martes, 3 de mayo de 2011

ÉL HACE CESAR LAS GUERRAS

“Que hace cesar las guerras…” (Salmo 46:9).

¡Qué buenas noticias para el hijo de Dios que se encuentra destrozado por una
guerra que lleva en el alma! La batalla en mi alma es la batalla de Dios y sólo
Él puede finalizarla. Mi Padre amoroso no permitirá que la carne ni el diablo
me intimiden para ser derrotado. Mi guerra está definida claramente por
Santiago, el cual escribió:

“¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de
vuestras pasiones las cuales combaten en vuestros miembros?” (Santiago 4:1).
Estas pasiones incluyen codicia, orgullo y envidia.

A través del tiempo, hombres santos de Dios se han hecho la misma pregunta,
“¿Mientras esté vivo se acabará esta guerra de pasiones que hay en mí?”
¿No es esta la misma pregunta que le preguntan al Señor aquellos que lo aman
completamente?

La respuesta por supuesto es que la guerra debe terminar y terminará, y ésta
será inevitablemente seguida por la paz más grande que usted haya conocido.
Pero ¿cómo termina la guerra y quién la finaliza? Si es mi batalla y mi
obligación es terminarla, Dios deberá de mostrarme cómo hacerlo. Si es
verdaderamente la batalla de Dios, entonces Él debe terminarla en su tiempo y
a su manera – mientras tanto Él me dará paciencia en medio de la batalla,
sabiendo que me ama a través de todo.

La palabra Griega usada por Santiago es stratenomai la cual se refiere a una
batalla contra las tendencias carnales, un soldado en guerra. Esta palabra se
deriva a su vez de stratia que significa ejército, una armada acampada. ¿No
habló David de ejércitos acampados contra nosotros? Nuestras inclinaciones
carnales vienen contra nosotros como un ejército, una armada demoniaca
determinada a hacernos daño ocultamente y a mantenernos agitados, con la
esperanza de hacer naufragar nuestra fe, atacando nuestras mentes con miedo e
incredulidad.

Si usted estudia la palabra Hebrea que David usa como guerra en el Salmo 46:9,
le causará un gran regocijo. Esta palabra es milchamah la cual significa
alimentarse, consumir, devorar. Por tanto, a quí la Palabra nos está diciendo
algo simplemente maravilloso: Dios va a detener al enemigo impidiendo que nos
consuma o devore. Él no permitirá que las pasiones continúen alimentándose
de nosotros ni que nos derroten. ¡Tenga ánimo! Dios hará cesar nuestra
guerra de pasiones. Esta batalla es de Dios – y Él nunca pierde.

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