martes, 27 de noviembre de 2012

EL ESPIRITU DE PABLO SE CONMOVIÓ

Cuando el apóstol Pablo miró a las multitudes idólatras en Atenas, su
espíritu se conmovió (Vea Hechos 17:16). Igualmente, cuando yo miro por la
ventana de mi apartamento cada noche, viendo las masas en Manhattan,
experimento lo que Pablo sintió. Veo muchos edificios hermosos – desde el
horizonte de Midtown Manhattan hasta la Estatua de la Libertad – sin embargo,
todos ellos parecen lápidas! Están repletos de muertos vivientes, multitudes
de personas que están muriendo y se van al infierno. Tengo que clamar a
diario: "¡Señor, te necesitamos! Nosotros no podemos hacer nada para alcanzar
a estas personas sin Tu dirección y sin Tu poder!"

Jesús sabía todo lo que Su iglesia enfrentaría en la actualidad, la
oposición abrumadora, los muchos obstáculos. Y Él sabía exactamente lo que
le acontecería a nuestra sociedad. Él sabía que habría un derrumbe moral,
que la humanidad iría de mal en peor, y que un diablo enojado arrojaría un
río infernal contra Su Iglesia.

Jesús no habría enviado a sus discípulos sin que Él supiera que el poder
dado a ellos sería más que suficiente para satisfacer cada necesidad y
oposición. Estos hombres que habían corrido de miedo cuando los soldados
vinieron por Él, eran tímidos, temerosos, inexpertos y no calificados. Sin
embargo, Jesús sabía que estos hombres –cuando se rindieran completamente
al Espíritu Santo- harían milagros, pondrían en fuga demonios, y vencerían
cada adversario y desafío.

Creo que las palabras de Jesús a sus discípulos desvalidos aplican a nosotros
hoy: "He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero
quedaos…hasta que seáis investidos de poder desde lo alto" (Lucas 24:49).

Jesús estaba diciendo, en esencia: "Si ustedes tratan de evangelizar en su
propia fuerza, en poco tiempo caerán de bruces. Conozco las batallas y los
obstáculos que enfrentan y les daré un poder mayor que cualquier otro en el
universo. Serán capaces de pararse frente a reyes, príncipes, gobiernos.
Tendrán autoridad sobre demonios y principados. Pero no pueden hacer nada por
Mí, a menos que estén llenos del Espíritu Santo. "


DAVID WILKERSON

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