miércoles, 13 de junio de 2012

BENDICIONES DE NUESTRO SUMO SACERDOTE

La Biblia nos dice que cuando Cristo ascendió al cielo, Él tomó el
ministerio de Sumo Sacerdote de todos los que vienen a Él por la fe. "Este
hombre [Jesús], por cuanto permanece para siempre, tiene un sace  rdocio
inmutable" (Hebreos 7:24).

Jesús es inmutable: es el mismo ayer, hoy y siempre; mientras usted viva, Él
será su Sumo Sacerdote en el cielo, intercediendo a su favor, y Él será su
sumo sacerdote hasta que Usted vaya a casa para estar con Él.

Nuestro Sumo Sacerdote está sentado a la diestra del Padre, en la silla de
autoridad: "Tenemos tal sumo sacerdote, que se sentó a la diestra del trono de
la Majestad" (8:1). Nuestro Sumo Sacerdote tiene todo el poder y la autoridad a
su disposición.
Jesús está en la presencia del Padre en este momento e intercede por
nosotros. Él se enfrenta a nuestro acusador y dice: "¡Te reprendo, Satanás,
este es mío, porque ha sido rociado con mi sangre. Él está seguro y su deuda
ha sido pagada en su totalidad!" No obstante, creo que aun hay más para
aprender sobre el maravilloso ministerio de nuestro Sumo Sacerdote a favor
nuestro.

Era el deber y el privilegio del sumo sacerdote, en el Antiguo Testamento,
venir desde el lugar santísimo y bendecir a la gente. El Señor dijo a
Moisés: " «Habla con Aarón y sus hijos, y diles que de esta manera
bendecirán a los hijos de Israel. Les dirán:» ¡Que el Señor te bendiga, y
te cuide! ¡Que el Señor haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti
misericordia! ¡Que el Señor alce su rostro sobre ti, y ponga en ti
paz!"(Números 6:23-26). En otras palabras, después de que el sumo sacerdote
llevaba la sangre al lugar santísimo la rociaba en el propiciatorio, luego
agitaba el incienso, entonces debía salir frente al pueblo y bendecirlo.

Este es el ministerio inmutable de nuestro Sumo Sacerdote, Jesús dice: "Yo te
cubriré con mi sangre. Voy a interceder por ti ante el Padre y saldré y te
bendeciré."

Cuando el sacerdote del Antiguo Testamento hablaba esta bendición sobre el
pueblo, no era sólo un deseo; él no dijo: "Te deseo paz. Deseo que el Señor
haga brillar su rostro de ti." No, la bendición era respaldada por todo el
poder de Dios (ver Números 6:27).
Del mismo modo, cuando Jesús nuestro Sumo Sacerdote nos bendice, no sólo
desea nuestro bien. Él pronuncia su bendición con autoridad y ¡está hecho!

DAVID WILKERSON

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