A ti, Señor, elevo mi alma;
mi Dios, en ti confío;
no permitas que sea yo humillado,
no dejes que mis enemigos se burlen de mí.
Quien en ti pone su esperanza
jamás será avergonzado;
pero quedarán en vergüenza
los que traicionan sin razón.
Señor, hazme conocer tus *caminos;
muéstrame tus sendas.
Encamíname en tu verdad, ¡enséñame!
Tú eres mi Dios y Salvador;
¡en ti pongo mi esperanza todo el día!
Acuérdate, Señor, de tu ternura y gran amor,
que siempre me has mostrado;
olvida los pecados y transgresiones
que cometí en mi juventud.
Acuérdate de mí según tu gran amor,
porque tú, Señor, eres bueno.
Bueno y justo es el Señor;
por eso les muestra a los pecadores el camino.
Él dirige en la justicia a los humildes,
y les enseña su camino.
Todas las sendas del Señor son amor y verdad
para quienes cumplen los preceptos de su *pacto.
Por amor a tu nombre, Señor,
perdona mi gran iniquidad.
¿Quién es el hombre que teme al Señor?
Será instruido en el mejor de los caminos.
Tendrá una vida placentera,
y sus descendientes heredarán la tierra.
El Señor brinda su amistad a quienes le honran,
y les da a conocer su pacto.
Mis ojos están puestos siempre en el Señor,
pues sólo él puede sacarme de la trampa.
Vuelve a mí tu rostro y tenme compasión,
pues me encuentro solo y afligido.
Crecen las angustias de mi corazón;
líbrame de mis tribulaciones.
Fíjate en mi aflicción y en mis penurias,
y borra todos mis pecados.
¡Mira cómo se han multiplicado mis enemigos,
y cuán violento es el odio que me tienen!
Protege mi vida, rescátame;
no permitas que sea avergonzado,
porque en ti busco refugio.
Sean mi protección la integridad y la rectitud,
porque en ti he puesto mi esperanza.
¡Libra, oh Dios, a Israel
de todas sus angustias!
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