lunes, 31 de octubre de 2011

DIOS NUNCA SE RINDE



“¿Qué hombre de vosotros, si tiene cien ovejas y se le pierde una de ellas,
no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la que se perdió, hasta
encontrarla?” (Lucas 15:4).

Aquí, Jesús está hablando de la oveja que ha estado en el redil. Claramente,
ésta representa a un miembro del rebaño de Cristo, a alguien que ha sido bien
alimentado y guiado por un pastor amoroso. Sin embargo, esta oveja se ha
perdido y por lo tanto, el pastor ha salido a buscarla.

Observe lo que Jesús dice allí sobre el pastor: “Él va por aquélla que
está perdida hasta que la encuentra.” Dios nunca se da por vencido con nadie
que le ha pertenecido y que se ha descarriado. En su lugar, Él sale a buscar a
esa oveja, la abraza y la trae de regreso a su rebaño.

En otras palabras, usted puede caer tan lejos en su pecado que incluso llega a
tocar el borde del infierno, y Él aún lo buscará, lo perseguirá. David
testifica, “Si subiera a los cielos, allí estás tú; y si en el seol
hiciera mi estrado, allí tú estás” (Salmo 139:8).

Nosotros hemos escuchado la expresión “el infierno aquí en la tierra”.
Esta es la vida de aquéllos que han huido de Dios. Su “cama en el
infierno” es una condición terrible. Ésta implica ser cautivo del pecado,
alejarse tan lejos del Señor que usted eventualmente cae en un “sueño”
sin vida. Este “sueño” es acompañado por un miedo persistente que le
suspira, “usted está yendo directamente al infierno. Usted posiblemente
nunca regresará a Dios”.

El mensaje de Cristo para nosotros es, “Tú tendrás tu cama en el infierno,
pero no estás tan sumergido en tu pecado que yo no pueda alcanzarte y
recibirte en mis brazos.”

Cuando el pastor encuentra al perdido, él carga a la criatura herida hasta su
casa. Después él reúne a todos sus amigos y vecinos, y les dice, "Gozaos
conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido"(Lucas 15:6).

“Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se
arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de
arrepentimiento.” (Lucas 15:7).
 
DAVID WILKERSON

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