martes, 12 de noviembre de 2013
UNA LECCIÓN SOBRE ESCUCHAR
Dios tenía que enseñarle a Elías una lección sobre escuchar, así que lo
llevó a la cima del monte Horeb y le dio un sermón ilustrado.
“Él le dijo: Sal fuera, y ponte en el monte delante de Jehová. Y he aquí
Jehová que pasaba, y un grande y poderoso viento que rompía los montes, y
quebraba las peñas delante de Jehová; pero Jehová no estaba en el viento. Y
tras el viento un terremoto; pero Jehová no estaba en el terremoto. Y tras el
terremoto un fuego; pero Jehová no estaba en el fuego. Y tras el fuego un
silbo apacible y delicado. Y cuando lo oyó Elías, cubrió su rostro con su
manto, y salió, y se puso a la puerta de la cueva. Y he aquí vino a él una
voz, diciendo: ¿Qué haces aquí, Elías?” (1 Reyes 19:11-13).
Cuando ese viento comenzó a rugir, yo creo que Elías pensó, “Ya era hora,
Señor. Que este viento remueva a Jezabel de su trono – que ella y sus amigos
pecadores sean arrojados a los vientos. ¡Destrúyelos a todos!” ¡Pero Dios
no estaba en el viento!
De repente, vino un gran terremoto y Elías dijo, “¡Eso los asustará en
sobremanera! Dios se encargará. ¡Él los sacudirá hasta que no quede nada de
ellos! Señor, tú estás vengando a tu siervo.” ¡Pero Dios no estaba en el
terremoto!
Después del terremoto, ¡un fuego! ¡Los cielos radiaban con el fulgor de
las llamas! Elías clamó, “Señor, ellos no aceptaron el fuego que cayó
sobre el altar - ¡Quémalos ahora! ¡Quema al impío Acab! Frita a Jezabel.
Que tu fuego consuma a los impíos. ¡Dios, yo sé que tú estás en este
fuego!” ¡Pero Dios no estaba en el fuego!
“Y tras el fuego un silbido apacible y delicado” (verso 12).
¿Puede usted imaginarse esto? Un profeta que no temía a un huracán ni a un
terremoto, ni al fuego del cielo, ahora está asustado por el susurro de una
brisa apacible. “Y cuando lo oyó Elías, cubrió su rostro con su manto”
(verso 13).
¡Elías cubrió su cabeza con su abrigo! ¿Por qué? ¿No había hablado este
profeta con Dios varias veces? ¿No era él un gran hombre de oración? ¿No lo
había usado Dios grandemente? ¡Sí! ¡Pero para Elías esa voz apacible y
delicada era desconocida!
Cuando Elías finalmente permitió que aquella voz hablase – al estar solo,
callado, lejos de las muestras de poder – él recibió las direcciones más
específicas de todo su ministerio.
“Vuélvete por tu camino; por el desierto de Damasco; ungirás a Hazael por
rey de Siria; ungirás a Jehú por rey sobre Israel; y unge a Eliseo para que
sea profeta en tu lugar…” (ver 1 Reyes 19:15-16).
¿Cuántos hijos de Dios están tan ocupados hoy día y nunca han conseguido
que la voz venga a ellos? Ellos están ocupados testificando – haciendo el
bien – orando por un despertar espiritual – ayunando – intensos –
dedicados. Sin embargo, ellos han escuchado todo, menos la voz del Señor.
DAVID WILKERSON
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