lunes, 4 de agosto de 2014
CUANDO OIGAS EL RUGIDO DEL LEÓN
Cuando yo era un joven predicador, no pensaba mucho en la guerra espiritual.
Pensaba que cualquiera que caminaba en victoria no debía tener problema alguno
con el diablo. Para mí, era sólo un asunto de resistir al diablo. Pero pronto
encontré a un león rugiente lanzándose sobre mis debilidades con todas sus
fuerzas y me sentí indefenso para hacerle batalla.
Muy a menudo veo al diablo haciendo lo mismo con otros cristianos sinceros.
Conozco a multitudes de siervos piadosos, personas puras de corazón, que
caminan en la gracia, que repentinamente son abrumados por una inundación
demoniaca de confusión y desesperación.
Tales cristianos pueden estar trabajando diligentemente para el Señor por
años. De pronto, un día, Satanás inyecta su mente con pensamientos
acusadores. Y de la noche a la mañana son vencidos por problemas horribles,
tentaciones inesperadas, codicia y depresión. Sus pruebas son tan profundas,
extrañas y misteriosas, que estos santos no tienen idea de dónde vinieron.
Creo que existe una sola explicación: Sus problemas son ataques demoniacos.
Vez tras vez he visto esto suceder a cristianos que están creciendo
apresuradamente. En el punto más alto de su crecimiento espiritual, Satanás
pone una vieja seducción en su camino. Puede ser una lujuria antigua, algo que
pensaron que habían vencido años atrás. Pero ahora, después de años de
vivir en victoria, están caminando sobre una cuerda floja, tambaleándose a
punto de caer en una situación que los podría llevar a una terrible atadura.
He experimentado ese río. Y multitudes de creyentes están siendo arrastrados
ahora mismo por él. Son inundados con persecuciones, ataques físicos, acosos
mentales, tentaciones feroces del infierno, amigos volviéndose contra ellos
como enemigos. Satanás ha planeado un ataque total, de último día y a toda
fuerza para revolcarnos en total desesperación.
¿Cómo resistimos el poder de Satanás? Juan nos ofrece la respuesta en
Apocalipsis 12: “Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y
de la palabra del testimonio de ellos” (versículo 11). Cuando escuches el
rugido del león, cuando la inundación te azote y estés abrumado,
sencillamente corre al Lugar Santísimo. Por fe, entra a la misma presencia
de Dios en Su trono porque el Cordero ha creado un camino para ti, a través
de su sangre.
“Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por
la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través
del velo, esto es, de su carne” (Hebreos 10:19-20).
DAVID WILKERSON
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