miércoles, 17 de julio de 2013
CRISTIANOS HAMBRIENTOS
Lucas escribe acerca del hijo pródigo: “Y cuando todo lo hubo malgastado,
vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle. Y fue y se
arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su
hacienda para que apacentase cerdos. Y deseaba llenar su vientre de las
algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba” (Lucas 15:14-16).
He visto este tipo de inanición entre los cristianos. Alguna vez tuvieron un
testimonio maravilloso de gracia y misericordia pero, a causa del pecado, se
convirtieron en esqueletos espirituales sin vida en absoluto.
Lucas escribe: “Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi
padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e
iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya
no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros”
(versículos 17-19).
El joven pródigo tuvo que admitir: “Yo no puedo manejar estas bendiciones
después de todo. ¡He pecado contra Dios y contra mi familia y he derrochado
todo lo que me fue dado!”
El arrepentimiento es más que sólo girar y volver a Dios. Es una rendición
total del auto gobierno, es un retorno a Dios con esta confesión: “Señor,
he arruinado mi vida y ahora vengo en humildad delante de ti para pedirte que
te encargues de mi vida”. Ahí es cuando Dios comienza a hacer una obra muy
especial de restauración.
Cuando el hijo regresó, fue completamente restaurado en la casa de su padre,
¡no como siervo sino como hijo! Él estaba dispuesto a someterse a su padre y
estar bajo su gobierno. Lo que más deseaba era tener intimidad con su padre.
Había perdido todo interés en las cosas del mundo y estaba listo para hacer
lo que su padre le ordenara (ver versículos 20-23)
¡Qué escena tan maravillosa de restauración total!
DAVID WILKERSON
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