viernes, 29 de noviembre de 2013
UNA PALABRA BUENA
Nuestro Señor tiene un plan maravilloso para cada uno de sus hijos que le ama
y ningún ataque satánico contra Sus hijos podrá alterar jamás esos planes.
Dios sabe las penas, luchas y aflicciones que podemos estar enfrentando hoy,
pero también sabe las cosas gloriosas que Él ha preparado para nosotros. Él
sabe la revelación que recibiremos, cuan útiles seremos, el fruto que
veremos, el gozo y la paz que poseeremos. ¡Él tiene una “palabra buena”
para todo aquel que le ama!
“…Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu” (1 Corintios 2:10).
El Señor desea mostrarnos Su “palabra buena” acerca de lo que ha preparado
para nosotros, y Su Espíritu es el mensajero que entrega esa palabra buena.
¡El Espíritu Santo dará alas a nuestro espíritu decaído con la revelación
de Dios para nosotros y volaremos como águilas saliendo de la trampa de
Satanás!
Escucha estas palabras maravillosas de Isaías:
“¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno es Jehová, el cual creó
los confines de la tierra? No desfallece, ni se fatiga con cansancio, y su
entendimiento no hay quien lo alcance. El da esfuerzo al cansado, y multiplica
las fuerzas al que no tiene ningunas. Los muchachos se fatigan y se cansan, los
jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas
fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán;
caminarán, y no se fatigarán.” (Isaías 40:28-31).
La obra del Espíritu Santo es alentarnos y nuestro trabajo es simplemente
confiar que Él cumplirá lo que el Padre le ha mandado a hacer.
Ve a tu habitación secreta ahora mismo, aún en tu estado de desaliento, y
guarda silencio ante el Señor. Aunque no tengas las fuerzas suficientes para
hablar, lo puedes alcanzar en espíritu con esta oración:
“Señor, yo sé que tu Espíritu habita en mí y sé que lo enviaste para
alentarme, fortalecerme y revelarme la mente de Cristo. Así que acudo a Ti
ahora mismo con la fe simple de un niño. Habla a mi corazón palabras de
consuelo porque ya no me quedan más fuerzas. Levántame y dirígeme.”
¡No vas a desmayar! Vas a salir de tu prueba victorioso, porque tu fe habrá
sido probada y tratada como oro. ¡Verás que el Señor cumplirá cada promesa
que te ha hecho!
DAVID WILKERSON
jueves, 28 de noviembre de 2013
BAJO ATAQUE
Cuando te está atacando el enemigo a través de un espíritu de desánimo, no
sentirás ganas de orar. Pero aun así debes ir al lugar secreto y estar en la
presencia de Jesús. No te preocupes por tratar de orar y forzar tu solución a
la desesperación. Este es el tiempo en el que el Espíritu de Dios obrará en
ti para sacarte del pozo.
Cuando te acerques al Señor, sé honesto con él acerca de lo débil e
impotente que te sientes. Hazle saber: "Jesús, estoy seco. No me quedan
fuerzas. Si alguna vez voy a salir de esta depresión, Tú tendrás que hacer
que suceda".
En esos momentos “bajos”, el Señor es muy paciente con nosotros. Él no
espera que tú y yo ejecutemos algún esfuerzo intenso y ferviente en la
oración. Él conoce nuestra condición, y él se identifica con nosotros.
Sólo siéntate en su presencia y confía que Su Espíritu hará lo que fue
enviado a hacer. No importa cuán derribado estés, ¡Él nunca te abandonará!
Tenemos la idea de que cada vez que fallamos al Señor, el Espíritu Santo
revolotea, alejándose como un ave, porque Él está ofendido. Pero, ¿cómo
podría el Espíritu de Dios abandonarme cuando más lo necesito? Si él me
dejara cada vez que fallo y caigo profundamente en desánimo, ¿cómo podría
ser mi Consolador?
Jesús nos prometió: " Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para
que esté con vosotros para siempre… No os dejaré huérfanos; vendré a
vosotros" (Juan 14:16, 18).
Cuando el pesado espíritu de desánimo del diablo se asienta sobre su vida,
puedes estar tan angustiado que ni siquiera puedes susurrar una oración. Pero
aun así, tú puedes hablarle a Jesús en tu espíritu. Sólo dile suavemente:
"Señor, ayúdame. Este ataque es demasiado para mí. No puedo hacer otra cosa
que sentarme aquí en fe. Confío que tu Espíritu me lo quitará de encima"
DAVID WILKERSON
miércoles, 27 de noviembre de 2013
LA PRUEBA DE FUEGO
En sus momentos de desánimo, David no podía entender por qué estaba tan
abatido. Se preguntó: "¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro
de mí?" (Salmo 42:5). Sin embargo, sus preguntas no eran dudas acerca de Dios.
De hecho, David comienza el salmo expresando su profunda sed del Señor: "Como
el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el
alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿cuándo vendré y me
presentaré delante de Dios?" (Versículos 1-2).
En medio de su desánimo, David clamó por una revelación del Señor. Él
decía: "Dios, nunca ha habido un momento en que yo te haya amado más, así
que ¿por qué estoy sufriendo de este desánimo abrumador?"
A veces David experimentaba desesperación y depresión a causa de su pecado.
Él soportó el castigo del Señor por su orgullo cuando contó sus guerreros,
lo cual era contra de la ley de Dios. Y sintió el dolor de la vara de Dios
cuando cometió adulterio con Betsabé y dispuso que su marido muera asesinado.
Su corazón se quebrantó a causa del juicio que trajo sobre su familia a causa
de estos pecados.
Hoy en día, muchos creyentes están deprimidos porque el Espíritu Santo ha
querido llevarlos a la victoria, pero ellos se resistieron. Eligieron el camino
de la carne y éste siempre conduce al dolor y al desaliento.
Sin embargo, me estoy dirigiendo a los creyentes arrepentidos, aquéllos que
buscan a Dios con todo su corazón. Estos siervos fieles han sido presa de un
tipo diferente de desánimo, el tipo que viene sobre ellos repentinamente, de
la nada, sin ninguna razón aparente.
Cuando llegue el ataque, no pienses que es algo inusual. Dios permite este tipo
de pruebas de fuego en todos sus santos. Pedro escribe: "Amados, no os
sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa
extraña os aconteciese" (1 Pedro 4:12).
Si éste es tu caso, puedes estar absolutamente seguro de que estás bajo
ataque. Satanás ha enviado una nube de desánimo para agobiarte. Ésta ha sido
el arma favorita del enemigo durante siglos contra los elegidos de Dios, ¡pero
Él (Dios) siempre tiene la victoria!
DAVID WILKERSON
martes, 26 de noviembre de 2013
EL ESPÍRITU DE ANARQUÍA
“Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad” (2 Tesalonicenses
2:7).
La palabra griega que Pablo usa para “iniquidad” en este pasaje, significa
literalmente, "anarquía". Por lo tanto, es un misterio de anarquía, lo que
significa que multitudes van a actuar sin restricción o ley.
Sin embargo, esta anarquía no es simplemente una rebelión contra el gobierno
del hombre. No se trata de una rebelión contra la autoridad civil o cometer
robo, violación o asesinato. Estas cosas sí provocan la ira de Dios, pero el
misterio de iniquidad es mucho más profundo. Es un rechazo total de la verdad
que está en Cristo, un rechazo a la Santa Palabra de Dios y ¡es una rebelión
contra las restricciones de la Escritura!
Este espíritu de anarquía está muy extendido en nuestro país hoy en día.
Es el poder detrás de la ley que busca eliminar a Dios de nuestra sociedad y
es el mismo espíritu que Satanás utilizó para engañar a Eva cuando le dijo,
en pocas palabras: "Dios es suave, Él no te castigará por desobedecer. Tú
puedes comer el fruto y satisfacer tu lujuria ¡y no tendrás que pagar por
ello!"
Hoy Satanás está usando esta misma mentira para convencer a las masas de
creyentes de que pueden disfrutar de sus pecados sin pagar ninguna penalidad.
Se trata de una artimaña demoníaca para pervertir el Evangelio de la gracia
de Cristo y convertirlo en un mensaje de libertinaje. Trágicamente, muchos
cristianos tibios están sucumbiendo a este espíritu de anarquía.
Pablo dice que el Anticristo llegará al poder porque la gente estará cegada y
engañada por su propio pecado: "…por obra de Satanás, con gran poder y
señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que
se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos" (2
Tesalonicenses 2:9-10).
Satanás engañará a las masas de personas, convenciéndolas de una sutil pero
poderosa mentira, como convenció a Eva: "¡Dios no castiga por el pecado!"
Pablo dice que este engaño vendrá "con todo engaño…por cuanto no
recibieron el amor de la verdad para ser salvos" (versículo 10). Luego añade:
"Por esto [motivo] Dios les envía un poder engañoso, para que crean la
mentira" (versículo 11).
El apóstol dice: "Aquellos que se niegan a obedecer o respetar la Palabra de
Dios caerán bajo el poder engañoso. Al principio le sonreirán a su pecado y
lo justificarán. Pero pronto buscarán activamente un mensaje de gracia
fácil. Inventarán una gracia que es mucho más de lo que Dios pretendió. Su
gracia nunca conduce al libertinaje, siempre lleva al arrepentimiento".
DAVID WILKERSON
viernes, 15 de noviembre de 2013
EL ESPÍRITU DE DESÁNIMO
"Estoy encorvado, estoy humillado en gran manera, ando enlutado todo el
día…Estoy debilitado y molido en gran manera; gimo a causa de la conmoción
de mi corazón…Mi corazón está acongojado, me ha dejado mi vigor, y aun la
luz de mis ojos me falta ya…Mas yo, como si fuera sordo, no oigo; y soy como
mudo que no abre la boca. Soy, pues, como un hombre que no oye, Y en cuya boca
no hay reprensiones" (Salmos 38:6, 8, 10, 13-14).
Mientras leo este salmo, me imaginaba a David cayendo en la desesperación. Tal
vez lo que más le preocupaba era que no podía entender por qué repentinamente
fue echado tan bajo. Este hombre tenía hambre del Señor, derramaba su corazón
diariamente en oración. Reverenciaba a Dios y escribía Salmos exaltando Su
gloria. Pero ahora, en un estado depresivo, lo único que podía hacer era
clamar: "Señor, estoy al final de mi camino y ¡no tengo ni idea de porqué
está sucediendo esto!".
Al igual que muchos cristianos desanimados, David trató de averiguar por qué
se sentía tan vacío y quebrantado en espíritu. Probablemente revivió cada
fracaso, pecado y acto necio en su vida y pensó: "Oh, Señor, ¿acaso todos
los actos imprudentes que hice en mi vida, me dejaron tan herido que ya no
tengo esperanza?"
Finalmente, David llegó a la conclusión de que Dios lo estaba castigando.
Clamó: "Jehová, no me reprendas en tu furor, ni me castigues en tu ira"
(versículo 1).
Permíteme señalar que David no estaba escribiendo sólo acerca de su propia
condición en este Salmo. Él estaba describiendo algo que todos los amantes
devotos de Jesús enfrentan en algún momento de sus vidas: estar bajo el
ataque de un espíritu devastador de desánimo, que proviene directamente de
las entrañas del infierno. Ningún cristiano lo trae a sí mismo, tampoco el
Señor lo envía; y tal ataque, por lo general, no tiene nada que ver con
algún pecado o defecto específico del creyente.
Simplemente, el espíritu de desánimo es el arma más potente de Satanás
contra los escogidos de Dios. Muy a menudo, él la utiliza para tratar de
convencernos de que hemos atraído la ira de Dios sobre nosotros mismos por no
cumplir con Sus santas normas. Pero el apóstol Pablo nos exhorta a no caer en
la trampa del diablo: "Para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros;
pues no ignoramos sus maquinaciones" (2 Corintios 2:11).
DAVID WILKERSON
jueves, 14 de noviembre de 2013
AHORA QUE SE OBTUVO LA VICTORIA
Como cristianos sabemos que Jesús ganó la victoria para nosotros en el
Calvario. Él venció a la muerte, a Satanás y al poder del pecado. La
pregunta que queda para los creyentes es: "¿Y ahora qué? Sé que Jesús ganó
mi victoria en la cruz, pero ¿qué pasa con mis luchas en el presente? ¿Dónde
está Su victoria de la batalla que se está llevando a cabo en mi vida en este
momento?"
Ésta es una pregunta importante y La Palabra tiene una respuesta para cada
cristiano. Comienza con esta escena: "Los filisteos juntaron sus ejércitos
para la guerra…en Soco, que es de Judá"(1 Samuel 17:1). Esta imagen presenta
una verdad espiritual que nunca cambia: Las fuerzas de la oscuridad están en
contra el pueblo de Dios.
Cuando Jesús vino a ser tu Salvador, Él te hizo una nueva creación y aunque
tú has cambiado, el mundo no lo hizo. A causa de ello, hay poderes que se
alinean en tu contra: el mundo, el diablo e incluso tu propia carne, que
batalla contra tu espíritu.
Algunas veces, tus batallas contra estas fuerzas son externas; ataques a tu
matrimonio, a tu economía, a tus hijos y a veces son internos. Nos agobian las
preocupaciones: "¿Podrá mi matrimonio sobrevivir a esta largo y frío
silencio?"
"¿Entregará mi hijo, su vida al Señor algún día?"
"¿Soy siquiera digno de llamarme cristiano?" Todas estas presiones nos empujan
hacia la duda y la desesperación, haciendo que nos preguntemos: "¿Dónde está
Dios en todo esto? No puedo verlo más allá de mis batallas diarias".
A veces clamamos: "¡Basta!" Y trazamos una línea en la arena. Nos decimos a
nosotros mismos: "Estoy cansado de ser golpeado por el enemigo", pero el diablo
continúa cruzando esa línea. Esto le sucedió a Israel cuando enfrentaba a los
filisteos. "Y los filisteos estaban sobre un monte a un lado, e Israel estaba
sobre otro monte al otro lado, y el valle entre ellos" (17:3). ¿Detuvo esto al
enemigo? No, en absoluto. Los filisteos trajeron un arma más grande en forma de
Goliat, un hombre gigante.
David sabía que no era rival para Goliat, pero también sabía que la batalla
no era suya sino de Dios. Cuando escuchó las burlas de Goliat, él testificó:
"Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré…y toda la tierra
sabrá que hay Dios en Israel…porque de Jehová es la batalla, y él os
entregará en nuestras manos"(17:46-47).
La victoria espiritual nunca es nuestra, viene de nuestro Libertador.
DAVID WILKERSON
miércoles, 13 de noviembre de 2013
PODEMOS ESCUCHAR HOY SU VOZ
Millones se han convertido porque un hombre se tomó el tiempo necesario hasta
escuchar la voz de Dios. Saulo “cayendo en tierra oyó una voz” (Hechos
9:4). Y cuando él llegó a ser Pablo, seguía oyendo esa voz. El Señor habló
con él, hombre a hombre.
Pedro permitió que la voz del Salvador llegara a él. “Pedro subió a la
azotea para orar…Y le vino una voz” (Hechos 10:9,13).
Las puertas del reino se abrieron a causa de un hombre que obedeció a una voz.
Estamos viviendo en los mismos tiempos del Nuevo Testamento que vivieron Pablo y
Pedro. Nosotros también, debemos permitir que Su voz venga a nosotros. ¡Lo que
Dios podría hacer con los cristianos que aprendan a oír del cielo!
En lugar de esperar que Su voz venga a nosotros, corremos buscando consejeros y
psicólogos cristianos. Corremos de una sesión a otra, leyendo libros,
escuchando grabaciones, anhelando oír de Dios. Queremos una palabra clara de
dirección para nuestras vidas y buscamos que los pastores nos digan lo que
está bien y lo que está mal.
Deseamos un líder a quien seguir, un diagrama para el futuro. Pero son pocos
los que saben cómo ir al Señor y oír su voz. Muchos saben cómo llamar la
atención de Dios, cómo tocar verdaderamente a Dios, pero no tienen idea de
cómo Dios los puede alcanzar.
“El que tiene oídos para oír, oiga” (Mateo 11:15).
Dios quiere sacudir la tierra una vez más. “Mirad que no desechéis al que
habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en
la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los
cielos. La voz del cual conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido,
diciendo: Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el
cielo” (Hebreos 12:25-26).
A la última iglesia, la iglesia de Laodicea, el Señor le dice: “He aquí,
yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a
él, y cenaré con él, y él conmigo” (Apocalipsis 3:20).
DAVID WILKERSON
martes, 12 de noviembre de 2013
UNA LECCIÓN SOBRE ESCUCHAR
Dios tenía que enseñarle a Elías una lección sobre escuchar, así que lo
llevó a la cima del monte Horeb y le dio un sermón ilustrado.
“Él le dijo: Sal fuera, y ponte en el monte delante de Jehová. Y he aquí
Jehová que pasaba, y un grande y poderoso viento que rompía los montes, y
quebraba las peñas delante de Jehová; pero Jehová no estaba en el viento. Y
tras el viento un terremoto; pero Jehová no estaba en el terremoto. Y tras el
terremoto un fuego; pero Jehová no estaba en el fuego. Y tras el fuego un
silbo apacible y delicado. Y cuando lo oyó Elías, cubrió su rostro con su
manto, y salió, y se puso a la puerta de la cueva. Y he aquí vino a él una
voz, diciendo: ¿Qué haces aquí, Elías?” (1 Reyes 19:11-13).
Cuando ese viento comenzó a rugir, yo creo que Elías pensó, “Ya era hora,
Señor. Que este viento remueva a Jezabel de su trono – que ella y sus amigos
pecadores sean arrojados a los vientos. ¡Destrúyelos a todos!” ¡Pero Dios
no estaba en el viento!
De repente, vino un gran terremoto y Elías dijo, “¡Eso los asustará en
sobremanera! Dios se encargará. ¡Él los sacudirá hasta que no quede nada de
ellos! Señor, tú estás vengando a tu siervo.” ¡Pero Dios no estaba en el
terremoto!
Después del terremoto, ¡un fuego! ¡Los cielos radiaban con el fulgor de
las llamas! Elías clamó, “Señor, ellos no aceptaron el fuego que cayó
sobre el altar - ¡Quémalos ahora! ¡Quema al impío Acab! Frita a Jezabel.
Que tu fuego consuma a los impíos. ¡Dios, yo sé que tú estás en este
fuego!” ¡Pero Dios no estaba en el fuego!
“Y tras el fuego un silbido apacible y delicado” (verso 12).
¿Puede usted imaginarse esto? Un profeta que no temía a un huracán ni a un
terremoto, ni al fuego del cielo, ahora está asustado por el susurro de una
brisa apacible. “Y cuando lo oyó Elías, cubrió su rostro con su manto”
(verso 13).
¡Elías cubrió su cabeza con su abrigo! ¿Por qué? ¿No había hablado este
profeta con Dios varias veces? ¿No era él un gran hombre de oración? ¿No lo
había usado Dios grandemente? ¡Sí! ¡Pero para Elías esa voz apacible y
delicada era desconocida!
Cuando Elías finalmente permitió que aquella voz hablase – al estar solo,
callado, lejos de las muestras de poder – él recibió las direcciones más
específicas de todo su ministerio.
“Vuélvete por tu camino; por el desierto de Damasco; ungirás a Hazael por
rey de Siria; ungirás a Jehú por rey sobre Israel; y unge a Eliseo para que
sea profeta en tu lugar…” (ver 1 Reyes 19:15-16).
¿Cuántos hijos de Dios están tan ocupados hoy día y nunca han conseguido
que la voz venga a ellos? Ellos están ocupados testificando – haciendo el
bien – orando por un despertar espiritual – ayunando – intensos –
dedicados. Sin embargo, ellos han escuchado todo, menos la voz del Señor.
DAVID WILKERSON
lunes, 11 de noviembre de 2013
UNA MIRADA FUGAZ AL CORAZÓN DE JESÚS
“¿Quién de vosotros, teniendo un siervo que ara o apacienta ganado, al
volver él del campo, luego le dice: ‘Pasa, siéntate a la mesa’? ¿No le
dice más bien: ‘Prepárame la cena, cíñete y sírveme hasta que haya
comido y bebido. Después de esto, come y bebe tú’?” (Lucas 17:7-8).
No tenemos ningún problema en identificarnos con el sirviente en su deber
hacia su amo. Ningún problema en ponernos nuestro delantal y servir al Señor
una mesa llena de alabanzas – un buen banquete de adoración. ¡Amamos
alimentar a nuestro Señor! Es nuestro mayor gozo, nuestra realización suprema
– ministrar al Señor.
Pero tenemos dificultad con la última parte – la parte del Señor.
“Después de esto, come y bebe tú”. Eso es demasiado para nuestro
entendimiento. No sabemos cómo sentarnos después de haberlo servido –
¡para permitirle el mismo gozo a él que nosotros experimentamos al servirle!
Le robamos a nuestro Señor el gozo de ministrarnos.
Creemos que nuestro Señor recibe suficiente placer de lo que hacemos por él,
pero hay mucho más. Él responde a nuestra fe y se regocija cuando nos
arrepentimos. Él le habla al Padre de nosotros y se deleita en nuestra
confianza como de niños. Pero yo estoy convencido de que su necesidad más
grande es tener una comunicación uno-a-uno con aquellos que dejó aquí en la
tierra. Ningún ángel en el cielo puede suplir esa necesidad. Jesús quiere
hablar con aquellos que se encuentran en el campo de batalla.
¿De dónde tengo yo la noción de que Cristo se siente solo y tiene una
necesidad desesperante de hablar? Está todo allí en el pasaje donde Cristo se
les aparece a los dos discípulos en el camino a Emaús. Jesús recién había
resucitado y ese mismo día dos de sus discípulos estaban caminando de
Jerusalén a Emaús. Ellos estaban tristes porque su Señor se había ido, pero
cuando él se les acercó, no lo reconocieron. Él quería hablarles; tenía
mucho que decirles.
“Y sucedió que, mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se
acercó y caminaba con ellos…Y comenzando desde Moisés y siguiendo por todos
los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían”
(Lucas 24:15, 27).
No podía haber ninguna experiencia mejor para esos discípulos y se decían el
uno al otro, “¿No ardía nuestro corazón en nosotros mientras nos
hablaba?” Pensamos en el gozo de los discípulos, pero ¿qué hay del gozo de
Jesús? Yo puedo ver a un Señor resucitado, con lágrimas cayendo sobre sus
mejillas glorificadas, y con el corazón lleno de gozo. Él estaba satisfecho,
su necesidad había sido suplida, y lo veo gozoso en sobremanera. Él había
ministrado, y en su forma glorificada él había podido experimentar por
primera vez una comunión mutua. Él había derramado su corazón, pero su
corazón ya no se sentía solo y su necesidad había sido suplida.
DAVID WILKERSON
viernes, 8 de noviembre de 2013
EL PLAN DEL SEÑOR PARA NOSOTROS
El plan del Señor para nosotros siempre ha sido simple. Él ha dicho: “No
tienes que temer ningún poder que venga contra ti, Yo actuaré como tu
defensor en todo momento. Si simplemente confías en Mis promesas declaradas,
arrojándote a mi cuidado por la fe, seré omnipotente Dios para ti.
Conquistaré a todos tus enemigos y los derribaré delante de ti. ¡Serás
victorioso, más que vencedor, viviendo el resto de tus días en paz, sin
temor!”
Yo te pregunto: ¿Estás viviendo el resto de tus días sin temor, con un
espíritu calmado y una mente tranquila? La mayoría de nosotros no vivimos ni
una fracción de nuestro tiempo de esa manera. Entramos y salimos de nuestros
momentos de paz, pero no entramos completamente en el descanso de Dios.
Si estás atribulado, perplejo, angustiado por un pecado asediante, tienes que
entender que ¡Dios no está enojado contigo! Él no quiere disciplinarte o
juzgarte. ¡Todo lo contrario, Él anhela llenarte con Su poder omnipotente!
Dios dice esencialmente la misma cosa en todos Sus pactos: "¡Estoy buscando un
pueblo que crea que yo los libraré de todos sus enemigos!" "No olvidaréis el
pacto que hice con vosotros, ni temeréis a dioses ajenos; mas temed a Jehová
vuestro Dios, y Él os librará de mano de todos vuestros enemigos" (2 Reyes
17:38-39).
En el Antiguo Testamento, esos enemigos eran las naciones paganas: filisteos,
moabitas, heteos, jebuseos, cananeos. Todos estos poderes del mal buscaban
destruir al pueblo de Dios y llevarlos de vuelta a la esclavitud.
Hoy en día nuestros enemigos existen en el reino espiritual: poderes
demoníacos, lujurias de la carne, malos deseos. Y en el Nuevo Testamento, Dios
repite su promesa a su pueblo:
“Yo seré tu Dios y tú serás Mi hijo, Mi hija. De hecho, serás Mi hijo
desde ahora hasta la eternidad. Por lo tanto, recuerda el pacto que he hecho
contigo. No temerás a ningún hombre o poder, sino sólo a Mí. Te libraré de
las manos de todos tus enemigos, incluyendo el acoso demoníaco, tenaz lujuria,
hábitos dominantes y todos los pecados que te asedian”(Ver Hebreos 8:10)
DAVID WILKERSON
jueves, 7 de noviembre de 2013
CÓMO VENCER SOBRE LA TENTACIÓN
El poder para aguantar y no ceder a la tentación, no viene de llenar nuestras
mentes con versos de las Escrituras, o de hacer promesas y votos, o de pasar
horas en oración y ayuno, ni aún de entregarnos a alguna gran causa
espiritual. Estas cosas son todas loables y normales para el crecimiento
Cristiano, pero no es ahí donde se encuentra nuestra victoria.
El simple secreto para aguantar cualquier tentación es ¡romper el miedo que
tenemos al poder de Satanás! El temor es el único poder que Satanás tiene
sobre el hombre. Dios no nos da el espíritu de temor. ¡Eso es sólo de
Satanás! Pero el hombre le tiene miedo al diablo. Está atemorizado de los
demonios. Tiene miedo a fallar. Miedo a que sus apetitos y hábitos no puedan
ser alterados. Miedo a sus deseos íntimos, a que estos estallarán y
controlarán su vida. Miedo a que él sea uno entre mil que es diferente a los
demás, lleno de lujuria, y sin compostura.
El hombre tiene miedo a no poder dejar su pecado. Él acredita a Satanás con
poder que éste no tiene. El hombre clama, “¡Estoy atrapado y no puedo
parar! Estoy hechizado y en poder del diablo. ¡El diablo me hace hacerlo!”
El miedo tiene tormento. Mientras usted esté con miedo del diablo, usted nunca
podrá romper el poder de ninguna tentación. El temor le da alas a Satanás, y
los Cristianos que tienen miedo del diablo tienen poco o nada de poder para
resistir.
¡Todo está basado en una mentira! La mentira es que Satanás tiene poder para
derribar a los Cristianos que están bajo presión. ¡No es así! Jesús vino a
destruir todo el poder del diablo sobre los hijos de Dios que han sido lavados
en la sangre. Yo me he preguntado varias veces por qué Dios permite que las
personas espirituales sean tentadas. ¿Por qué Dios no remueve todas las
tentaciones en lugar de dar con la prueba “la salida para que podáis
soportarla” (1 Corintios 10:13)? La respuesta es simple. Una vez que usted se
da cuenta de que Satanás está sin poder – una vez que usted se da cuenta de
que él no puede hacerle hacer ninguna cosa – una vez que usted se da cuenta
que Dios tiene todo el poder para mantenerlo sin caída – de ahí en adelante
usted puede “aguantar” cualquier cosa que Satanás lance contra usted.
¡Usted podrá atravesar eso sin temor a fallar!
No somos librados de la tentación, pero sí del miedo al diablo que nos hace
ceder a ella. Seguiremos siendo tentados hasta que lleguemos al lugar de
“descanso” en nuestra fe. Ese descanso es la confianza inamovible de que
Dios ha derrotado a Satanás, de que Satanás no tiene en nosotros derecho ni
reclamo, y que nosotros emergeremos como oro probado en el fuego.
DAVID WILKERSON
miércoles, 6 de noviembre de 2013
NO OS TURBÉIS
una mente turbada es la que padece de un continuo descontento, que está
presionada, perturbada, inquieta, que se preocupa por el futuro y el pasado
así como por las circunstancias presentes. Estoy convencido de que hay más
mentes atribuladas hoy que en las generaciones pasadas.
Aparentemente muchos de los que aman a Jesús están tan atribulados en sus
mentes como las masas de incrédulos. Veo evidencia de esto en algunas de las
cartas que recibe nuestro ministerio. Un sin número de creyentes permanecen
despiertos por la noche, afligidos y angustiados. Van a la iglesia esperando
experimentar algún tipo de alivio de sus cargas, pero una vez salen del
servicio, sus problemas regresan.
Jesús advirtió que en los últimos días los corazones de las personas
estarían preocupados por todas las crisis que tomarían lugar en el mundo.
"Entonces habrá…angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del
mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de
las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos
serán conmovidas" (Lucas 21:25-26).
Jesús dijo que los eventos que vienen sobre el mundo asustarían tanto que las
personas caerían muertas literalmente de deficiencia cardiaca.
Años atrás llegó una carta de un predicador que tenía alrededor de noventa
años. Él recordaba que la inmoralidad en la década del 1920 trajo el juicio
sobre América a través de la Gran Depresión. Él ha sido testigo de dos
Guerras Mundiales, ha visto el cambio en el sistema de transporte desde
carruajes tirados por caballos a transbordadores espaciales, y el cambio de
las comunicaciones desde radios con interferencias sonoras al Internet. En
pocas palabras, lo ha visto todo.
Ahora él nos cuenta que la maldad que tiene lugar en nuestra nación hoy lo
aflige más que cualquier cosa de lo que ha sido testigo en la
vida. Difícilmente puede asimilarlo todo, dice, porque está pasando tan
rápido, y las profundidades de la depravación están más allá de la
comprensión.
Aún así Jesús nos da una palabra de consuelo a pesar de todo lo que vemos
que está tomando lugar. Él ordena: “…mirad que no os turbéis: porque es
necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin” (Mateo 24:6). Él
nos está diciendo: “¡No permitan que ninguna de las cosas malas de las
cuales les estoy advirtiendo, atribulen sus mentes!”
DAVID WILKERSON
martes, 5 de noviembre de 2013
LA MANIFESTACION DE SU PRESENCIA
Moisés buscaba de Dios una manifestación continua de su presencia diciendo:
“para que te conozca” (Éxodo 33:13). Y Dios le respondió: “Mi presencia
irá contigo, y te daré descanso.” (Versículo 14)
La petición de Moisés sería más que suficiente para la mayoría de los
creyentes. Todos queremos la presencia de Dios, dirigiéndonos, guiándonos,
dándonos poder y bendiciéndonos. Realmente, ¿Qué más puede desear todo
creyente? Sin embargo, tener la garantía de la presencia de Dios no fue
suficiente para Moisés. Él sabía que había algo más, y clamó: “Te ruego
que me muestres tu gloria.” (Versículo 18)
Dios le mostró a Moisés Su gloria, pero no apareció en alguna nube luminosa
ni en una demostración de poder que hiciera temblar la tierra. No, Dios
expreso Su gloria en una simple revelación de Su naturaleza:
“Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová!
fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y
verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la
rebelión y el pecado” (34:6-7). ¡La gloria de Dios fue una revelación de
su bondad, misericordia, amor y compasión!
He escuchado a muchos cristianos decir, “Oh, de qué manera descendió la
gloria de Dios en nuestra iglesia anoche! Hubo tal increíble alabanza y la
gente caía por el Espíritu.” Pero eso no es prueba de una manifestación de
la gloria de Dios. No tiene nada que ver con Dios mas allá de las emociones
humanas. ¡No incluye una revelación de quien es Él!
Algunos pueden argumentar: “Pero, ¿Y qué de la experiencia de los
discípulos en el Monte de la Transfiguración? ¿No era esa una manifestación
de la gloria de Dios? Hubo una poderosa luz y la aparición milagrosa de Moisés
y Elías.”
Pero la gloria de Dios no estaba en Moisés o Elías ni en la luz espectacular.
Más bien, Su gloria estaba en Jesús: “Y resplandeció su rostro como el sol,
y sus vestidos se hicieron blancos como la luz…y he aquí una voz desde la
nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él
oíd.”(Mateo 17:2,6)
Dios estaba diciendo, “Aquí está mi gloria personificada: ¡En Cristo!”
De hecho, Jesús es el cumplimiento de todo lo que Dios dijo que Él era para
Moisés: lleno de gracia, misericordioso, paciente, abundante en bondad y
verdad, que guarda misericordia a millares, y que perdona la iniquidad y la
transgresión de pecados. Y ahora Dios estaba diciendo: “Aquí está la
imagen viviente de Mi gloria ¡Está toda personificada en Mi hijo!”
DAVID WILKERSON
lunes, 4 de noviembre de 2013
DEPRIMIDO Y DESALENTADO
Debilidad, quebrantamiento, problemas, inquietud, luto, todas estas cosas
desalentaron el espíritu de David. Se sentía vacío, sin dirección, como si
no hubiese aprendido nada a través de los años. “…y aun la luz de mis
ojos me falta ya” (Salmo 38:10). David estaba diciendo, “He perdido mi
entendimiento espiritual. ¡No puedo llegar a Dios como lo hacía antes!”
Entiendo cómo se sintió David. He dirigido cruzadas evangelísticas en las
cuales miles han llegado a Cristo. He ayudado a conducir a multitud de
drogadictos y alcohólicos hacia la liberación en Jesús. Mi vida ha estado
repleta de muchas ricas bendiciones, pero a menudo, algunos días después de
estos eventos, he sido agobiado por el desaliento y he acabado pensando:
“Señor, ¡No he logrado nada para Ti!”
Esta es la obra del espíritu de desaliento que trae Satanás. ¡Nos hace un
blanco para los poderes del infierno momentos después de nuestra victoria
espiritual más grande!
Este abrumador espíritu demoníaco desalentó tanto a David que estaba mudo
ante la presencia de Dios. Él dijo: “Mas yo, como si fuera sordo, no oigo; y
soy como mudo que no abre la boca. Soy, pues, como un hombre que no oye, y en
cuya boca no hay reprensiones.” (Salmo 38:13-14)
El significado de esta frase en hebreo es “un hombre que ya no tiene más
respuestas ni argumentos.” David estaba diciendo: “Señor, estoy tan
desalentado que ni siquiera puedo levantar mis manos a ti. No puedo orar,
porque estoy muy confundido para hablar. Estoy agotado y vacío. No tengo nada
que decir.”
David expresó el llanto universal del alma justa, que soporta un ataque de
desaliento: “Pero yo estoy a punto de caer, Y mi dolor está delante de mí
continuamente” (Salmo 38:17). La palabra hebrea para “caer” en este
versículo significa “desfallecer.” David le estaba diciendo a Dios, “No
lo lograré, Señor. ¡Estoy al final de mis fuerzas y a punto de
desfallecer!”
Le podemos expresar a Dios todo lo que queramos acerca de nuestros sentimientos
de fracaso, podemos contarle de nuestra desesperación por nuestros pecados y
errores tontos, pero nunca debemos albergar el pensamiento de que Él nos ha
abandonado.
David es nuestro ejemplo de una persona que se desalentó pero que mantuvo su
fe. Aún en su punto más bajo, David no se permitió a si mismo sumirse en la
incredulidad. Él proclamó, “Porque en ti, oh Jehová, he esperado; Tú
responderás, Jehová Dios mío.”(Salmo 38:15).
DAVID WILKERSON
viernes, 1 de noviembre de 2013
CON TODO SU CORAZÓN
Dios asegura promesas especiales para aquellos que determinan buscarle con todo
su corazón. Una de esas promesas es el pacto de Su presencia. No obstante, este
pacto es estrictamente condicional. Las escrituras dejan en claro que si nos
atenemos a la regla de este pacto, gozaremos de la increíble bendición de la
presencia de Dios en nuestras vidas. Y esto no se refiere tan solo a asuntos de
salvación. Habla de ser tal buscador de Dios que Su impresionante presencia es
derramada sobre nosotros y es vista y conocida por todos.
Dios reveló este pacto de su presencia a través de un profeta anónimo quien
le entregó un mensaje a Elí, el sumo sacerdote de Israel. En ese tiempo, Elí
estaba descarriado. El Señor le había hablado, advirtiéndole en contra de
permitir el pecado y la transigencia, pero Elí había ignorado todas las
palabras de Dios. Y ahora, este profeta anónimo le dijo a Elí: “Por tanto,
Jehová el Dios de Israel dice: Yo había dicho que tu casa y la casa de tu
padre andarían delante de mí perpetuamente; mas ahora ha dicho Jehová: Nunca
yo tal haga, porque yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian
serán tenidos en poco.” (1 Samuel 2:30).
La frase “tenidos en poco” tiene que ver con Dios quitando su presencia.
Esto no significa que una persona está maldita, sino más bien que tendrá que
caminar por el poder de su propia carne. Dios le estaba diciendo a Elí, “Mi
intención fue bendecir tu casa, favorecerte, pero me has menospreciado,
volviéndote suave con el pecado y permitiendo que tu lujuria me eche a un
lado. ¡Ahora quitare mi presencia de ti!”
Muchas personas vienen a Cristo con una gran explosión inicial de fe. Sin
embargo, al pasar el tiempo su celo se acaba, y comienzan a descuidar al
Señor. “Tienen en poco” sus mandamientos y vuelven a sus viejos caminos de
pecado. Aún así todavía creen que la presencia de Dios permanece sobre ellos.
Pero eso es una mentira, una ilusión. La Biblia deja en claro que si tú lo
abandonas, ¡Él te abandonará!
DAVID WILKERSON
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