martes, 3 de abril de 2012
CARTA DE AMOR PARA UN FRACASADO
Mi amigo Eric tuvo una niñez muy difícil. Su padre continuamente le decía,
“No eres bueno y nunca lograrás nada.”
Mientras Eric crecía se introdujo en el mundo de las drogas. “Fui un adicto
terrible,” Eric dice. “Yo combinaba todo tipo de sustancias que podrían
haberme matado. Incluso yo era malo como adicto. Mi aguja se rompía o tenía
poco dinero para satisfacer mi hábito. Me sentía como un fracaso total.”
La vida de Eric se convirtió en un total desastre. Su adicción le hizo perder
cada centavo que tenía, por lo que decidió robar una tienda para comprar más
drogas - pero falló nuevamente. Él sacó un arma y gritó, “¡Todos contra
la pared!” pero la tienda estaba tan llena de gente que ésta no podía caber
toda en la pared. Confundido, Eric huyó.
En desesperación, Eric eventualmente decidió dispararse a sí mismo con el
arma que había utilizado para el robo. Sin embargo, él tiró el arma al piso
y ésta se disparó sola, hiriéndose en el costado. Mientras Eric iba al
hospital pensó, “Soy un fracasado miserable, ni siquiera puedo matarme a mí
mismo.”
Después de haber sido curado de su herida, Eric caminó por las calles en
total desesperanza. En lo profundo de su ser, él estaba enojado con Dios y
clamó, “¿Acaso estás tú aquí? ¿Tengo alguna razón para preservar mi
vida?” Eric escuchó a una voz decir, “Te estoy enviando una carta de
amor.” De alguna forma Eric supo que era la voz de Jesús. Mientras se
encontraba sentado en la orilla de la acera, la corriente de agua proveniente
de la lluvia pasaba por debajo de sus piernas, cuando de repente, él notó un
pequeño folleto flotando. Lo recogió y vió que decía, “Hay esperanza para
el drogadicto.”
El folleto era publicado por un grupo llamado, Grupo de Alcance Victoria. Eric
encontró la dirección del lugar, acudió a este y rindió su vida a Jesús.
Pronto fue librado de su adicción. Él abandonó todo hábito -incluyendo su
creencia de que estaba destinado al fracaso. Jesús hizo de Eric una nueva
creatura en todos los sentidos.
Este hombre joven había pensado que su vida había terminado -pero aún había
empezado. Él había estado ciego a la vida- la vida de resurrección- que
Jesús había planeado para él desde hace tiempo.
“Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el
Señor—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y
una esperanza.” (Jeremías 29:11, NVI).
Gary Wilkerson
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