"Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”
(Lucas 19:10). Cristo dijo: "Yo vine a este mundo por una razón: Alcanzar y
salvar a las almas perdidas" Pero esta no era sólo la misión de Jesús, Él
la hizo nuestra misión también: "Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad
el evangelio a toda criatura" (Marcos 16:15).
Jesús estaba hablando aquí a un pequeño grupo de creyentes, alrededor de 120
personas que se habían reunido en el aposento alto. ¡Y qué imposible tarea
colocó ante ellos!
"Vayan a las naciones extranjeras, vivan con la gente y estudien sus idiomas.
Pongan sus manos sobre los enfermos, echen fuera demonios, proclamen las buenas
nuevas. Vayan al mismo asiento de Satanás y prediquen el poder y la victoria
del Salvador resucitado."
Debemos darnos cuenta que Jesús estaba hablando a hombres y mujeres
ordinarios, insignificantes y sin educación. Él estaba poniendo el mismísimo
futuro de Su Iglesia en sus hombros. Deben haberse sentido abrumados.
¿Puedes imaginar la conversación que debió haber tenido lugar una vez que su
Maestro ascendió al cielo?: "¿Lo escuché bien? ¿Cómo podríamos nosotros
empezar una revolución mundial? No tenemos ni un centavo y los romanos nos
están golpeando y matando. ¿Si somos tratados de esta manera aquí en
Jerusalén, cómo vamos a ser tratados cuando lleguemos a Roma testificando y
predicando?"
Otro podría haber dicho: "¿Cómo espera nuestro Señor que vayamos por todo
el mundo con el evangelio, cuando ni siquiera tenemos suficiente dinero para ir
a Jericó? ¿Cómo vamos a aprender otros idiomas cuando no hemos sido educados
para ello? Todo esto es imposible."
Era verdaderamente una misión imposible. ¡Sin embargo, nuestro desafío hoy
es igual de desalentador!
Si todos los que leen este mensaje permitieran que el Espíritu Santo haga esta
palabra verdadera en ellos –buscarlo para obtener su carga y dirección- no
sería posible expresar el tipo de cosecha que el Espíritu Santo podría
traer. La verdad es que los trabajos más grandes para la eternidad no se hacen
en cruzadas masivas, sino que con un santo que alcanza un alma perdida.
DAVID WILKERSON
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