martes, 24 de mayo de 2011

¡EXALTAMOS EL NOMBRE DE JESUCRISTO NUESTRO SEÑOR!

Alguien que está leyendo este mensaje, necesita que Jesús lo toque. Cuando el
Señor ministró aquí en la tierra, él sanaba y restauraba a los afligidos con
simplemente tocarlos. Cuando Jesús tocó a la suegra de Pedro, “la fiebre la
dejó”. Él tocó el féretro de un joven muerto y éste volvió a la vida.
Él tocó los ojos de los ciegos y ellos pudieron ver. Él tocó el oído de un
sordo y éste pudo oír. Padres trajeron sus hijos a Jesús “para que los
tocara”. Su suave toque cambió todo. Multitudes trajeron a sus enfermos,y
Jesús se dio tiempo para extender su mano, tocarlos y sanarlos.

Si usted verdaderamente conoce al Señor íntimamente, usted ha conocido y ha
sentido el toque de la mano de Jesús. En momentos de soledad, en tiempos de
desánimo, en tiempos de confusión, en tiempos tan dolorosos e inciertos,
usted clamó desde lo profundo de su alma: “Señor Jesús, necesito tu toque.
Necesito sentir tu presencia. Ven Jesús y toca mi alma sedienta.”

Algunos necesitan el toque de Jesús sobre sus mentes. Satanás ha venido junto
con sus malvados principados para molestar y sobrecargar su mente con
pensamientos infernales – pensamientos de incredulidad, pensamientos que no
nos hacen como Cristo, pensamientos de temor, pensamientos de baja estima,
pensamientos de que estamos desagradando a Dios. Los creyentes honestos le
dirán a usted que ellos han experimentado estos ataques en sus mentes.
Satanás está decidido a destruir nuestra fe y dependencia del Señor.

En las Escrituras, el toque de Jesús vino en respuesta a un clamor. No hay
evidencia de que él alguna vez haya rechazado un clamor. Y él no le dará la
espalda a su clamor, sino que responderá misericordiosamente a su necesidad.
En Mateo 8, nosotros leemos sobre un leproso el cual vino a él diciendo,
“Señor, si quieres, puedes limpiarme.” Jesús extendió su mano y lo tocó
diciendo, “Quiero; sé limpio.” “Y al instante su lepra desapareció”.

Hoy busque un lugar a solas con Jesús y dígale lo que el leproso le dijo:
“Señor, tú puedes. Límpiame.” Luego esté a la expectativa de que aquél
que no hace acepción de personas lo tocará y lo sanará en mente, cuerpo, alma
y espíritu. El brazo del Señor está extendido hacia usted, pero él espera
por aquél clamor de necesidad, ese clamor por ayuda que también es un clamor
de expectativa.

“Y los Egipcios nos maltrataron y nos afligieron, y pusieron sobre nosotros
dura servidumbre. Y clamamos a Jehová el Dios de nuestros padres; y Jehová
oyó nuestra voz, y vio nuestra aflicción, nuestro trabajo y nuestra
opresión; y Jehová nos sacó de Egipto con mano fuerte, con brazo extendido,
con grande espanto, y con señales y milagros; y nos trajo a este lugar, y nos
dio esta tierra, tierra que fluye leche y miel” (Deuteronomio 26:6-9).

David Wilkerson

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