viernes, 25 de enero de 2008

SALMOS 25

A ti, Señor, elevo mi alma;

mi Dios, en ti confío;
no permitas que sea yo humillado,
no dejes que mis enemigos se burlen de mí.

Quien en ti pone su esperanza
jamás será avergonzado;
pero quedarán en vergüenza
los que traicionan sin razón.

Señor, hazme conocer tus *caminos;
muéstrame tus sendas.

Encamíname en tu verdad, ¡enséñame!
Tú eres mi Dios y Salvador;

¡en ti pongo mi esperanza todo el día!
Acuérdate, Señor, de tu ternura y gran amor,
que siempre me has mostrado;

olvida los pecados y transgresiones
que cometí en mi juventud.
Acuérdate de mí según tu gran amor,
porque tú, Señor, eres bueno.

Bueno y justo es el Señor;
por eso les muestra a los pecadores el camino.

Él dirige en la justicia a los humildes,
y les enseña su camino.

Todas las sendas del Señor son amor y verdad
para quienes cumplen los preceptos de su *pacto.

Por amor a tu nombre, Señor,
perdona mi gran iniquidad.

¿Quién es el hombre que teme al Señor?
Será instruido en el mejor de los caminos.

Tendrá una vida placentera,
y sus descendientes heredarán la tierra.

El Señor brinda su amistad a quienes le honran,
y les da a conocer su pacto.

Mis ojos están puestos siempre en el Señor,
pues sólo él puede sacarme de la trampa.

Vuelve a mí tu rostro y tenme compasión,
pues me encuentro solo y afligido.

Crecen las angustias de mi corazón;
líbrame de mis tribulaciones.
Fíjate en mi aflicción y en mis penurias,
y borra todos mis pecados.

¡Mira cómo se han multiplicado mis enemigos,
y cuán violento es el odio que me tienen!

Protege mi vida, rescátame;
no permitas que sea avergonzado,
porque en ti busco refugio.

Sean mi protección la integridad y la rectitud,
porque en ti he puesto mi esperanza.
¡Libra, oh Dios, a Israel
de todas sus angustias!

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