. Y a lo largo de todo, no ha
cedido ninguno de sus principios. ¡Qué asombrosa paz! Está más allá del
entendimiento”.
David Wilkerson
viernes, 15 de julio de 2011
Esto es Vida!!
Feliz es aquel que vive en Dios por medio de Jesús,disfrutando de todos los recursos del Espíritu Santo que habita en El. ESTO ES VIDA!!
EN MEDIO DE UN MILAGRO
Usted podría estar en medio de un milagro en este preciso momento y
simplemente, no darse cuenta. Quizás, ahora mismo esté esperando un milagro.
Se encuentra desanimado porque las cosas no parecen cambiar en absoluto. No ve
ninguna evidencia de la obra sobrenatural de Dios a favor suyo.
Considere lo que dice David en el Salmo 18: “En mi angustia invoqué a
Jehová, y clamé a mi Dios. El oyó mi voz desde su templo, y mi clamor llegó
delante de él, a sus oídos. La tierra fue conmovida y tembló; se conmovieron
los cimientos de los montes…Humo subió de su nariz, y de su boca fuego
consumidor…inclinó los cielos, y descendió…Tronó en los cielos Jehová,
y el Altísimo dio su voz…Envió sus saetas…Lanzó relámpagos” (Salmos
18:6-9, 13-14).
Usted debe darse cuenta de que ninguna de estas cosas sucedieron literalmente.
Todo se trataba de algo que David vio con sus ojos espirituales. Amado, eso es
fe. Es cuando usted cree que Dios ha oído su clamor, que Él no ha tardado, ni
tampoco ha ignorado su petición. Por el contrario, Él comenzó calladamente su
milagro cuando usted apenas oró. Aún ahora Él está haciendo una obra
sobrenatural a favor de usted. Eso es verdaderamente creer en milagros, en su
maravillosa obra progresiva en nuestras vidas.
David entendió la verdad fundamental detrás de todo esto: “Me sacó a lugar
espacioso; me libró, porque se agradó de mí” (Salmos 18:19). David
declaró: “Yo sé por qué Dios está haciendo tanto por mí. Es porque Él
se deleita en mí”.
De verdad, yo creo en los milagros instantáneos. Dios sigue obrando maravillas
gloriosas e instantáneas en el mundo de hoy. Pero en estos pasajes del
Evangelio (Mateo 16:9-11, Marcos 8:19-21), mientras Jesús les recuerda a los
discípulos la milagrosa alimentación de los 5,000 y de los 4,000, Él les
pide a ellos y a nosotros tomar nota de sus milagros continuos y de su
importancia para nuestras vidas en el día de hoy.
David Wilkerson
simplemente, no darse cuenta. Quizás, ahora mismo esté esperando un milagro.
Se encuentra desanimado porque las cosas no parecen cambiar en absoluto. No ve
ninguna evidencia de la obra sobrenatural de Dios a favor suyo.
Considere lo que dice David en el Salmo 18: “En mi angustia invoqué a
Jehová, y clamé a mi Dios. El oyó mi voz desde su templo, y mi clamor llegó
delante de él, a sus oídos. La tierra fue conmovida y tembló; se conmovieron
los cimientos de los montes…Humo subió de su nariz, y de su boca fuego
consumidor…inclinó los cielos, y descendió…Tronó en los cielos Jehová,
y el Altísimo dio su voz…Envió sus saetas…Lanzó relámpagos” (Salmos
18:6-9, 13-14).
Usted debe darse cuenta de que ninguna de estas cosas sucedieron literalmente.
Todo se trataba de algo que David vio con sus ojos espirituales. Amado, eso es
fe. Es cuando usted cree que Dios ha oído su clamor, que Él no ha tardado, ni
tampoco ha ignorado su petición. Por el contrario, Él comenzó calladamente su
milagro cuando usted apenas oró. Aún ahora Él está haciendo una obra
sobrenatural a favor de usted. Eso es verdaderamente creer en milagros, en su
maravillosa obra progresiva en nuestras vidas.
David entendió la verdad fundamental detrás de todo esto: “Me sacó a lugar
espacioso; me libró, porque se agradó de mí” (Salmos 18:19). David
declaró: “Yo sé por qué Dios está haciendo tanto por mí. Es porque Él
se deleita en mí”.
De verdad, yo creo en los milagros instantáneos. Dios sigue obrando maravillas
gloriosas e instantáneas en el mundo de hoy. Pero en estos pasajes del
Evangelio (Mateo 16:9-11, Marcos 8:19-21), mientras Jesús les recuerda a los
discípulos la milagrosa alimentación de los 5,000 y de los 4,000, Él les
pide a ellos y a nosotros tomar nota de sus milagros continuos y de su
importancia para nuestras vidas en el día de hoy.
David Wilkerson
miércoles, 13 de julio de 2011
EL BESO DEL PADRE
Una gran bendición llega a nosotros cuando se nos hace sentarnos en lugares
celestiales. ¿Cuál es esta bendición? Es el privilegio de la aceptación:
“Nos hizo aceptos en el Amado [Cristo]” (Efesios 1:6). La palabra griega
“acepto” significa: “altamente favorecido”. Es diferente al uso de esta
palabra en nuestro idioma, la cual representa: “recibido como aceptable”, lo
que implica algo que puede ser soportado, dando a entender una actitud de:
“puedo vivir con esto”. Sin embargo éste no es el uso que Pablo le da a
dicha palabra. La aplicación que Pablo le da a la palabra “aceptos” se
traduce así: “Dios nos ha favorecido altamente. Somos muy especiales para
Él porque estamos en nuestro lugar en Cristo”.
A causa de que Dios aceptó el sacrificio de Cristo, ahora Él ve solamente un
hombre corporal: Cristo y aquéllos que están unidos a Él por la fe. Nuestra
carne ha muerto a los ojos de Dios. ¿Cómo? Jesús se deshizo de nuestra vieja
naturaleza en la cruz. De tal manera que ahora, cuando Dios nos mira, Él sólo
ve a Cristo. A cambio, nosotros necesitamos aprender a vernos a nosotros mismos
como Dios nos ve. Eso significa no enfocarnos únicamente en nuestros pecados y
debilidades, sino en la victoria que Cristo ganó por nosotros en la cruz.
La parábola del hijo pródigo nos provee de una poderosa ilustración de la
aceptación que viene cuando se nos da una posición celestial en Cristo. Usted
conoce la historia: Un joven le pidió a su padre la herencia que le
correspondía y la derrochó al llevar una vida pecaminosa. Luego, una vez que
se fue moral, emocional y físicamente a la quiebra, pensó en su padre. El
estaba convencido de que había perdido todo su favor. Y temía que su padre
estuviera lleno de ira y odio hacia él.
Las Escrituras nos dicen que este joven quebrantado estaba lleno de dolor por
su pecado y clamó: “No soy digno. He pecado contra el cielo”. Esto
representa a aquéllos que proceden al arrepentimiento a través de una gran
pena.
El hijo pródigo se dijo a sí mismo: “Me levantaré e iré a mi padre”
(Lucas 15:18). Él estaba ejercitando la bendición de tener acceso, su
privilegio de poder acceder al padre. ¿Está comprendiendo esta escena? El
hijo pródigo se había tornado de su pecado, había dejado al mundo atrás y
ahora accedería a la puerta abierta que su padre le había prometido. Estaba
caminando en arrepentimiento y estaba apropiándose de dicho acceso.
Entonces, ¿qué pasó con el hijo pródigo? “Y cuando aún estaba lejos, lo
vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su
cuello, y le besó” (Lucas 15:20). ¡Qué escena tan hermosa! El hijo pecador
fue perdonado, abrazado y amado por su padre, sin ira ni condenación alguna.
Cuando recibió el beso de su padre, él supo que había sido aceptado.
David Wilkerson
celestiales. ¿Cuál es esta bendición? Es el privilegio de la aceptación:
“Nos hizo aceptos en el Amado [Cristo]” (Efesios 1:6). La palabra griega
“acepto” significa: “altamente favorecido”. Es diferente al uso de esta
palabra en nuestro idioma, la cual representa: “recibido como aceptable”, lo
que implica algo que puede ser soportado, dando a entender una actitud de:
“puedo vivir con esto”. Sin embargo éste no es el uso que Pablo le da a
dicha palabra. La aplicación que Pablo le da a la palabra “aceptos” se
traduce así: “Dios nos ha favorecido altamente. Somos muy especiales para
Él porque estamos en nuestro lugar en Cristo”.
A causa de que Dios aceptó el sacrificio de Cristo, ahora Él ve solamente un
hombre corporal: Cristo y aquéllos que están unidos a Él por la fe. Nuestra
carne ha muerto a los ojos de Dios. ¿Cómo? Jesús se deshizo de nuestra vieja
naturaleza en la cruz. De tal manera que ahora, cuando Dios nos mira, Él sólo
ve a Cristo. A cambio, nosotros necesitamos aprender a vernos a nosotros mismos
como Dios nos ve. Eso significa no enfocarnos únicamente en nuestros pecados y
debilidades, sino en la victoria que Cristo ganó por nosotros en la cruz.
La parábola del hijo pródigo nos provee de una poderosa ilustración de la
aceptación que viene cuando se nos da una posición celestial en Cristo. Usted
conoce la historia: Un joven le pidió a su padre la herencia que le
correspondía y la derrochó al llevar una vida pecaminosa. Luego, una vez que
se fue moral, emocional y físicamente a la quiebra, pensó en su padre. El
estaba convencido de que había perdido todo su favor. Y temía que su padre
estuviera lleno de ira y odio hacia él.
Las Escrituras nos dicen que este joven quebrantado estaba lleno de dolor por
su pecado y clamó: “No soy digno. He pecado contra el cielo”. Esto
representa a aquéllos que proceden al arrepentimiento a través de una gran
pena.
El hijo pródigo se dijo a sí mismo: “Me levantaré e iré a mi padre”
(Lucas 15:18). Él estaba ejercitando la bendición de tener acceso, su
privilegio de poder acceder al padre. ¿Está comprendiendo esta escena? El
hijo pródigo se había tornado de su pecado, había dejado al mundo atrás y
ahora accedería a la puerta abierta que su padre le había prometido. Estaba
caminando en arrepentimiento y estaba apropiándose de dicho acceso.
Entonces, ¿qué pasó con el hijo pródigo? “Y cuando aún estaba lejos, lo
vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su
cuello, y le besó” (Lucas 15:20). ¡Qué escena tan hermosa! El hijo pecador
fue perdonado, abrazado y amado por su padre, sin ira ni condenación alguna.
Cuando recibió el beso de su padre, él supo que había sido aceptado.
David Wilkerson
martes, 12 de julio de 2011
EL PAGANISMO DE PREOCUPARSE
“No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué
vestiremos? (Porque los gentiles buscan todas estas cosas)” (Mateo 6:31-32).
Jesús nos dice que no nos preocupemos – del futuro o de nuestra familia, de
nuestros trabajos, o de cómo vamos a sobrevivir – porque ese es un estilo de
vida pagano. Jesús está hablando aquí de los que no tienen un Padre
celestial. Ellos no conocen a Dios como Dios quiere que lo conozcan, como un
Padre celestial cariñoso, proveedor, y amoroso.
“No os afanéis por el día de mañana” (v. 34). Con estas directas
palabras, Jesús nos ordena, “No pienses en ello, no te preocupes sobre lo
que pueda o no pueda suceder mañana. Tú no puedes cambiar tu situación. Y no
ganas nada al preocuparte. Con ello estás haciendo lo mismo que los paganos.”
Luego Jesús dice, “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y
todas estas cosas os serán añadidas” (v.33). En otras palabras, debes de
continuar amando a Jesús. Debes de continuar echando tus cargas sobre él.
Debes de continuar descansando en su fidelidad. Tu Padre celestial velará para
que todas las cosas esenciales sean provistas en tu vida.
Me pregunto si los ángeles están desconcertados por todas las preocupaciones
y ansiedades de aquellos que profesan confiar en Dios. Para ellos ha de ser muy
degradante y tan insultante al Señor, que nos preocupemos como si no
tuviéramos un Padre cariñoso en el cielo. Qué preguntas perplejas han de
hacerse los ángeles entre ellos: “¿No tienen ellos un Padre en el cielo?
¿No creen ellos que él los ama? ¿Acaso no les dijo que él sabe lo que
necesitan? ¿No creen que aquél que da de comer a las aves y a todo el reino
animal, también les dará de comer y de vestir a ellos? ¿Cómo pueden
mortificarse y preocuparse si saben que a él le pertenece todo el poder, todas
las riquezas, y puede suplir las necesidades de toda la creación? ¿Lo
acusarían a su Padre celestial de descuido, como si él no fuera verdadero a
su Palabra?
Tú tienes un Padre celestial. ¡Confía en él!
David Wilkerson
vestiremos? (Porque los gentiles buscan todas estas cosas)” (Mateo 6:31-32).
Jesús nos dice que no nos preocupemos – del futuro o de nuestra familia, de
nuestros trabajos, o de cómo vamos a sobrevivir – porque ese es un estilo de
vida pagano. Jesús está hablando aquí de los que no tienen un Padre
celestial. Ellos no conocen a Dios como Dios quiere que lo conozcan, como un
Padre celestial cariñoso, proveedor, y amoroso.
“No os afanéis por el día de mañana” (v. 34). Con estas directas
palabras, Jesús nos ordena, “No pienses en ello, no te preocupes sobre lo
que pueda o no pueda suceder mañana. Tú no puedes cambiar tu situación. Y no
ganas nada al preocuparte. Con ello estás haciendo lo mismo que los paganos.”
Luego Jesús dice, “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y
todas estas cosas os serán añadidas” (v.33). En otras palabras, debes de
continuar amando a Jesús. Debes de continuar echando tus cargas sobre él.
Debes de continuar descansando en su fidelidad. Tu Padre celestial velará para
que todas las cosas esenciales sean provistas en tu vida.
Me pregunto si los ángeles están desconcertados por todas las preocupaciones
y ansiedades de aquellos que profesan confiar en Dios. Para ellos ha de ser muy
degradante y tan insultante al Señor, que nos preocupemos como si no
tuviéramos un Padre cariñoso en el cielo. Qué preguntas perplejas han de
hacerse los ángeles entre ellos: “¿No tienen ellos un Padre en el cielo?
¿No creen ellos que él los ama? ¿Acaso no les dijo que él sabe lo que
necesitan? ¿No creen que aquél que da de comer a las aves y a todo el reino
animal, también les dará de comer y de vestir a ellos? ¿Cómo pueden
mortificarse y preocuparse si saben que a él le pertenece todo el poder, todas
las riquezas, y puede suplir las necesidades de toda la creación? ¿Lo
acusarían a su Padre celestial de descuido, como si él no fuera verdadero a
su Palabra?
Tú tienes un Padre celestial. ¡Confía en él!
David Wilkerson
lunes, 11 de julio de 2011
SOMOS FAMILIA
Reclamar el poder que está en el nombre de Cristo, no es una verdad teológica
complicada que esté escondida. En mi biblioteca hay libros que han sido
escritos específicamente en el tema del nombre de Jesús. Los autores
escribieron para ayudar a los creyentes a entender las implicaciones profundas
que están escondidas en el nombre de Cristo. Pero, la mayoría de estos libros
son tan “profundos”, que los lectores no los entienden.
Yo creo que la verdad que se nos ha dado sobre el nombre de Jesús es tan
simple, que un niño puede entenderla. Es simplemente lo siguiente: Cuando
hacemos nuestra petición en el nombre de Jesús, debemos de estar persuadidos
que es igual que si Jesús mismo estuviese pidiéndole al Padre. Usted puede
preguntar, ¿Cómo es posible esto? Déjeme explicarle.
Nosotros sabemos que Dios amó a su Hijo. El habló con Jesús y le enseñó
mientras estuvo en la tierra. Y Dios no solamente escuchó sino también
respondió a cada pedido que su Hijo le hizo. Jesús testificó sobre esto
diciendo, “El siempre me escucha.” En otras palabras, el Padre nunca negó
a su Hijo ninguna petición.
Hoy día, todos los que creen en Jesús están revestidos del Hijo de Dios. Y
el Padre celestial nos recibe tan íntimamente como él recibe a su propio
Hijo. ¿Por qué? Es por nuestra unión espiritual con Cristo. A través de su
crucifixión y resurrección, Jesús nos ha hecho uno con el Padre. “Para que
todos sean uno; como tú oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean
uno en nosotros…Yo en ellos y tú en mí” (Juan 17:21-23).
Para ponerlo de una manera simple, ahora somos familia – somos uno con el
Padre, y uno con el Hijo. Hemos sido adoptados, con todos los derechos de
herencia que le pertenecen a un hijo. Esto significa que todo el poder y todos
los recursos del cielo están a nuestra disposición a través de Cristo.
Orar “en el nombre de Jesús” no es una fórmula. No es una frase que tiene
poder al simplemente pronunciárla. El poder está en creer que Jesús toma
nuestra causa y la lleva al Padre en sus propios méritos. El es el Abogado –
él está haciendo la petición por nosotros. El poder está en confiar
plenamente que Dios nunca le niega nada a su propio Hijo y que somos los
beneficiados de la fidelidad total que el Padre tiene con el Hijo.
David Wilkerson
complicada que esté escondida. En mi biblioteca hay libros que han sido
escritos específicamente en el tema del nombre de Jesús. Los autores
escribieron para ayudar a los creyentes a entender las implicaciones profundas
que están escondidas en el nombre de Cristo. Pero, la mayoría de estos libros
son tan “profundos”, que los lectores no los entienden.
Yo creo que la verdad que se nos ha dado sobre el nombre de Jesús es tan
simple, que un niño puede entenderla. Es simplemente lo siguiente: Cuando
hacemos nuestra petición en el nombre de Jesús, debemos de estar persuadidos
que es igual que si Jesús mismo estuviese pidiéndole al Padre. Usted puede
preguntar, ¿Cómo es posible esto? Déjeme explicarle.
Nosotros sabemos que Dios amó a su Hijo. El habló con Jesús y le enseñó
mientras estuvo en la tierra. Y Dios no solamente escuchó sino también
respondió a cada pedido que su Hijo le hizo. Jesús testificó sobre esto
diciendo, “El siempre me escucha.” En otras palabras, el Padre nunca negó
a su Hijo ninguna petición.
Hoy día, todos los que creen en Jesús están revestidos del Hijo de Dios. Y
el Padre celestial nos recibe tan íntimamente como él recibe a su propio
Hijo. ¿Por qué? Es por nuestra unión espiritual con Cristo. A través de su
crucifixión y resurrección, Jesús nos ha hecho uno con el Padre. “Para que
todos sean uno; como tú oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean
uno en nosotros…Yo en ellos y tú en mí” (Juan 17:21-23).
Para ponerlo de una manera simple, ahora somos familia – somos uno con el
Padre, y uno con el Hijo. Hemos sido adoptados, con todos los derechos de
herencia que le pertenecen a un hijo. Esto significa que todo el poder y todos
los recursos del cielo están a nuestra disposición a través de Cristo.
Orar “en el nombre de Jesús” no es una fórmula. No es una frase que tiene
poder al simplemente pronunciárla. El poder está en creer que Jesús toma
nuestra causa y la lleva al Padre en sus propios méritos. El es el Abogado –
él está haciendo la petición por nosotros. El poder está en confiar
plenamente que Dios nunca le niega nada a su propio Hijo y que somos los
beneficiados de la fidelidad total que el Padre tiene con el Hijo.
David Wilkerson
viernes, 8 de julio de 2011
LAS MENTIRAS DEL ENEMIGO
En nuestros momentos de prueba y tentación, Satanás viene a nosotros
trayéndonos mentiras como: “Estás completamente cercado y no tienes salida.
Siervos más fuertes que tú han caído en circunstancias menos difíciles.
Ahora te toca caera tí. Eres un fracaso, de otra manera no estarías pasando
por esto. Algo está mal en tu vida y Dios está descontento contigo”.
En medio de su prueba, Ezequías reconoció su incapacidad. Este rey se dio
cuenta de que no tenía la fuerza para detener las voces de ira en su contra,
voces de desánimo, de amenazas y de mentiras. El sabía que no podía librarse
de esta batalla, así que buscó al Señor para que lo ayudara. Y Dios le
respondió enviándole al profeta Isaías con este mensaje: “El Señor ha
oído tu clamor. Ahora, dile a Satanás que está a tu puerta: ‘Eres tú el
que caerá. Por el mismo camino por donde viniste, te irás. ”
Ezequías por poco cayó en el truco del enemigo. El hecho es que si no nos
ponemos de pie para enfrentar las mentiras de Satanás, si en nuestra hora de
crisis no nos agarramos de nuestra fe e inclinamos hacia la oración, si no
obtenemos fuerzas de las promesas de liberación que Dios nos ha dado, el
diablo se reirá de nuestra débil e inconstante fe e intensificará sus
ataques contra nosotros.
Ezequías cobró valor por la palabra que recibió y fue capaz de decirle con
firmeza a Senaquerib: “Rey Diablo, tú no has blasfemado mi nombre, sino el
de Dios mismo. Mi Señor me librará. ¡Y porque blasfemaste Su Nombre,
enfrentarás su ira!”
La Biblia nos dice que esa misma noche, Dios libró sobrenaturalmente a
Ezequías y a Judá: “Y aconteció que aquella misma noche salió el ángel
de Jehová, y mató en el campamento de los asirios a ciento ochenta y cinco
mil; y cuando se levantaron por la mañana, he aquí que todo era cuerpos de
muertos.” (2 Reyes 19:35)
Hoy, los creyentes no están de pie sólo sobre una promesa sino sobre la
sangre derramada de Jesucristo. Y en esa sangre tenemos victoria sobre todo
pecado, tentación y batalla que alguna vez enfrentemos. Quizás recientemente
usted ha recibido una carta del diablo. Permítame preguntarle: “¿Cree usted
que Dios tiene el anticipado conocimiento respecto a cada una de sus pruebas,
cada uno de sus torpes movimientos, cada una de sus dudas y temores? Si es
así, usted cuenta con el ejemplo de David, el cual oró: “Este pobre clamó
y el Señor lo libró”. ¿Se atreverá usted a hacer lo mismo?
David Wilkerson
trayéndonos mentiras como: “Estás completamente cercado y no tienes salida.
Siervos más fuertes que tú han caído en circunstancias menos difíciles.
Ahora te toca caera tí. Eres un fracaso, de otra manera no estarías pasando
por esto. Algo está mal en tu vida y Dios está descontento contigo”.
En medio de su prueba, Ezequías reconoció su incapacidad. Este rey se dio
cuenta de que no tenía la fuerza para detener las voces de ira en su contra,
voces de desánimo, de amenazas y de mentiras. El sabía que no podía librarse
de esta batalla, así que buscó al Señor para que lo ayudara. Y Dios le
respondió enviándole al profeta Isaías con este mensaje: “El Señor ha
oído tu clamor. Ahora, dile a Satanás que está a tu puerta: ‘Eres tú el
que caerá. Por el mismo camino por donde viniste, te irás. ”
Ezequías por poco cayó en el truco del enemigo. El hecho es que si no nos
ponemos de pie para enfrentar las mentiras de Satanás, si en nuestra hora de
crisis no nos agarramos de nuestra fe e inclinamos hacia la oración, si no
obtenemos fuerzas de las promesas de liberación que Dios nos ha dado, el
diablo se reirá de nuestra débil e inconstante fe e intensificará sus
ataques contra nosotros.
Ezequías cobró valor por la palabra que recibió y fue capaz de decirle con
firmeza a Senaquerib: “Rey Diablo, tú no has blasfemado mi nombre, sino el
de Dios mismo. Mi Señor me librará. ¡Y porque blasfemaste Su Nombre,
enfrentarás su ira!”
La Biblia nos dice que esa misma noche, Dios libró sobrenaturalmente a
Ezequías y a Judá: “Y aconteció que aquella misma noche salió el ángel
de Jehová, y mató en el campamento de los asirios a ciento ochenta y cinco
mil; y cuando se levantaron por la mañana, he aquí que todo era cuerpos de
muertos.” (2 Reyes 19:35)
Hoy, los creyentes no están de pie sólo sobre una promesa sino sobre la
sangre derramada de Jesucristo. Y en esa sangre tenemos victoria sobre todo
pecado, tentación y batalla que alguna vez enfrentemos. Quizás recientemente
usted ha recibido una carta del diablo. Permítame preguntarle: “¿Cree usted
que Dios tiene el anticipado conocimiento respecto a cada una de sus pruebas,
cada uno de sus torpes movimientos, cada una de sus dudas y temores? Si es
así, usted cuenta con el ejemplo de David, el cual oró: “Este pobre clamó
y el Señor lo libró”. ¿Se atreverá usted a hacer lo mismo?
David Wilkerson
jueves, 7 de julio de 2011
¡INSTRUCCIONES DETALLADAS Y DECISIONES CLARAS!
El propósito de Dios para cada uno de sus hijos es que nos rindamos al
gobierno y autoridad del Espíritu Santo.
“Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (Gálatas
5:25). En otras palabras: “Si Él vive en ti, ¡déjalo dirigirte!”
Quiero mostrarles lo que significa caminar en el Espíritu. Yo aún no he
llegado a este glorioso caminar, pero, ¡estoy ganando terreno!
Hemos oído la expresión “andar en el Espíritu” durante toda nuestras
vidas, pero ¿qué significa en realidad? Creo que el capítulo 16 de Los
Hechos es uno de los mejores ejemplos de lo que quiere decir andar en el
Espíritu Santo.
El Espíritu Santo provee de instrucciones detalladas, absolutas y claras a
aquéllos que andan en él. Si usted anda en el Espíritu, entonces no anda en
confusión, sus decisiones no están nubladas.
Los primeros cristianos no caminaban en confusión. Ellos eran guiados por el
Espíritu en cada decisión, ¡cada paso, cada acción! El Espíritu les
hablaba y los dirigía en cada momento. No tomaban ninguna decisión sin
consultarle a Él. El lema de la iglesia a lo largo del Nuevo Testamento era:
“¡El que tiene oídos para oír, que oiga lo que el Espíritu dice!”
Comencé ministrando en la ciudad de Nueva York porque el Espíritu Santo me lo
dijo claramente: “Ve a la ciudad de Nueva York y levanta una iglesia”. Y me
dijo cuándo venir. Ni el diablo ni sus demonios podían moverme de esta
convicción, porque el Espíritu me había dado instrucciones detalladas.
Recuerdo estar parado entre Broadway y la Séptima Avenida, llorando y
levantando mis manos. El Espíritu Santo me dijo: “En esta misma área Yo voy
a levantar una iglesia. Obedéceme, David. ¡Comienza una iglesia en la ciudad
de Nueva York!” La Iglesia Times Esqueare no es un accidente. ¡Es el resultado
de instrucciones claras y detalladas del Espíritu Santo!
David Wilkerson
gobierno y autoridad del Espíritu Santo.
“Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (Gálatas
5:25). En otras palabras: “Si Él vive en ti, ¡déjalo dirigirte!”
Quiero mostrarles lo que significa caminar en el Espíritu. Yo aún no he
llegado a este glorioso caminar, pero, ¡estoy ganando terreno!
Hemos oído la expresión “andar en el Espíritu” durante toda nuestras
vidas, pero ¿qué significa en realidad? Creo que el capítulo 16 de Los
Hechos es uno de los mejores ejemplos de lo que quiere decir andar en el
Espíritu Santo.
El Espíritu Santo provee de instrucciones detalladas, absolutas y claras a
aquéllos que andan en él. Si usted anda en el Espíritu, entonces no anda en
confusión, sus decisiones no están nubladas.
Los primeros cristianos no caminaban en confusión. Ellos eran guiados por el
Espíritu en cada decisión, ¡cada paso, cada acción! El Espíritu les
hablaba y los dirigía en cada momento. No tomaban ninguna decisión sin
consultarle a Él. El lema de la iglesia a lo largo del Nuevo Testamento era:
“¡El que tiene oídos para oír, que oiga lo que el Espíritu dice!”
Comencé ministrando en la ciudad de Nueva York porque el Espíritu Santo me lo
dijo claramente: “Ve a la ciudad de Nueva York y levanta una iglesia”. Y me
dijo cuándo venir. Ni el diablo ni sus demonios podían moverme de esta
convicción, porque el Espíritu me había dado instrucciones detalladas.
Recuerdo estar parado entre Broadway y la Séptima Avenida, llorando y
levantando mis manos. El Espíritu Santo me dijo: “En esta misma área Yo voy
a levantar una iglesia. Obedéceme, David. ¡Comienza una iglesia en la ciudad
de Nueva York!” La Iglesia Times Esqueare no es un accidente. ¡Es el resultado
de instrucciones claras y detalladas del Espíritu Santo!
David Wilkerson
miércoles, 6 de julio de 2011
¿CUÁN IMPORTANTE ES PERDONAR Y BENDECIR A NUESTROS ENEMIGOS?
Pablo escribe: “Dejad lugar a la ira de Dios” (Romanos 12:19). Él está
diciendo: “Soporten el daño. Ríndanlo y avancen. Vivan en el Espíritu”.
Sin embargo, si decidimos no perdonar las ofensas hechas a nosotros, vamos a
enfrentar las siguientes consecuencias:
* Llegaremos a ser más culpables que la persona que ocasionó la herida.
* La misericordia de Dios y su gracia hacia nosotros se apartarán. Luego, a
medida que las cosas comiencen a ir mal en nuestras vidas, no lo entenderemos,
porque estaremos en desobediencia.
* Los maltratos de nuestro perseguidor en contra nuestra,continuarán
robándonos la paz. El obtendrá la victoria al lograr herirnos de forma
permanente.
* En cuanto Satanás logre conducirnos a tener pensamientos de venganza, él
podrá llevarnos a pecados aun más mortales. Y cometeremos transgresiones aun
peores que éstas.
El escritor de Proverbios, aconseja: “La cordura del hombre detiene su furor,
y su honra es pasar por alto la ofensa” (Proverbios 19:11). En otras palabras,
no debemos hacer nada hasta que nuestra ira no haya menguado. Nunca debemos
tomar una decisión ni tomar medidas mientras estemos aún airados.
Cada vez que pasamos por alto las ofensas y perdonamos los pecados cometidos en
contra nuestra, traemos gloria a nuestro Padre celestial. Al hacerlo, nuestro
carácter es edificado. Cuando perdonamos como Dios perdona, Él nos lleva a
una revelación de favor y bendición que nunca conocimos.
Jesús nos dice que debemos amar a aquéllos que se han hecho nuestros
enemigos, haciendo tres cosas:
1. Debemos bendecirlos.
2. Debemos hacerles bien.
3. Debemos orar por ellos.
En Mateo 5:44 Jesús dice: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os
maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y
os persiguen.”
DAVID WILKERSON
diciendo: “Soporten el daño. Ríndanlo y avancen. Vivan en el Espíritu”.
Sin embargo, si decidimos no perdonar las ofensas hechas a nosotros, vamos a
enfrentar las siguientes consecuencias:
* Llegaremos a ser más culpables que la persona que ocasionó la herida.
* La misericordia de Dios y su gracia hacia nosotros se apartarán. Luego, a
medida que las cosas comiencen a ir mal en nuestras vidas, no lo entenderemos,
porque estaremos en desobediencia.
* Los maltratos de nuestro perseguidor en contra nuestra,continuarán
robándonos la paz. El obtendrá la victoria al lograr herirnos de forma
permanente.
* En cuanto Satanás logre conducirnos a tener pensamientos de venganza, él
podrá llevarnos a pecados aun más mortales. Y cometeremos transgresiones aun
peores que éstas.
El escritor de Proverbios, aconseja: “La cordura del hombre detiene su furor,
y su honra es pasar por alto la ofensa” (Proverbios 19:11). En otras palabras,
no debemos hacer nada hasta que nuestra ira no haya menguado. Nunca debemos
tomar una decisión ni tomar medidas mientras estemos aún airados.
Cada vez que pasamos por alto las ofensas y perdonamos los pecados cometidos en
contra nuestra, traemos gloria a nuestro Padre celestial. Al hacerlo, nuestro
carácter es edificado. Cuando perdonamos como Dios perdona, Él nos lleva a
una revelación de favor y bendición que nunca conocimos.
Jesús nos dice que debemos amar a aquéllos que se han hecho nuestros
enemigos, haciendo tres cosas:
1. Debemos bendecirlos.
2. Debemos hacerles bien.
3. Debemos orar por ellos.
En Mateo 5:44 Jesús dice: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os
maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y
os persiguen.”
DAVID WILKERSON
martes, 5 de julio de 2011
EL PELIGRO MÁS GRANDE
El peligro más grande que todos enfrentamos es no poder ver a Jesús en
nuestros problemas – en lugar de verlo, vemos fantasmas. En ese momento
crítico de miedo, cuando la noche es más negra y la tormenta es más
violenta, Jesús siempre se acerca a nosotros, para revelarse como el Señor
del diluvio, el Salvador en las tormentas. “Jehová preside en el diluvio y
se sienta Jehová como rey para siempre” (Salmo 29:10).
En Mateo 14, Jesús ordenó a sus discípulos subirse a una barca que
encararía una tormenta. La Biblia dice que él hizo a sus discípulos entrar a
la barca. Dicha barca sería víctima de aguas agitadas y zarandeada como un
corcho. ¿Dónde estaría Jesús? Él estaría arriba en las montañas, con su
vista en el mar y orando para que ellos no fallaran la prueba que él sabía
que tenían que atravesar.
Usted pensaría que por lo menos uno de los discípulos hubiera reconocido lo
que estaba sucediendo y hubiese dicho, “Miren amigos, Jesús dijo que él
nunca nos dejaría ni nos abandonaría. Él nos envió en esta misión; estamos
en el centro de su voluntad. Él dijo que él es el que ordena los pasos del
hombre justo. Miren otra vez. ¡Es nuestro Señor! ¡Él está ahí! Nunca
estuvimos fuera de su mirada.”
Pero ningún discípulo lo reconoció. Ellos no esperaban que él estuviese en
su tormenta. Nunca ellos esperaron que él estuviese con ellos, o aun cerca de
ellos, en una tormenta. Pero él llegó caminando sobre las aguas.
Sólo había una lección que aprender, sólo una. Era una lección simple, no
una que fuese profunda, mística, o que fuese como un terremoto. Jesús
simplemente quería que confiaran en que él era su Señor en medio de cada
tormenta que atravesaran en sus vidas. Él simplemente quería que ellos
mantuviesen su gozo y confianza aún en las horas más oscuras de sus pruebas.
Eso era todo.
David Wilkerson
nuestros problemas – en lugar de verlo, vemos fantasmas. En ese momento
crítico de miedo, cuando la noche es más negra y la tormenta es más
violenta, Jesús siempre se acerca a nosotros, para revelarse como el Señor
del diluvio, el Salvador en las tormentas. “Jehová preside en el diluvio y
se sienta Jehová como rey para siempre” (Salmo 29:10).
En Mateo 14, Jesús ordenó a sus discípulos subirse a una barca que
encararía una tormenta. La Biblia dice que él hizo a sus discípulos entrar a
la barca. Dicha barca sería víctima de aguas agitadas y zarandeada como un
corcho. ¿Dónde estaría Jesús? Él estaría arriba en las montañas, con su
vista en el mar y orando para que ellos no fallaran la prueba que él sabía
que tenían que atravesar.
Usted pensaría que por lo menos uno de los discípulos hubiera reconocido lo
que estaba sucediendo y hubiese dicho, “Miren amigos, Jesús dijo que él
nunca nos dejaría ni nos abandonaría. Él nos envió en esta misión; estamos
en el centro de su voluntad. Él dijo que él es el que ordena los pasos del
hombre justo. Miren otra vez. ¡Es nuestro Señor! ¡Él está ahí! Nunca
estuvimos fuera de su mirada.”
Pero ningún discípulo lo reconoció. Ellos no esperaban que él estuviese en
su tormenta. Nunca ellos esperaron que él estuviese con ellos, o aun cerca de
ellos, en una tormenta. Pero él llegó caminando sobre las aguas.
Sólo había una lección que aprender, sólo una. Era una lección simple, no
una que fuese profunda, mística, o que fuese como un terremoto. Jesús
simplemente quería que confiaran en que él era su Señor en medio de cada
tormenta que atravesaran en sus vidas. Él simplemente quería que ellos
mantuviesen su gozo y confianza aún en las horas más oscuras de sus pruebas.
Eso era todo.
David Wilkerson
lunes, 4 de julio de 2011
NO LE TEMA AL FRACASO
David Wilkerson
Cuando Adán pecó, él trató de esconderse de Dios. Cuando Pedro negó a
Cristo, él tenía temor de encararlo nuevamente. Cuando Jonás rehusó
predicar en Nínive, su temor lo impulsó hacia el océano, para huir de la
presencia del Señor.
Algo peor que el fracaso es el temor que viene junto con él. Adán, Jonás y
Pedro se alejaron de Dios no porque habían perdido su amor por él, sino
porque tenían temor de que él estuviera demasiado enojado con ellos como para
comprenderlos.
El acusador espera como un buitre a que usted falle de alguna manera. Entonces
él usa cada mentira del infierno para hacer que usted desista, para
convencerlo que Dios es muy santo, o que usted es muy pecador como para poder
ir a él. También el acusador le puede hacer pensar que usted no es lo
suficientemente perfecto o que nunca podrá superar su falla.
Tomó cuarenta años quitarle el temor a Moisés y hacerlo apto para ser usado
en el propósito de Dios. Si Moisés o Jacob o David se hubiesen resignado a
haber fallado, tal vez nunca más hubiésemos escuchado de ellos. Pero Moisés
se levantó y continuó, llegando a ser uno de los héroes más grandes de
Dios. Jacob confrontó sus pecados, se reunió con el hermano al que había
engañado, y alcanzó nuevas alturas de victoria. David corrió a la casa de
Dios, encontró perdón y paz, y retornó a su mejor etapa. Jonás volvió
sobre sus pasos, hizo lo que se había rehusado a hacer, y llevó a toda una
ciudad al arrepentimiento. Pedro se levantó de las cenizas de su negación
para liderar una iglesia al Pentecostés.
En 1958, estaba sentado en mi pequeño carro llorando; pensando que yo era un
terrible fracaso. Me habían echado a empujones fuera de una Corte Judicial
después de que yo había creído ser guiado por Dios a predicarles a siete
jóvenes asesinos. Mi intento de obedecer a Dios y ayudar a esos jóvenes
rufianes parecía haber terminado en un horrible fracaso.
Me estremezco de pensar cuanta bendición me hubiese perdido si me hubiese
rendido en esa hora oscura. Cuán contento estoy hoy día de que Dios me
enseñó a encarar mi fracaso y dar el siguiente paso que él tenía para mí.
David Wilkerson
Cuando Adán pecó, él trató de esconderse de Dios. Cuando Pedro negó a
Cristo, él tenía temor de encararlo nuevamente. Cuando Jonás rehusó
predicar en Nínive, su temor lo impulsó hacia el océano, para huir de la
presencia del Señor.
Algo peor que el fracaso es el temor que viene junto con él. Adán, Jonás y
Pedro se alejaron de Dios no porque habían perdido su amor por él, sino
porque tenían temor de que él estuviera demasiado enojado con ellos como para
comprenderlos.
El acusador espera como un buitre a que usted falle de alguna manera. Entonces
él usa cada mentira del infierno para hacer que usted desista, para
convencerlo que Dios es muy santo, o que usted es muy pecador como para poder
ir a él. También el acusador le puede hacer pensar que usted no es lo
suficientemente perfecto o que nunca podrá superar su falla.
Tomó cuarenta años quitarle el temor a Moisés y hacerlo apto para ser usado
en el propósito de Dios. Si Moisés o Jacob o David se hubiesen resignado a
haber fallado, tal vez nunca más hubiésemos escuchado de ellos. Pero Moisés
se levantó y continuó, llegando a ser uno de los héroes más grandes de
Dios. Jacob confrontó sus pecados, se reunió con el hermano al que había
engañado, y alcanzó nuevas alturas de victoria. David corrió a la casa de
Dios, encontró perdón y paz, y retornó a su mejor etapa. Jonás volvió
sobre sus pasos, hizo lo que se había rehusado a hacer, y llevó a toda una
ciudad al arrepentimiento. Pedro se levantó de las cenizas de su negación
para liderar una iglesia al Pentecostés.
En 1958, estaba sentado en mi pequeño carro llorando; pensando que yo era un
terrible fracaso. Me habían echado a empujones fuera de una Corte Judicial
después de que yo había creído ser guiado por Dios a predicarles a siete
jóvenes asesinos. Mi intento de obedecer a Dios y ayudar a esos jóvenes
rufianes parecía haber terminado en un horrible fracaso.
Me estremezco de pensar cuanta bendición me hubiese perdido si me hubiese
rendido en esa hora oscura. Cuán contento estoy hoy día de que Dios me
enseñó a encarar mi fracaso y dar el siguiente paso que él tenía para mí.
David Wilkerson
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