miércoles, 27 de junio de 2012

DISFRUTE SU COMPAÑIA

En Éxodo 24, Dios hizo un pacto con Israel. Él prometió,  “Si ustedes
obedecen mis palabras, yo seré su Dios y ustedes serán mi pueblo.” Tras
leer Moisés la ley al pueblo, ellos contestaron, “Obedeceremos y haremos
todas las cosas que Jehová ha dicho.”

Este pacto tenía que ser sellado -ratificado y puesto en vigor -. Esto
solamente podía suceder  si la sangre era rociada sobre dicho pacto. Hebreos
nos dice que, “[Moisés] tomó la sangre de los becerros y de los machos
cabríos, con agua, lana escarlata e hisopo, y roció el mismo libro y también
a todo el pueblo.” (Hebreos 9:19).

La  sangre proveniente de las ofrendas puestas bajo fuego era contenida en una
vasija. Moisés tomó parte de esta sangre y la esparció sobre el altar.
Después tomó un hisopo (planta), la sumergió en la vasija y roció parte de
la sangre en los once pilares (representando las doce tribus de Israel).
Finalmente, Moisés sumergió el hisopo en la vasija y roció la sangre en el
pueblo para así sellar el pacto.

Queda claro que el roció de la sangre le dió a los Israelitas completo acceso
a Dios - con gozo. En esta ocasión no tenía nada que ver con el perdón del
pecado sino con la comunión. Ellos fueron santificados, purificados para estar
en la presencia de Dios.

Moisés y los setenta ancianos subieron a la montaña para encontrarse con
Dios, donde el Señor se les apareció. Estos hombres vieron una mesa delante
de ellos y las Escrituras insinúan que con facilidad, confort y sin miedo a
ser juzgados, ellos se sentaron delante de la presencia de Dios, comieron y
bebieron con Él: “Pero no extendió su mano contra los príncipes de los
hijos de Israel: ellos vieron a Dios, comieron y bebieron.” (Éxodo 24:11).

Esto es simplemente maravilloso. Estos hombres pudieron comer y beber en la
misma presencia de Dios, mientras que poco antes, ellos tenían miedo en sus
vidas. La sangre había sido rociada y ellos comprendieron la seguridad, poder
y seguridad que había en ella. ¡Ellos no tuvieron miedo!

Amados, hoy nosotros tenemos un nuevo pacto con Jesucristo, un pacto sellado
con Su propia sangre. Cuando Su preciosa sangre fue rociada sobre su alma, tuvo
el objetivo de la comunión para que usted pudiera ir con firmeza - facilidad y
sin miedo a ser juzgado - en la presencia de Dios. Se le ha dado acceso a Él,
sin ninguna condenación por el pecado, libre para hablar con Dios y disfrutar
de Su compañía.

DAVID WILKERSON

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