miércoles, 18 de septiembre de 2013

LA PROFECIA DE MIQUEAS

Miqueas fue un profeta que vio a la iglesia a través de los ojos de Dios, ¡y causó a su alma lloro y lamento! Estaba viendo en el Espíritu lo que Dios veía: los pecados graves y horribles del pueblo, de los pastores y líderes. ¡Vio idolatría! Una iglesia ramera tomando el salario de una ramera. “Por esto lamentaré y aullaré, y andaré despojado y desnudo… Porque su llaga es dolorosa, y llegó hasta Judá; llegó hasta la puerta de mi pueblo, hasta Jerusalén.”(Miqueas 1:8-9) Escucha el lamento de Miqueas: “…De parte de Jehová el mal había descendido hasta la puerta de Jerusalén… porque en vosotros se hallaron las rebeliones de Israel.”(Miqueas 1:12-13) Miqueas vio una enfermedad incurable entre el pueblo de Dios y un juicio ineludible. Mira a lo que Dios llama rebelión y observa la causa de su controversia con ellos: * Un nuevo esquema de codicia urdido por sirvientes mercenarios de Dios, que tiene que ver con ganancia de dinero, propiedad y éxito. * El énfasis en uno mismo: “¡Ay de los que…maquinan el mal…porque tienen en su mano el poder! Codician las heredades…y casas, y las toman; oprimen a [mi pueblo]” (Miqueas 2:1-2). * Rechazo de las advertencias del profeta y decir a la gente que la predicación de juicio no es de Dios, ¡que es contrario a Su carácter! “No profeticéis… ¿se ha acortado el Espíritu de Jehová?” (Miqueas 2:6-7). ¡Los falsos profetas y pastores ladrones le dijeron a Miqueas que se calle! “¡No prediques tanto juicio!” Somos el pueblo de Dios, Él nos ama. No habrá juicio sobre nosotros.”. La interpretación literal significa: “¡Basta! ¡Basta de ese mensaje de juicio sobre el pueblo de Dios! ¡Deja de amonestar a gente buena! Esto no es de Dios.” ¡Pero escucha la respuesta de Miqueas! “No profeticéis, dicen a los que profetizan; no les profeticen, porque no les alcanzará vergüenza.” (Miqueas 2:6) En otras palabras, si este mensaje no se predica, nunca se deshará el reproche de este lugar. “¿No hacen mis palabras bien al que camina rectamente?” (Miqueas 2:7). DAVID WILKERSON

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