Lo único que puede abortar el maravilloso propósito de Dios para Usted es el
pecado del orgullo-rebelde. Vemos esto en la vida del rey Saúl. La Escritura
nos dice que el Espíritu de Dios estaba sobre este hombre desde el día en que
el profeta Samuel lo vio venir por el camino. Dios había llamado a Saúl y lo
estaba usando, pero algo en Saúl estaba emergiendo rápidamente, un orgullo
arrogante: Saúl no quería confesar o admitir su pecado. En cambio, echó la
culpa a otros para justificar sus acciones. Él estaba más preocupado por
mantener las apariencias que por lo que Dios pensaba de él.
Amado, la diferencia entre David y Saúl fue el orgullo. Piense en ello. David
pecó gravemente como lo hizo Saúl - Saúl nunca mató al marido para obtener
una mujer ajena - pero David se arrepintió rápidamente de su pecado. Cuando
Nathan señaló su grave acto, David no lo justificó. Por el contrario, de
inmediato exclamó: "¡Dios, no quites tu santo Espíritu de mí! Lo único que
quiero es agradarte. Sé que te he fallado, pero por favor, perdóname. Purifica
mi corazón." (Véase 2 Samuel 12:13 y el Salmo 51.)
Sin embargo, cuando Saúl fue sorprendido en pecado, se agarró de la falda de
Samuel y gritó: "No tomes mi reino de mí. Por favor, permanece conmigo, así
no quedaré mal delante de mi pueblo." (Lea 1 Samuel 15:22-35.) Saúl estuvo
más interesado en lo que la gente pensaba de él que en haber contristado al
Espíritu Santo.
Amado, esto es el orgullo, un espíritu altivo e incólume que lleva a los
hombres hacia abajo. Un corazón roto, un espíritu contrito, captura el
corazón del Señor. No importa por lo que Usted haya pasado o como le ha
fallado a Dios. Si corre hacia Él y clama después de que ha fracasado, Él
estará con usted. Él siempre está con aquellos que tienen un corazón
quebrantado y un espíritu contrito.
Todos le fallamos al Señor y nadie en Su iglesia es perfecto. Sin embargo,
cada vez que le somos infieles, ¡Él permanece fiel a nosotros!
DAVID WILKERSON
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