miércoles, 1 de junio de 2011

PROMESAS

Nuestra gran necesidad de paciencia se repite a lo largo del libro de Hebreos:

• “Cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por
otro mayor, juró por sí mismo diciendo....Y habiendo esperado con paciencia,
alcanzó la promesa. (Hebreos 6:13-15, itálicas mías).
• “A fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de
aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas” (6:12).
• “Pues os es necesaria la paciencia, para que, habiendo hecho la
voluntad de Dios, obtengáis la promesa” (10:36).

Dios nos ha dado maravillosas promesas -romper toda atadura del pecado, darnos
poder para vencer todo dominio del pecado, darnos un nuevo corazón, limpiarnos
y santificarnos, conformarnos a la imagen de Cristo. Su palabra nos asegura,
“A aquel que es poderoso para guardaros sin caída y presentaros sin mancha
delante de su gloria con gran alegría”(Judas 24).

No obstante, Dios hace todas estas cosas en su tiempo, acorde a su itinerario
divino. Él no tiene fechas límite que lo presionen. Él ignora todas las
demandas que apelan a una cura instantánea y total. En resumen, la verdadera
fe demanda de nuestra parte que pacientemente esperemos en el Señor. Nuestra
respuesta a Él debiera ser, “Señor, yo creo que tú eres fiel a tu Palabra.
Y por el poder de tu Espíritu dentro de mi, voy a esperar pacientemente hasta
que hagas que estas cosas sucedan en mi vida. Mi responsabilidad es permanecer
en la fe, esperando en ti.”

Tal vez usted soportará terribles tribulaciones y tentaciones. E incluso usted
podrá escuchar horribles mentiras que Satanás le suspirará al oído. En
ocasiones, usted podrá fallar. Es más, usted podrá preguntarse si algún
día alcanzará la meta. Sin embago, mientras usted soporte sus aflicciones, si
usted simplemente se agarra de su fe con paciencia -confiando en que Dios está
obrando, guardando su Palabra, siendo Jehová Tsidkenu—Él lo verá como
justo. Él ha hecho un juramento, “Por fe, usted recibirá la promesa.”

Pablo nos brinda lo que Dios define como justo en Romanos 4:20-23: “[Abraham]
Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció
por la fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también
poderoso para hacer todo lo que había prometido.Por eso, también su fe le fue
contada por justicia. Pero no solo con respecto a él se escribió que le fue
contada.”

La Biblia no lo puede dejar más claro. La justicia es creer en las promesas de
Dios, estar completamente convencidos de que Él cumplirá su palabra. De manera
contraria, la incredulidad es tambalearse ante sus promesas, dudar que Dios
hará lo que prometió.

David Wilkerson

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