Muchas veces he escuchado en los últimos tiempos que la gente se pregunta: ¿tiene sentido la vida religiosa? ¿qué sentido tienen los votos? Y un largo etcétera de cuestionamientos y planteos, que no me cuestionan ni hacen tambalear en mi vocación. La vivo con muchísima alegría, y como una fuente de libertad que no sé cómo expresar. Jesús lo dijo claramente en el evangelio -Juan 10,17- “nadie me quita la vida, la doy libremente”, y esta libertad es la que nos libera para que , “libres” de ataduras, conveniencias e intereses egoístas, intentemos ser insobornables con la causa del Evangelio, que es la causa de los pobres, los afligidos, los débiles, aquellos al lado de los cuales se puso Jesús.
Lo que nunca me podía imaginar es que hubiera tanta gente que admira la vida religiosa “de lejos” y la idealiza como “una casta” diferente, que está inmune a todo lo que ocurre en el mundo que –dicen- es muy malo. Tampoco podía sospechar, que éstos se sientan tan incómodos cuando alguien se juega por lo que cree, no mide y se lanza a por todas, ignorando el qué dirán y no claudicando de las exigencias del seguimiento de Jesús. Siento que a veces los religiosos cuando somos consecuentes en causas un poco delicadas, somos incómodos para el sistema y lo mejor es invitarnos a “callar”, “rezar”, etc.
Paso muchas horas en silencio y oración, momentos que fecundan y gestan un compromiso que quema dentro y que es imposible postergar.
A los 18 años marché de casa porque quería seguir en libertad a Jesús. Hoy, después de 22 años, no pienso mirar atrás y tirar por la borda lo que me ha dado y me da la felicidad: ¿hay alguien más libre que el que no tiene nada que perder, por qué ya lo dio todo a quien a cambio ya nos dio el ciento por uno?
Amigos y amigas, os lo digo con todo el corazón: El Evangelio es muy exigente, pero es un proyecto de vida y una tarea apasionante, ¡mucho más que los deportes de aventura y alto riesgo!, sus sensaciones, ¡son incomparables! y no pasan, van en aumento. Y si viene la dificultad, no te falta su gracia.
Hoy doy las gracias a Dios por el don de la vocación, por todos aquellos que he encontrado en el camino y me han ayudado; por mis hermanos y hermanas en la fe, y por todos los que con su amistad, y también con sus críticas, me han ayudado a madurar y a decir cada día: Gracias, ¡que no solo vale la pena, sino la alegría!
Parafraseando al Profeta Isaías : “Desbordo de gozo con el Señor…Por amor a Sión, no callaré, y por amor a Jerusalén, no descansaré hasta que su justicia resplandezca como la aurora , y su salvación flamee como antorcha
SOR LUCIA CARAM
No hay comentarios:
Publicar un comentario