lunes, 15 de julio de 2013
LO QUE NOS ENSEÑA LA GRACIA
En la iglesia Times Square, predicamos sobre la misericordia, la compasión y
la ternura de Dios para con nosotros. Su justificación y santificación para
nosotros y la aceptación de nuestras vidas por parte de Él, en Su Hijo. Todas
estas doctrinas se centran en la gracia de Dios hacia nosotros a través de
Jesucristo. Pero ¿qué nos sucede cuando intentamos acumular esta rica
herencia?
Considera lo que le sucedió al hijo pródigo en Lucas 15:11-32. Cuando se hizo
de las riquezas de su padre, comenzó a hacerse un agujero en su bolsillo y
decidió volverse al mundo para satisfacer el deseo de su corazón. Se dijo a
sí mismo: “¡Mi bendición durará mucho tiempo!”.
Estoy convencido de que muchos cristianos no pueden manejar las bendiciones de
la gracia. Se glorían en el mensaje del perdón inmerecido de Dios, se llenan
la cabeza de todos los pasajes bíblicos que hablan de Su misericordia y
compasión. Les encanta escuchar la historia del pastor que va en busca de la
oveja perdida, ya que les hace sentir bien. Pero, una vez que ellos han
acumulado toda la rica y gloriosa verdad acerca de la gracia de Dios para con
ellos, un agujero comienza a hacerse en su cartera de carne. Y en ellos, ¡se
convierte en una licencia para pecar!
De esta manera, el pródigo hizo mal uso de su riqueza. Gastó las riquezas de
su padre, en fiestas, apuestas, borracheras y prostitutas. Noche tras noche
malgastaba sus bendiciones, cayendo cada vez más profundo en el pecado. Aun
así, cada mañana se despertaba, se sacudía de cualquier convicción de
pecado, volvía a su escondite y se decía a sí mismo: “Todavía me queda
mucho, lo tengo bajo control”.
De la misma forma, hoy muchos cristianos huyen a algún lugar de placer
prohibido, esperando gastar sus riquezas en una vida desenfrenada. Sus deseos
los llevan a la cama de un fornicario, al consumo de cocaína, al
homosexualismo, a la pornografía, al alcohol o a las drogas. Sin embargo,
ellos constantemente se consuelan a sí mismos en su pecado, diciendo: “La
gracia de Dios es más que suficiente para mí. Él me amará sin importar lo
que yo haga con mi carne. ¡Sus misericordias son para siempre!”
¡No! La gracia de Dios no está para ser pervertida y malgastada. De hecho,
está para tener justamente el efecto contrario. Pablo escribe: “Porque la
gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres,
enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos
en este siglo sobria, justa y piadosamente” (Tito 2:11-12). ¡La gracia de
Dios nos enseña piedad, justicia y un temor santo al Señor!
DAVID WILKERSON
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