miércoles, 30 de abril de 2014

NO LE DES A SATANÁS NI UNA PULGADA DE TERRENO

Jesús le dijo a sus discípulos: “Viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí” (Juan 14:30). Él estaba diciendo, en esencia: “Cuando Satanás viene a Mí, él no puede hallar un lugar. Estoy bajo la autoridad total de Mi Padre”. De igual manera, Satanás no puede entrar en el cuerpo o en el espíritu de algún creyente que cuya vida esté completamente sometida a la Palabra de Dios. A él se le debe dar un lugar para que pueda tener terreno. Y eso sólo sucede cuando una persona sustrae del “precio de la heredad”. Déjame explicar. En Hechos 5 una pareja llamada Ananías y Safira vendió una porción de su tierra y dio las ganancias a la nueva iglesia en Jerusalén. Pero, cuando pusieron la cantidad a los pies de Pedro, el apóstol se quedó perplejo. Él les preguntó: “¿Por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad? (Hechos 5:3). Tan pronto como Pedro dijo estas palabras, Ananías cayó muerto ahí mismo y un minuto después, su esposa. ¿Cuál es la lección que Dios quería enseñar a la iglesia a través de esto? No creo que tenga nada que ver con el pedazo físico de terreno que pertenecía a Ananías y Safira. Más bien, tenía que ver con el territorio interno en sus corazones. Esta pareja creía que podía ser 95 porciento obediente a Dios, pero mantenerse desobediente en una pequeña área y sentirse seguros. Habían escuchado la Palabra pura de Dios predicada, pero se rebelaron contra lo que sabían que era cierto. Se convencieron así: “Podemos servir al Señor y quedarnos con esto”. Esa era una mentira al Espíritu Santo. Así, que la parte del precio con la que se quedaron no tenía que ver con dinero, sino con un pequeño terreno de codicia en sus corazones. Era una pequeña área lo suficientemente grande para darle a Satanás una fortaleza y con su propia y terca desobediencia, permitieron que el enemigo llenara sus corazones. Por eso Pablo advierte: “Ni deis lugar al diablo” (Efesios 4:27). El ejemplo de Ananías y Safira es claro: El precio de una vida vencedora no es poca cosa. Significa sujetar nuestras vidas completamente a la Palabra de Dios, sin lugares oscuros, deseos ocultos o rebeliones. No le des a Satanás ni una pulgada de terreno. Eso es todo lo que él necesita para entrar y establecer una base de poder. DAVID WILKERSON

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