¡Me sedujiste, Señor,
y yo me dejé seducir!
Fuiste más fuerte que yo,
y me venciste.
Todo el mundo se burla de mí;
se ríen de mí todo el tiempo.
Cada vez que hablo, es para gritar:
«¡Violencia! ¡Violencia!»
Por eso la palabra del Señor
no deja de ser para mí
un oprobio y una burla.
Si digo: «No me acordaré más de él,
ni hablaré más en su *nombre»,
entonces su palabra en mi interior
se vuelve un fuego ardiente
que me cala hasta los huesos. He hecho todo lo posible por contenerla,
pero ya no puedo más.
Señor, en este día te pedimos que pongas en nuestro ser lo que pusisteis
en Jeremías.
Queremos amarte con toda nuestra mente ,nuestras fuerzas y con todo nuestro
corazón.
Revelate a nosotros de manera tal, que podamos ser los Jeremías del siglo XXI
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